A once años del golpe de Estado

Ocho años a Golpes

Por: Daysi Flores*

Hace 8 años Cambiamos todas: las pequeñas, los grandes, las viejas, los jóvenes, las pobres, las intermedias, los ricos y hasta las que aún no habían nacido… Las vidas hondureñas, NUESTRAS vidas, cambiaron para siempre. Algunas empeñaron sus carreras, otras la vendieron al mejor postor y otras simplemente las perdieron. Hubo miles que ganaron conciencia a pesar de sus cortos años, otras se escondieron en miedos aterradores, a otras se les cayó la máscara y otras vidas simplemente fueron arrebatadas de las calles o de la placidez de sus casas.

Nuestras vidas transcurren desde entonces en una esquizofrenia desenfrenada. El péndulo se mueve sin compasión entre la esperanza de las luchas que se levantan cada día y el terror más escalofriante: que un día la muerte, de tanto visitarnos, ya no nos duela.

La falta de amor acelera el transcurso de la dictadura y las emociones se confunden tanto que no hay un moji que pueda representarlas. No hay espacio que se salve de la amargura de la desesperación y el miedo a aceptar que esto en realidad nos está pasando. Que en realidad nos convertimos en los protagonistas de esta dictadura que tanto vimos venir y que tan valientemente intentamos evitar en las calles. Que los golpes que iniciaron aquel 28 de junio frente a casa presidencial aún duelen; no sólo porque no logramos como sociedad ni verdad, ni justicia, ni reparación de aquellos sino porque no paran a pesar de que condenen descaradamente “las violaciones a los derechos humanos” en Venezuela. Porque siguen midiendo nuestro aguante, porque no paran ni siquiera para dejarnos llorar y sacar de nuestro pecho el dolor de nuestras rasguñadas almas.

Hace poco me preguntaron si tenia miedo de vivir aquí. Mi primera intención fue decir “valientemente” que NO, pero no es cierto. Tengo miedo. Tengo miedo por las y los estudiantes y por mi compañera y todos los y las maestras que les apoyan y acompañan, en realidad, ahora temo hasta por sus padres y madres. Tengo miedo por todas las personas que salen de su casa y que aunque no lo saben, no regresarán con vida y se convertirán en una cifra estadística de impunidad.

Tengo miedo por las mujeres que esta noche serán violadas, golpeadas o asesinadas por sus seres más cercanos. Miedo por los jóvenes, uniformados o no, que caerán en manos de otros jóvenes porque sus jefes se pelean los territorios del crimen. Miedo a que la esquizofrenia nos paralice y que ya nunca más sepamos cómo construir puentes en sociedades que admiran y aspiran a muros. Miedo a que la luz se apague con cada vida que se llevan. Miedo a perder la claridad que emana la negritud de un pueblo que nos enseña a reconstruirnos. Miedo a que estos dolores no se vayan y que tal como sucede con la rectora y los monigotes de los medios de comunicación, eso nos haga temer a las libertades y las voces de quienes lideran el camino a una Honduras de verdad para todas y todos (incluso para ellos y sus hijos e hijas).

Respondí a la pregunta con honestidad y dije que sí, que sí tenía miedo pero que me asustaba más no hacer nada mientras su dictadura va consolidándose. Por eso escribo hoy estas líneas. Para convocar el poder de quienes han tenido miedo y aun así no se han detenido; el poder de quienes han decidido sanar ésta falta de amor. Para agradecer el significado de 8 años, como símbolo del infinito: sin principio ni final. Porque es en esa infinitud donde la resistencia no tiene debacle o acaso ven como casualidad que se nos convoque a la Mamá de las marchas el mismo 28 de Junio?

Este día defendemos infinitamente la democracia y apagamos con el sudor del pueblo el fuego su falta de amor por la vida. Lo hacemos en las calles, testigos de tanta represión, y colectivamente invocamos estos 8 años de resistencia que cruzaron tantas historias. Y así, encontraremos en este 8 infinito el silencio del movimiento constante que aún vibra en la vida, el arte, la cultura ancestral, en los ojos de cada hondureño y hondureña que resiste al despojo, en la fuerza que sana los dolores y construye espacios que aunque no son los mismos de hace 8 años, laten en igual cercanía con los corazones de nuestras hermanas, presentes y ausentes, junto a sus hijas e hijos que al igual que nosotras buscan tercamente el principio del fin.

*Daysi Flores, JASS-Mesoamerica

  • Emy Padilla
    Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo emypadilla@criterio.hn

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5 comentarios

    1. Y con bos bamos estar mejor? Entregandonos a maduro ,a los mareros los narcos y rescatando policias corruptos que para bien del pueblo esos sinverguenzas debian de quitarlos a todos pues estan bien metidos con los narcotraficantes.

  1. Pobre Nasralla no puede ni con Marlene Alvarenga y que clase de ejemplo esta dando a la población y a las instalaciones. Este PACYASO si es un difamador lo debe demandar para poner un alto a sus acciones groseras contra los demás. Con sus falsas palabra este ignorante no haya que perra tirar y esta mas que comprobado la mediocridad que demuestra cada vez que se enfrenta a problemas domésticos. Que irresponsable de parte de el de no asesorarse antes de abrir esa boca sucia. Mel Zelaya tiene razón en pedirle la candidatura al retardado de Nasralla y si este desconoce .los acuerdos hechos desde ahora como Alianza imagínense cuando Nasralla tenga el poder absoluto. Otra cosa Que pasará si Mel Zelaya le quita la candidatura al bipolar de Nasralla, quién sería el candidato? Claro, el miso Mel Zelaya porque ese fue su gran plan macabro.

  2. Excelente reflexión de lo qué emos estado viviendo en los últimos años. Demasiada violencia femicidios que aumentan las cifras cada día más.

    1. Y con bos bamos estar mejor? Entregandonos a maduro ,a los mareros los narcos y rescatando policias corruptos que para bien del pueblo esos sinverguenzas debian de quitarlos a todos pues estan bien metidos con los narcotraficantes.