Gabriel García Márquez y su casa en Honduras

Por: Glenn Flores

En los días seis, siete y ocho de septiembre de 1981, se celebró el primer Encuentro de Intelectuales y Escritores Latinoamericanos en La Habana, Cuba. Dicho evento fue gestionado por el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Hubo una asistencia de más de 250 participantes de toda América Latina. Honduras fue representada por Víctor Meza, Eduardo Bahr y Rigoberto Paredes.

Cuenta Víctor Meza que el día de la inauguración, el poeta salvadoreño Roberto Armijo (QDDG), los presentó con Gabriel García Márquez, quien figuraba como la estrella principal del evento. Recuerda que cuando éste escuchó sus apellidos, sonrió y se ajustó las gafas de gruesa montura y comentó: “Estos hondureños son especiales; aquí tienen ya armada su propia casa: están las paredes, la mesa y el bar…”. Una muestra de la agilidad mental y su carácter bonachón y campechano que caracterizaba al laureado escritor colombiano.

Todos se rieron hasta las lágrimas, según el relato de Víctor Meza. No esperaban tal agudeza mental y vivacidad de García Márquez. “Nos tomó de sorpresa a todos este gran maestro de la palabra.”

En aquella época Márquez había dejado de escribir novelas mientras siguiera la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Para ese año todavía no había ganado el Premio Nobel de Literatura, pera ya era una celebridad mundial. El éxito de  Cien Años de Soledad (1967), lo había transformado en el escritor de habla castellana, más universal desde Cervantes.

 El resto de la conversación giró sobre los objetivos de la conferencia que era crear un comité permanente que tendría como fin darle continuidad al encuentro, el cual, entre otras tareas, tendría como misión facilitar el intercambio entre intelectuales, proyectar trabajos y garantizar una respuesta efectiva y rápida a la política exterior de los Estados Unidos, que en ese entonces estaba liderada por el presidente más conservador que ha tenido ese país: Ronald Reagan.

Igualmente en la conversación Márquez les habló de uno de sus últimos recuerdos de Pablo Neruda que fueron en Barcelona en 1971. Junto a su esposa Mercedes había invitado a Neruda  a almorzar en su casa, pero cuando dieron las tres de la tarde, el poeta chileno tenía que cumplir su siesta sagrada.

 Y lo hizo en la habitación de Márquez “después de unos preparativos solemnes que de algún modo recordaban la ceremonia del Te en Japón. Había que abrir unas ventanas y cerrar otras para que hubiera el grado  de calor exacto y una cierta clase de luz en cierta dirección, y en silencio absoluto. A los diez minutos  de haber  reposado su cabeza en la almohada, Neruda despertó como los niños, cuando menos pensábamos. Pablo amaneció restaurado y con el monograma de la almohada impreso en se mejilla.

En ese momento Eduardo Bahr aprovechó para hacerle una consulta sobre el proceso creativo de escribir. “¿Gabriel, cómo sabe usted que un trabajo está terminado?”. Márquez volvió a usar su ingenio para contestar esta interrogante respondiendo de la siguiente manera: “Eduardo, ese  es un secreto de trabajo al que no acata a las códigos de la razón, sino a el encanto de los instintos, así como se da cuenta la encargada de cocinar cuando está el caldo.”

Gabriel García Márquez, se retiró con una enorme sonrisa, abriéndose bajo su bigote entre canoso, y su corto paso militar, que tiene también algo de cumbia, sacando pecho, diciéndoles que su Mercedes lo esperaba para desayunar y que le contaría sobre la casa de los hondureños.

Todos volvieron a reírse dándose la mano y abrazándose al despedirse como viejos amigos.

Así fue el encuentro entre los tres intelectuales de Honduras y el hijo del telegrafista de Aracataca.

**Gabriel García Márquez murió el 17 Abril de l 2014 a la edad de 87 años.

*** Esta anécdota de Neruda, Márquez la publico en su cuento Me alquilo para soñar (1992)

****Es calificado como uno de los literatos más connotados y leídos del idioma español. Sus libros más celebrados son Cien años de soledad (1967), El otoño del patriarca (1975), Crónica de una muerte anunciada (1981), El amor en los tiempos del cólera (1985), El general en su laberinto (1989), entre otros.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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2 comentarios

  1. Precioso articulo, aunque difiero en esta opinión emitida arriba de que Gabo carecía de voz. Es TAN CLARA su voz, quequienes la reconocemos no nos dejamos embaucar por quienes inventan textos que él escribiría (relativos a calzado, despedidas, etc.). Es quizá una de las voces más claras de América Latina.

  2. Gabo: fue parte de los sin voz, sus novelas la reencarnación de nuestros pueblos que cargan el yugo de la eterna intervención, de todos los imperios habidos y por haber sí poder lograr nunca su segunda y definitiva independencia.