Cúpula de CPH ya no quiere ser cómplice

Insensibles directivos de periodistas ante calamidad de jubilados

“Teníamos la esperanza de tener una pensión digna, pero mire lo que pasó”: Mario Hernán Ramírez

Por: Redacción CRITERIO

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Tegucigalpa.-El reconocido periodista, escritor e historiador Mario Hernán Ramírez, a sus 84 años, enfermo y casi ciego sobrevive en una situación de calamidad debido a la mísera pensión que recibe del ente de pensiones de los comunicadores, mientras los directivos dejaron perder casi 5 millones de lempiras de transferencias estatales en su afán de evitar que los audite la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS).

Las operaciones administrativas y financieras del Instituto de Previsión Social de los Periodistas (IPP), que ha gestionado más de 400 millones de lempiras desde que empezó a operar en 1987, nunca han sido supervisadas por la CNBS, a lo que los directivos se oponen de forma obcecada, aunque aseguran que los fondos han sido manejados con “manos limpias”.

Ramírez, un personaje parte de la historia de la radiodifusión y del periodismo escrito de Honduras por más de 60 años, autor de 12 libros y reconocido a lo largo de su carrera con medallas, diplomas y pergaminos, recibe una pensión de 3.000 lempiras mensuales del Instituto de Previsión Social del Periodista.

“Mi biblioteca tenía 5,000 ejemplares. La vendí toda para sobrevivir” y sufragar gastos médicos y de manutención. De la biblioteca que adquirió a lo largo de su vida y que mantenía con orgullo en su vivienda  de  una populosa colonia de Tegucigalpa “ya no me queda nada”

Mario Hernán, uno de los veteranos de la prensa y del mundo literario, reconocido por su talento, de voz timbrada y firme, con una indumentaria caracterizada por su sombrero de ala estrecha, es de los primeros periodistas que se jubilaron en el IPP.  Le dieron una pensión de 1,437 lempiras, que le fue aumentada, en el año 2015, gracias a las denuncias publicadas por Criterio.hn sobre arbitrariedades y ocultamiento de información en ese sistema de pensiones.

“Estoy bien jodido, inválido, casi ciego y estoy perdiendo la audición”, dijo Ramírez, que en su dilatada carrera trabajó como periodista en el “Diario del Pueblo”, “El Cronista”, “Correo del Norte”, “La Prensa”, “El Heraldo” y actualmente es articulista de “La Tribuna”.

El destacado comunicador se desempeñó también por más de dos décadas en la emisora HRN, y durante 40 años condujo en radio Comayagüela el programa “Mensajero Informativo”, e incursionó como escritor, poeta e historiador y es autor de obras como “Calendas I, II, III, IV y V”, “El Sabor de la Pobreza”, “Gargantas de Oro de la Radiodifusión Hondureña” y “Un poeta y Trece Locos”, entre otras.

La situación de calamidad doméstica que enfrenta Mario Hernán, quien recibió recientemente el Premio Nacional de Literatura “Ramón Rosa” –entregado anualmente por el Ministerio de Educación– la sufren la mayoría de los periodistas pensionados en el IPP, porque reciben pobres pensiones, en un rango de 2.000 y 4.500 lempiras.

“Yo soy miembro fundador del Colegio de Periodistas de Honduras y cuando creamos el Instituto de Previsión Social del Periodista todos teníamos la esperanza de tener una pensión digna, pero mire lo que pasó”, dijo Ramírez rodeado de diplomas, pergaminos y caricaturas colgando de las paredes de la sala de su casa.

Otro veterano periodista, Mario Valladares Fonseca, hace dos años, tras más de 20 años de aportaciones llegó al IPP en busca de su jubilación y el eterno gerente del ente, Omar Calderón, le ofreció solo 1.000 lempiras de pensión, similar a las pobres pensiones que reciben muchos obreros del Instituto Hondureño de Seguridad Social, con la salvedad de que las cotizaciones a este ente han sido ínfimas.

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Esta vida de miseria que sufren los periodistas jubilados, en su mayoría acosados por enfermedades, ocurre mientras los directivos del IPP desisten desde el año 2014, de requerir las transferencias anuales estatales establecidas en la ley de creación del ente, generando una pérdida acumulada de casi 5 millones de lempiras a los afiliados y jubilados de la institución.

Los directivos del IPP desistieron de requerir las transferencias estatales, para evitar ser sometidos a la auditoría y supervisión de sus finanzas por parte de la Comisión Nacional de Bancos y Seguros, y, también, para no ser sujetos obligados de la ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública.

Los directivos, entre ellos el presidente Dagoberto Rodríguez Coello, en cuatro ocasiones han sido calificados con cero por ciento en transparencia por parte del Instituto de Acceso a la Información Pública (IAIP) porque no cumplen la normativa en materia de transparencia pese a que la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema, les denegó un amparo con el que buscaban sustraerse de la citada ley.

Prefieren que los fondos se pierdan

Los directivos del IPP dejaron de gestionar a partir de 2014 los recursos estatales que nutren en parte el ente de pensiones. En ese período han presidido el Instituto: Juan Ramón Mairena, Eduin Natividad Romero García y Dagoberto Rodríguez Coello.

Pero los periodistas directivos del IPP, no solo han causado la pérdida de casi 5 millones de lempiras de las transferencias estatales, sino que se han gastado casi 300.000 lempiras, en honorarios de abogados que han presentado ocho recursos de amparo ante la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia para evitar entregar información sobre las finanzas del ente, solicitada por periodistas afiliados.

Los directivos del IPP conocen el infortunio en el que viven muchos de los jubilados por la exigua pensión que les pagan, pero prefieren que las transferencias estatales se pierdan porque es más fuerte su cruzada de ocultar la información, como lo evidencian los ocho amparos que han presentado contra la transparencia.

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Dagoberto Rodríguez, presidente del CPH y del IPP.

“Nosotros hemos solicitado, hemos presentado nota para que se siga aportando ese dinero, – las transferencias estatales – porque creemos que se pueden mejorar las pensiones de muchos colegas periodistas”, dijo el presidente del IPP, Dagoberto Rodriguez Coello, el 14 de septiembre de 2017 en una intervención en la emisora HRN.

Sin embargo, él no hizo ninguna gestión oficial para reclamar la transferencia de los fondos estatales, más bien se fue en Amparo ante la Sala de lo Constitucional y alegó en el escrito que no reciben fondos del Estado, y que no están obligados a someterse al IAIP.

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“En el régimen jurídico, administrativo o financiero del Instituto de Previsión Social del Periodista, no participa el Estado ni recibe fondos de este”, dice la apoderada legal del IPP, Emy Claudet Asfura, aunque la ley del Instituto en su artículo 27 lo establece.

El Estado en cumplimiento de la ley de creación del IPP transfirió de 1987 a 2013, 53.2 millones de lempiras y en el presupuesto nacional ha venido asignando fondos anualmente para esta transferencia pero los periodistas directivos desistieron en forma arbitraria de gestionarlos.

Los jubilados en la lipidia y el gerente a cuerpo de rey

La pobre pensión que recibe Mario Hernán, y otros periodistas jubilados, contrasta con el millonario salario del gerente de “lujo” del IPP, Omar Calderón, quien recibe mensualmente más de 81.000 lempiras más el pago de bonos anuales y otros beneficios, lo que representa más de 1.3 millones de lempiras anuales, que es casi la mitad de los 2, 734,017 lempiras, destinados en 2017 para pagar las pensiones de 33 jubilados.

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Omar Calderón, gerente del IPP.

El gerente es el mayor beneficiario de los excesivos gastos administrativos en que incurre el IPP y que sumaron en 2017 la cantidad de 4, 792,478.75 lempiras, que superan en un 57 por ciento el monto total de las pensiones pagadas ese mismo año.

“Con esos gastos en sueldos y salarios, bonos y otros beneficios es imposible que en el IPP tengan recursos para pagar pensiones dignas a los periodistas jubilados”, comentóó el comunicador, Gustavo Palencia, que también es afiliado al IPP desde 1989.

 

Mientras en el IPP reina una bonanza salarial, Ramírez no alcanza a cubrir con la pensión que recibe sus necesidades y las de su familia, y estaría muerto si no hubiese accedido a otra jubilación de 6.000 lempiras en el Instituto de Jubilaciones y Pensiones de los Empleados Públicos (Injupemp)

La pensión del Injupemp le ha permitido a Mario Hernán acceder a servicios médicos en el Instituto Hondureño de Seguridad Social, por empleos que desempeñó en el pasado en el área de relaciones públicas de instituciones gubernamentales.

“Afortunadamente yo tengo Seguro Social, si no fuera el Seguro ya me hubiera muerto”, dijo el veterano periodista.

El IPP ofrece a sus pensionados 10 consultas médicas al año, cada una de 400 lempiras y 10 exámenes de sangre, orina y heces que no superan los 400 lempiras, lo que imposibilita a los jubilados someterse a un tratamiento médico, cuando más lo necesitan, dicen los mismos jubilados.

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El periodista Mario Hernán Ramírez en plena labor periodística, aparece alrededor del jefe de Estado de Honduras, el general Juan Alberto Melgar Castro (abril de 1975-agosto 1978).

Mario Hernán enfrenta su situación con el leal cuidado y apoyo de su esposa Elsa Ramírez, también escritora. Ramírez en su incesante trabajo intelectual, dicta a su esposa sus memorias de 60 años de una rica historia de vida, ligada a eventos trascendentes de Honduras.

Mario Hernán dice con orgullo: “Yo les digo a mis hijos, yo no les voy a dejar capital, no les voy a dejar dinero, pero les dejo una herencia que es la dignidad, el decoro, nadie los va a señalar, porque no soy un corrupto, un extorsionador, un chantajista”.

“Nací pobre, viví pobre y voy a morir pobre”, dijo.

  • Emy Padilla
    Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo emypadilla@criterio.hn

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2 comentarios

  1. Insólito. En el gerente del IPP se gasta cada año casi la mitad del total que se paga en concepto de pensiones a 33 jubilados.

  2. LA CARNAVALIZACIÓN DE LA SOCIEDAD HONDUREÑA; UN PROYECTO DICTATORIAL

    Galel Cárdenas / Coquimbo

    La dictadura de JOH ha escogido el camino de la enajenación social a través de varios instrumentos de impacto social masivo y mediático.

    Primero ha entendido que la analfabetización del país es una prioridad de su gobierno, con el fin de instalar en el pensamiento acrítico de una gran porción del pueblo hondureño, la idea de que la dictadura es un bien necesario que permite una serie de ciertas libertades referidas a danzar, bailar, escuchar reggaetón, ir al estadio, montar carnavales en todas las ferias municipales, patrocinar programas de vaciedad cultural en todos los canales de televisión, en fin, masificar un sentido de alegría sensorial en toda la juventud y población hondureña.

    Se trata de destruir en la conciencia de los jóvenes y de los adultos hondureños el sentido del reclamo ante la avalancha de la pobreza, la miseria, la inseguridad personal, y todas las demás necesidades insatisfechas que posee la ciudadanía.
    Se ha montado una falsación, una falsía, una falsedad, del sentido crítico, de las oposiciones políticas, como algo risible, algo comediante.

    Este trabajo se lo han dejado a los presentadores de noticias y televisoras que programan largos y entretenidos programas televisivos, en donde colocan periodistas profesionales y empíricos que comportan una conducta de vulgaridad cultural exorbitante, procedente imitativamente de la televisión oligárquica mexicana, colombiana, brasileña y esencialmente de la cultura vacua del maiamismo televisivo en el cual, los presentadores demuestran sus condiciones histriónicas, bufas, burlescas, un tanto reminiscentes del burlesque europeo, que apareció allá por el siglo XIX, que contenía una visión literaria, enfocada en la comedia en donde la ridiculización era uno de los ejes vertebrales del espectáculo.
    Pues salvando las distancias, en Miami, México y otras ciudades el burlesque es una de las líneas de financiamiento de los grandes productores y dueños de la televisión de las burguesías latinoamericanas, en Honduras nada es la excepción.

    Entonces, con el fin de amarrar las argamasas que consolidan la esfera de la dominación ideológica y política del neoliberalismo, los programas televisivos de información y entretenimiento poseen el objetivo de desfigurar la realidad real, y convertirla en una parodia televisiva, misma que la dictadura traslada después a la población en los barrios, colonias populares, ciudades y demás otros centros de concentración demográfica.

    De este modo, han sabido implantar el esquema del carnaval que, volvemos a Europa, constituyó en su época, la expresión popular de anteposición a la aristocracia hierática, endurecida en sus poses de dominación integral de la sociedad.

    Como siempre el factor popular va decantando ciertos comportamientos sociales, en la Europa del pos renacimiento, el carnaval surgió después de la cuaresma cristina con el miércoles de ceniza, con el cual el pueblo después de tanto misticismo eclesiástico, desmontó aquel comportamiento y procuró así producir una permisividad y una parodia del mundo, a veces contestataria, para ello fue necesario inventar el disfraz y retomar las máscaras de la antigüedad greco romana pertenecientes al culto del dios Baco o Dionisos, el de la expresión espontánea, todo ello con una trayectoria que devenía de los mismos egipcios, en un término de 5000 años.
    En Latinoamérica, entonces se introdujo el carnaval a través de los conquistadores, quienes sin darse cuenta en un momento dado, se le fueron agregando los matices indígenas y africanos, como sucede en algunos lugares de la América conquistada, en México y Colombia donde existe un carnaval de negros y blancos.

    Así de esta manera, el carnaval tiene un arraigo popular muy grande, pero, en Honduras, en los últimos 9 años, se ha convertido en una dimensión de enajenación proveniente desde la estructura gubernamental con el objetivo de desmontar el mundo de la crítica, la oposición y el prestigio de las argumentaciones ideológicas de la izquierda y de los sectores críticos del mundo de la política.

    Entonces la dictadura patrocina todos los carnavales posibles en comunión estrecha con la empresa privada que ve en estas fiestas enajenantes, un negocio extraordinario.

    El fruto más degradante de esta plataforma ideológica es la carnavalización de la figura de Francisco Morazán, al establecer la semana morazánica como una escapatoria del mundo rutinario laboral pero esencialmente con el objetivo de fortalecer la industria hotelera que ha quedado disminuida en lo que a promoción turística corresponde, hasta que llegan las fiestas dicembrinas.

    El Morazán liberador, humanista, educador, estadista, militar de alto coturno, pensador como pocos en el país, es destruido en estos siete días carnavalescos impuestos por la empresa privada y el gobierno cachureco.

    El objetivo de la carnavalización dictatorial es desmontar en la conciencia del ciudadano analfabeta, el sentido de la crítica e insertar un sentido de hedonismo alcohólico, musical, con una cultura del desmedro de la dignidad humana, de la necesidad de la protesta social, en la que, es evidente las ganancias estratosféricas de la burguesía turística.

    El ciudadano es sometido, sin él darse cuenta, a una falsa felicidad instantánea, provocada por el consumo del alcohol, o las drogas, el producto musical regatoneano de desprendimiento de la vida constructivista liberadora que produce el trabajo y la lucha por alcanzar nuevos estadios de mayor calidad de existencia humana.

    El carnaval dictatorial es un desprendimiento de la conciencia social y la asunción de una estructura mental de falsa felicidad, de momentaneísmo satisfactorio, de la búsqueda del placer corporal y espiritual sensible y visceral, apartado del fin humano de luchar por la vida digna y constructiva.

    Por ello, los carnavales dictatoriales no incentivan el arte, la cultural, la historia, el conocimiento, la academia, la lectura, las academias. La filosofía fascista dictatorial entonces promueve presentadores que poseen una cultural vulgar, vacua, insustancial, trivial, fútil, nimio y pueril, la cual es considerada por el público disperso televisivo como una admirable maqueta cultural que se debe imitar.

    La oligarquía fáctica y mediática incentivan la mayor parte de sus emisoras y televisoras programas de una naturaleza anti científica, rayana en la promoción de lo ridículo como norma de conducta general del ciudadano hondureño.

    No es del todo gratuito que a las preguntas de cuándo se independizó Honduras, cuando nació Morazán, qué es la independencia, la gente en las tales “marchas patrióticas” no sabe ni pío, pues, la plataforma de la de alienación de la dictadura ha obtenido sus mejores frutos.

    Así ¿quién podrá defender la soberanía popular y condenar la venta del territorio nacional a los inversionistas extranjeros que tanto clama la dictadura?

    ¿Y qué acción realizan los partidos populares y de la izquierda ante esta avalancha y esta minuta ideológica enajenadora?

    He allí el problema: LQQD.