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Historia reciente de la demencia y la desolación local: Adrienne Pine, sobrevivir Honduras

Rodolfo Pastor Fasquelle

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

¿Se vale reseñar un libro al que le escribiste un prólogo?  Sobrevivir Honduras es la traducción de Working Hard, Drinking Hard, que evolucionó de la tesis doctoral de Adrienne Pine presentada a la Universidad de California en Berkeley, y publicada en 2004. Me gusta el nuevo título porque pone de manifiesto el hecho de que hoy por hoy, Honduras es una condición. A la cual hay que sobrevivir como sea. ¿La tesis central? No. Pos esa.

Chupando duro y chambeando duro se puede aunque sea teóricamente sobrevivir a Honduras.  Aun si no es seguro. Ni siendo protegido. O privilegiado. Porque la que nos rodea es una violencia sistémica, genera las condiciones para proliferar. Torna resistente a todas las estrategias empleadas hasta ahora. Y el mal viene tanto de afuera (del modo neoliberal de producción violento) como de lo más profundo, de una psyche herida desde hace tiempos.

Hagamos memoria. También hubo crimen y violencia antes. Y la violencia que A. Pine investiga en este libro es la de los albores del siglo, de 2001 a 2005. Pero se ha  determinado –contra todo esfuerzo por ocultarlo– que, después del golpe de 2009, los carteles colombianos y mexicanos establecieron su “hub” de rutas en Honduras. Y que como ese tráfico era teóricamente muy perseguido, el consiguiente aumento de la corrupción y de la impunidad de los oficiales de la justicia y de los políticos y de la sociedad en general, incluidos los religiosos y los académicos, incrementó geométricamente la violencia.

En esta etapa post golpe, el primer caso emblemático de violencia fue el de los asesinatos –hace cuatro años, con saña y alevosía, para aplicarles la cero tolerancia–de dos universitarios, uno de los cuales era el hijo de la Rectora Julieta Castellanos. Ese incidente visibilizó el problema que otra vez se trataba de ocultar de la degradación moral, bajo pretexto de celo de la fuerza de orden público. Se planteó entonces la décima Reforma de la policía, se generaron los recursos de tazón y se creó la DIECP que ahora está en vilo, cuando se anuncia la siguiente contrarreforma, en el momento mismo en que luce desnudo el fracaso del gobierno y la OMS nos declara, otra vez, el país más violento de la región. Un paso al frente…

Y dos para atrás. El más reciente incidente fue el de las masacres de anteayer y hoy con más de veinte víctimas mortales, en Choloma, Tegucigalpa, Santa Bárbara y Copán, tan sintonizadas que incluso Nasralla sospecha que fueron planificadas para aterrorizar, como antes. Entre el primer caso y este último, me duele en la cabeza el libro de Pine cuando una “güirra”, que esa misma mañana increpaba al gobierno en la Televisión, aparece por la noche hecha un cadáver atormentado en un costal. Y cuatro estudiantes del mismo colegio que habían protestado con ella horas antes son ametrallados en la calle. Al igual que los veintiséis jóvenes muertos en masacres, atribuidas como de costumbre al marero de la esquina, Zoe y sus compañeros murieron de Honduras. Sin que proteste nadie ni aparezcan culpables. Pero siempre aplaudiendo.

Menciono esos sucesos para ilustrar como es absoluta y dolorosamente actual, el libro de A. Pine que se investigó, se pensó, se escribió y publicó entre el 1997 y el 2008. No other country is quite like this. Debe haber pensado. Todo libro comienza con una pregunta. ¿Qué clase de país es éste? Tiene razón de preguntarse Pine ¿Qué clase de gente es esta?  Entre sollozos, un primo de uno de los caídos anteayer resume elocuentemente, de manera que hasta Renato Álvarez pueda entenderlo: éste es un país mierda, en que te matan sin aviso ni razón. Sin ton ni son.

Digo que es un libro doloroso de leer. Han salido luego un par de libros de periodistas sobre el tema. Pero más allá de la Nota Roja,  Sobrevivir Honduras rastrea y documenta esa violencia contra los jóvenes que se remontan a la penúltima década del siglo pasado, a los 1990s, cuando teníamos en Centroamérica una década de estar peleando la guerra de Reagan contra una URSS representada por las izquierdas locales y se acababa de firmar la Paz.  Se suponía que con el bono de la Paz debía inaugurarse, por fin una era de prosperidad. De modo que, haciendo caso omiso de antecedentes más remotos, la actual violencia ha cumplido una mayoría de edad, más de 33 años. Marca a una generación. Sin que nadie antes se propusiera sistematizarlo. Cómo pudo ser.

Aunque hay muchos países violentos, y allá en Medio Oriente los drones hacen cagadales a diario y los terroristas y los bombardeos de OTAN peor.… Y aunque allá y aquí también hay mucha gente buena. Porque de todo hay en la viña del Señor y en Honduras también. Conozco buenos profesionistas y malos. Artistas excelentes y también impostores. Policías buenos (pocos) y policías corruptos extorsionadores,…Unos pocos políticos honestos, eso, administradores comprometidos, que no tienen chance como dice la gente… y una caballada flaca.

Hoy conozco, y Pine también, al pueblo hondureño, solidario, consciente y combativo… pero no hay duda que ese es minoritario y está confundido, porque ha venido a prevalecer su contrario… la masa valeverguista, fatalista y entreguista… Y todo eso es aún peor en la Costa Norte de Honduras, mi región…  que fue donde Pine investigó un poquito peor… Nada que ver con las sierras de Intibucá o La Paz o con los desiertos de Valle y Choluteca, ni con muchos pueblos tradicionales, en donde no pasa nada… porque se supone que es bueno…

Que no pase nada. Que esto no está funcionando… que hay que cambiar… lo entendíamos ya casi todos… como que somos violentos y machistas muchos de nosotros… Que tenemos un problema de identidad, básico… y medio pochos y pitiyankis… todos lo sabíamos desde antes.

Y que otros somos bolos… (Este año han muerto tres compañeros míos entrañables, de mi gremio, de mi generación, de mi edad, inmenso talento de alma profunda y noble… que produjeron a lo largo de sus vidas mucho menos de lo que hubieran podido, si no les hubiera quitado tanto tiempo la desesperación que los empujaba al alcohol que a su vez los empujaba al error.) Aunque Pine alega que exageramos nuestro vicio para excusar el candor y para manipular al entorno.

Que somos la quinta-esencial república bananera, refuncionalizada por la maquila y dependemos más que cualquier otro país, de los EUA… claro que lo sabíamos.

Que esa dependencia ha permitido que se nos utilice como campo experimental del neoliberalismo y la guerra. Que se nos someta a un bombardeo ideológico y cultural, que no es único pero no tenía aquí posible resistencia, porque no había otro proyecto cultural funcional.

Que la dependencia y su disfuncionalidad nos han hecho también aún más violentos que antes, desde hace poco más de un siglo. Muchas de esas cosas las sabíamos. Entonces ¿qué es lo que agrega Pine? ¿Cuál es el aporte?

Pues quizás no todos entendíamos como esas cosas están interrelacionadas… y como nosotros colaboramos en nuestra propia destrucción sin fin. Yo no lo entendía… que no son abstracciones si no que se reflejan en la vida cotidiana de nuestra gente. Y que no se las puede entender mucho menos remediar en aislamiento o con parches y yerbas. Yo desde hace tiempo… quería reformar instituciones, cosas, invertir en la gente como dice la meta del milenio… Pine me desapendejó. Eso creo.

La comprensión de que se trata de un modelo de dependencia que genera miseria, violencia y alineación. La revelación de que, si no somos víctimas, solo podemos ser cómplices o resistentes, a mí me ha inspirado otra vez ganas de pelear. Y para mi ese es el mérito de Pine.

El suyo es un trabajo académico que relaciona lo que estaba disperso, la historia y el presente, la sicopatía social y la cultura, el trabajo y el trago,  y de ese modo nos revela a nosotros mismos ante un espejo pulido con la sensibilidad del vinagre y nos revoluciona… nos obliga a comprometernos con cambiar las cosas, a salir de la autohipnosis, rebelarnos contra la ficción y contra el terror mediático y el terror económico y el terror de estado con que nos buscan desmovilizar, inmovilizar como con un rayo de caricatura. Pero nos abren los ojos.

Me quedan un par de preguntas de todos modos. Dada la magnitud y la brutalidad de  esta violencia sistémica (social y oficial) ¿cuánta y qué clase de violencia se necesitará para voltear al sistema? ¿Se podrá evitar la violencia revolucionaria? Si ahora es difícil sobrevivir ¿quién podrá salvarse llegado ese momento y cómo? También yo quiero sobrevivir.

  • Emy Padilla
    Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo emypadilla@criterio.hn

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