La reforma policial

El golpe de las élites

Por: Víctor Meza
Así tituló uno de los principales diarios de Oslo, Noruega, en junio de 2010, el extenso reportaje dedicado al primer aniversario del golpe de Estado en nuestro país. Me encontraba en esa bella ciudad nórdica, asistiendo a un ciclo de conferencias sobre la acción golpista, y, debo decirlo, el titular me pareció no solo muy acertado desde el punto de vista histórico sino también apropiado desde la perspectiva de su impacto mediático.
Hoy, cuando se cumplen doce años desde aquel fatídico domingo 28 de junio, recuerdo con impotencia contenida los días previos al zarpazo, las idas y venidas de los conspiradores, los rumores circulantes y el innegable clima de confusión tan enloquecedora como crispante. En una de sus visitas a mi casa, en el mes de abril, el entonces presidente Manuel Zelaya me comentó, medio en serio y medio en broma: “¿Está confusa la situación, verdad Víctor?”. Yo, más en broma que en serio, le respondí: “Claro, presidente, cómo no va a estar confusa si la derecha cree que estamos haciendo la revolución y la izquierda piensa lo mismo”.
Ambos celebramos el juego de palabras, aunque, al mismo tiempo, ambos intuíamos la gravedad de la crisis y los peligros que acarreaba.
El afortunado titular del diario noruego Klassekampen me hizo reflexionar un poco más sobre la verdadera naturaleza del golpe de Estado que interrumpió el proceso de construcción y consolidación democrática, a la vez que dio al traste con buena parte de la institucionalidad estatal de nuestro país. Sabía de antemano que no se trataba de un golpe típicamente militar, al estilo de los cuartelazos de los años sesenta y setenta del siglo anterior en varios países de África y América Latina.
El golpe al que nos enfrentamos fue urdido, patrocinado y usufructuado directamente por las élites políticas y empresariales, apoyadas con entusiasmo conservador por líderes religiosos fundamentalistas de toda laya y confesión, asustadizos dueños de medios de comunicación y militares solícitos que se alquilaron, entre obedientes y ambiciosos, al peligroso juego de la ruptura constitucional. Fue una variopinta combinación de caudillos rurales y urbanos de corto alcance, personajes y personajillos sin escrúpulos, carentes de proyecto político alguno pero con un apetito desmesurado por entrarle a saco a las finanzas y negocios del Estado.
Eran señores y señoritos, damiselas que más parecían mariposas ajadas de una aristocracia marchita, los célebres “notables” de pacotilla, chismosos de alcantarilla, beatos seniles y uno que otro demente convertido de pronto en estratega político. No faltaron, por supuesto, los “guardaespaldas intelectuales” de siempre. Todos ellos, en abigarrada multitud, contaron con el apoyo y aplauso de los círculos más conservadores y derechistas del mundillo político de Washington. Gestores de influencia, militares contagiados por el virus de la guerra fría, burócratas solapados y más de algún lobista resentido por no poder hacer grandes negocios con el gobierno del Poder Ciudadano, todos se coludieron en contra del gobierno derrocado.
Una verdadera galería de estampas locales y extranjeras, en el mejor estilo de la borgesiana “Historia universal de la infamia”. Incapaces de entender los ejes de la historia contemporánea y las megatendencias que orientan al mundo globalizado de hoy, los golpistas criollos muy pronto se vieron envueltos en su propio ovillo, aislados y repudiados en el concierto de las naciones modernas y civilizadas. Los objetivos que perseguían se revirtieron en resultados contrarios: si decían querer salvar la democracia, lo que lograron fue desarticularla y reducirla; si abogaban para proteger a los partidos políticos, lo que obtuvieron fue su debilitamiento y agonía; si querían salvaguardar a los grandes medios corporativos, lo que generaron fue la migración de la audiencia; si pensaban golpear a la izquierda, acabaron fortaleciéndola y organizándola…en fin: si querían pelear con Hugo Chávez, terminaron enfrentados con Barack Obama. Todo les salió mal, a excepción quizás de sus negocios y saqueo de los fondos públicos.
En este 12 aniversario del golpe de Estado, es bueno hacer un repaso de sus autores y sus consecuencias.
  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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3 comentarios

  1. Los golpistas aún el día de hoy 30 de junio del 2021, ignoran el daño que le hicieron y le siguen haciendo a nuestra querida Honduras, y lo más penoso como hondureño es que el mundo entero le dio una mejor lectura al golpe de estado que la mayoría de nuestros compatriotas, qué pena con el poder ciudadano íbamos por buen camino.

  2. Interesante articulo, solo que no comparto con que la izquierda se fortaleció; me parece que terminó desmovilizada y gran parte de ella se alineó en un proyecto reformista. Ni que al golpismo todo le salió mal. Si así hubiera sido, no tuviéramos 12 años de dictadura cachureca, y muchas pérdidas de las conquistas logradas en la Huelga de 1954, el empobrecimiento generalizado de la población, y el fortalecimiento de un ejercito colaborador del narco gobierno. El aniquilamiento de líderes destacados como Berta Cáceres, y el destierro de otros. Tan bien les fue! que hasta el territorio nacional están vendiendo con las ZEDES, y no digamos los buenos negocios que han logrado con las desgracias de este pueblo. (Pandemia y desastres naturales)

  3. Doce años después del golpe de las élites hondureñas y sus nefastos efectos en la vida de la mayoría del pueblo y todavía no se vislumbra una propuesta sensata que por lo menos alivie el sufrimiento de la gente humilde. Qué pena…