Por: Vera Songwe y Moritz Kraemer
WASHINGTON, DC – La agitación económica global de hoy en día no se limita al comercio. En tanto los ministros de Finanzas del G20 se reúnen esta semana en Washington con motivo de las reuniones anuales de primavera del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, ha advertido que la creciente incertidumbre económica y las tensiones de los mercados financieros plantean serias amenazas para los países en desarrollo.
El peligro es especialmente grave para las economías altamente endeudadas, que hoy se enfrentan a perspectivas de crecimiento más débiles y a un menor apoyo financiero de parte de Estados Unidos y otros países donantes. En febrero, el FMI estimó que casi la mitad de los países de más bajos ingresos corrían el riesgo de sufrir problemas de endeudamiento que podrían llevarlos a no poder cumplir con sus obligaciones de deuda. Se espera que esa cifra aumente en la medida que sigan deteriorándose las condiciones.
Para agravar la crisis, los países más pobres del mundo -especialmente los pequeños estados insulares en desarrollo- son sumamente vulnerables al cambio climático y a la pérdida de biodiversidad. Los fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes, sequías e inundaciones, pueden destruir infraestructura crítica y paralizar la producción agrícola en un instante, mientras que los cambios más lentos, como el aumento de las temperaturas y la alteración de los patrones de lluvias, exigen medidas de adaptación continuas y costosas.
La crisis climática y de deuda están estrechamente interrelacionadas. A medida que se destinan más fondos públicos al socorro y a la recuperación tras las catástrofes, se dispone de menos recursos para la adaptación climática, la conservación de la naturaleza y las inversiones a largo plazo. Esto, a su vez, hace que aumente la vulnerabilidad, que se debiliten las perspectivas de crecimiento y que suban los costos de endeudamiento, reduciendo aún más el espacio fiscal. El resultado es un círculo vicioso que se autoalimenta.
Pero no tiene por qué ser así. El año pasado copresidimos la Revisión de Expertos sobre Deuda, Naturaleza y Clima -una iniciativa lanzada por los gobiernos de Colombia, Kenia, Francia y Alemania-. En nuestro informe final, “Deuda saludable para un planeta saludable”, delineamos varios pasos que las economías emergentes y en desarrollo pueden dar para liberarse de la trampa de la deuda y el clima y avanzar hacia un círculo virtuoso de crecimiento bajo en carbono, resiliente al clima y positivo para la naturaleza.
En primer lugar, las consideraciones sobre el clima y la naturaleza deben integrarse en los análisis macroeconómicos y fiscales. Esto es especialmente crítico en los marcos de sostenibilidad de la deuda utilizados por el FMI y el Banco Mundial para evaluar la salud fiscal de los países en desarrollo. Si bien ambas instituciones han hecho progresos en los últimos años, queda mucho por hacer para garantizar que estos marcos tengan plenamente en cuenta los riesgos relacionados con el clima.
Igual de importante es que esas evaluaciones reconozcan no solo los riesgos que plantea el cambio climático, sino también los beneficios económicos de invertir en resiliencia. Su valor -especialmente su potencial para impulsar el crecimiento a mediano plazo y reducir los riesgos financieros de un país- debe reflejarse correctamente en los modelos económicos y financieros para llevar a los gobiernos a actuar.
En segundo lugar, muchos países en desarrollo necesitan ayuda para reducir la carga de su deuda. Algunos ya tienen problemas de endeudamiento, mientras que otros sufren problemas de liquidez. Nuestro informe propone nuevos mecanismos de reestructuración y refinanciación de la deuda a cambio de inversiones en proyectos de adaptación climática y de conservación que promuevan el crecimiento sostenible. Los países prestatarios, los principales acreedores globales, el FMI y los bancos multilaterales de desarrollo (BMD) deben defender este tipo de soluciones.
En tercer lugar, deben multiplicarse las estrategias probadas para abordar los riesgos de la deuda, la naturaleza y el clima. Entre ellas se encuentran las cláusulas de contingencia en los contratos de deuda que suspenden los reembolsos durante los desastres naturales y diversas formas de financiación vinculada a la sostenibilidad. Si bien los canjes de deuda por cambio climático y de deuda por naturaleza aún no son escalables debido a la falta de estandarización, ya han proporcionado una financiación vital para iniciativas ambientales, lo que demuestra su valor y justifica un mayor apoyo.
En términos más generales, los BMD deben aumentar significativamente sus préstamos para apoyar un crecimiento bajo en carbono, resiliente al clima y positivo para la naturaleza. Si bien hoy en día se está debatiendo una recapitalización muy necesaria, la optimización de los balances de los BMD sigue siendo la forma más eficaz de aprovechar los escasos recursos públicos y acelerar el desarrollo sostenible.
Por último, nuestro informe aboga por el desarrollo de nuevos instrumentos de financiación destinados a movilizar capital privado para la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo. Por ejemplo, proponemos la creación de un Instrumento de Financiación contra el Cambio Climático (F2C2) -un vehículo de propósito especial diseñado para emitir bonos verdes respaldados por compromisos futuros de los donantes-. Los ingresos se destinarían principalmente a inversiones para mitigar el cambio climático en los países en desarrollo. De ser exitoso, el F2C2 podría desbloquear hasta 1 billón de dólares de financiación privada.
También proponemos un nuevo tipo de instrumento similar al capital para financiar infraestructura resiliente al clima. Las inversiones en diques, defensas contra inundaciones y sistemas similares pueden reducir significativamente los costos de socorro y recuperación en caso de catástrofes. Como principales beneficiarias, las compañías de seguros deben colaborar con los BMD para desarrollar un instrumento capaz de traducir estos ahorros en rendimientos para los inversores.
Todas estas propuestas son prácticas y viables. Si se combinan con asistencia técnica y un respaldo a las políticas, podrían mejorar significativamente las perspectivas de crecimiento de los países en desarrollo que lidian con riesgos de deuda y vinculados al clima. Hacer que la gestión de la deuda sea fiscal y ambientalmente sostenible no solo es factible, sino también esencial para salvaguardar el crecimiento global, que redunda en interés de todos los países, no solo de los más pobres.
Vera Songwe, exsubsecretaria general de las Naciones Unidas, es fundadora y presidenta del Fondo de Liquidez y Sostenibilidad y copresidenta de la Revisión de Expertos sobre Deuda, Naturaleza y Clima. Moritz Kraemer, exdirector global de calificaciones de S&P Global, es economista jefe del Banco LBBW y copresidente de la Revisión de Expertos sobre Deuda, Naturaleza y Clima.
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