La batalla por la justicia

Juan Orlando, Donald Trump y La Revolución

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

                                               para educar al soberano

Hay cosas en que no se asemejan. Asimetrías. JOH a estas alturas, le debe todo. Esta ahí por Trump que cada día le ayuda menos. Trump en cambio no debe a JOH nada serio, fuera de la ferocidad con que reprimió al pueblo de Honduras para que Mel no volviera al poder con Salvador, lo cual le parecía inaceptable. Trasladar la Embajada a Jerusalén. Condenar contundentemente a Venezuela. Aunque fuera de México pareciera que las potencias medias de América Latina están dispuestas todas a apoyar el ataque contra Venezuela. Vergüenza. ¿Tú también Chile? ¿Costa Rica?

Pero me sostengo en lo dicho. Que toda proporción guardada JOH se parece un mucho a D. Trump, figuras análogas en mundos paralelos. Claro que llama la atención. Y he señalado varios puntos. Con diferentes estilos, su histrionismo.  Trump se finge héroe de la guerra en el Oriente que lleva casi un siglo y millones de víctimas… y el único que pudo detener al coreano. JOH se imposta como el destructor del narcotráfico y del crimen organizado, que sigue organizando la coyotería y el contrabando más próspero que nunca. Aunque la mayoría de los políticos maquillan los datos, JOH y Trump pertenecen al mismo club de los mentirosos cínicos. Descarados, ambos. Se mueven y pronuncian desde montajes estilo Potemkin, aunque virtuales.

Postulándose a la reelección JOH violó todos sus compromisos, adentro y afuera del país y, aun así, no hubo en la administración Trump, por lo que valga, ninguna oposición. La explicación es simple y no es un cambio de partido en el gobierno. JOH le ha prometido a la Casa Blanca que hará todo y nada más que lo que le digan. A pie juntillas.  It Works. ¿Quieres que pase la embajada en Rusia de regreso a Kiev, mi amor?

Déjelos que se engañen ellos solos, pero no se engañe Ud. lector. Su problema tiene poco o nada que ver con la oposición, con los demócratas en EUA o con LIBRE, Mel o Nasralla. Su problema es que nadie los quiere. Ambos están más solos que el Sol en eclipse. Trump debe reírse a solas de Sanders y sabe que ya no hay un Clinton en su horizonte. JOH entiende que Mel no podrá ser Presidente de nuevo y que Nasralla probablemente ya no llegó. Pero ambos se parecen en las cifras paradójicas de su impopularidad. A decir de todo el mundo fueron electos con menos que la mayoría de los votos de sus conciudadanos. Están en la cúspide del poder, pero ¡solo 33% de la población los apoyó jamás o los apoya ahora! Y ambos despiertan el rechazo definido de una serie de conjuntos que conforman una enojosa mayoría del resto de sus conciudadanos. Esa soledad los vuelve patéticos. Se abrazan a sí mismos porque nadie más los abraza. Ambos tienen miedo. Le tiemblan a quedarse sin el solio. Ambos le tienen miedo al pueblo, a los muertos, más bien a los fantasmas. A la historia. Al siguiente paso. A su sombra y al eco silente.

¿Qué va a pasar con Trump? No estoy seguro Ni puedo hacer nada al respecto. Salvo, tengo la impresión de que llegó a la historia de los EUA demasiado temprano para imponer una dictadura de jugador de naipe en el cuarto trasero. No lo van a dejar. Tienen un sistema que funciona, en el que, pese a sus privilegios, la clase política cultiva un fino sentido de responsabilidad y un compromiso genuino con los principios de su constitución centenaria. Independientemente del partido al que pertenecen. Por eso D.T. está más cerca de un juicio político. Por medio del cual se deshacen de él sin cambiar casi nada, ni los vice ministros. Pence pasa a ser el Presidente y lo perdona. Con algo de carisma, un demócrata podría ganar la próxima. ¿Y qué?

JOH está más cerca de la puerta de salida. Pero su caída es más complicada. Requiere de una revolución, una nueva constitución, un orden nuevo. Juan Orlando se ha encadenado a una clica de políticos y empresarios que temen igual que él, porque entienden que su caída es el fin de su régimen. Si tiene ojos para ver, oído con que oír Ud. entiende ya que JOH tiene que salir, como se transpira en la entrevista reciente con Janiot. Tendrá que entregar el poder. (¿Todavía puede hacerlo con alguna salvaguarda, si evita más derramamiento de sangre?) Y si se resiste los hondureños en unos meses, podremos deshacernos de él, siendo valientes. Pero ese cambio será más difícil porque ara recuperar la gobernabilidad y la paz como dice JOH se requiere el cambio drástico y profundo del desorden actual. Un cambio de régimen.

Supone turbulencia. Conducir ese proceso va a requerir de mucho talento, sabiduría y ecuanimidad en el mando. Y el concurso de mucha ciudadanía modesta. Cualquiera puede hacer una asonada, un alboroto, una gritería. Una Revolución sostenible y creadora requerirá de múltiples negociaciones y entendimientos. Una conciencia clara y profunda que forje una constitución duradera y un compromiso cívico que tenga la firmeza del consenso popular.  Necesitará partidos. Aunque LIBRE es -como reconoció antier paladinamente Salvador Nasralla- su Partido mayoritario, la piedra angular de la Revolución, quizás no podría hacerla solo. Y para hacerla sostenible, LIBRE necesitara a otros partidos y movimientos aliados, como el que antes tuvo y se propone volver a formar Salvador. No hay nada que temer.

Habrá pérdidas netas. No hay que engañar a nadie. Tendrá sus víctimas. Habrá que aplicar el ostracismo a políticos, empresarios, comunicadores y líderes desleales. Se tendrá que dar de alta a funcionarios que quedaran marginados. Varios tendrán que responder por delitos graves y por crímenes de lesa humanidad. Pero no tenemos que destruir instituciones ni caer en la estupidez del caciquismo y el revanchismo. Hay mucho que rescatar en el servicio público, en los cuadros medios, incluso en las FFAA.

Y no será una panacea perfecta. (Eso no está en la naturaleza de las construcciones sociales.) Después de establecido el régimen revolucionario habrá funcionarios corruptos, buscando derivar beneficio privado del poder público. Algunas personas indignas de la investidura oficial popular, abusaran. Pero si la educamos revolucionariamente, la población podrá atajar el mal naciente. Al final la revolución inteligente compensará y permitirá un florecimiento material, social y espiritual de nuestro país, una explosión de creatividad y de conexiones nuevas, nos inspirará orgullo incluso y no solo un sentido inédito de dignidad, como nación, animará la regeneración de un tejido social fuerte solidario, que nos va a dar paz y seguridad verdadera. No es la represión que lo consigue. Anciano, mi único anhelo es aportar.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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