Corrupción

Los cañones del General Morazán

Por: Emilio Fonseca

Esta historia, tomada de “Nuestro Diario”, Guatemala y publicada en la Revista Ariel y reseñada en los Anales del Archivo Nacional, es una de mis favoritas. Espero que también la disfruten:
Han descubierto los cañones que sonaron en la batalla del Espíritu Santo. La gloria escribió en su hierro el nombre del caudillo que hizo de la guerra una canción. Rodaron sobre las cumbres y los valles, guiados por su ademán profético y sus bocas de fuego hacían bella la muerte.


Lo vieron en el triunfo , solemne como una tempestad. Lo vieron en la derrota, terrible como un dios ofendido. Lo vieron sobre su corcel tormentoso, con un relámpago en la espalda, desafiando abismos y humillando peligros.

Su empuje no tenía frontera. Deshizo, arrolló, plantó su bandera en cada asalto, escribió sus rugidos en las peñas solitarias. Su ejército roto lo seguía con religiosa angustia. El frío era la única sábana, el invierno la única música y la tropa inmortal seguía con la cuchilla entre los dientes, miserable y sucia, esperando la gloria. En los campos por donde pasaba la epopeya los soldados se quedaban dormidos, mirando al cielo, con la visión imprecisa de la gran patria en las pupilas.

Llegaban a la muerte cantando. Un escalofrío de eternidad los empalidecía. Iban de batalla en batalla a través de los caminos hostiles, llenando de rojo asombro los senderos y las gargantas por donde sólo cruzaba el viento.

Acaban de descubrir, en un pueblo salvadoreño, los cañones próceres. Su hierro célebre llevó el incendio por todos los rincones. Vieron la figura del General sujetando con una mano el carro de la victoria.Dos alas de fe lo santificaban. Era impetuoso y dulce, y a su paso se doblaban las lanzas.

Un día, en la hacienda del Espíritu Santo, Morazán rodó de su cabalgadura, herido por una bala.

Pero él era más grande que el destino, y la guerra lo contempló en el escenario del sacrificio, levantándose ante la muerte con una proclama en los labios que el delirio pintaba de heroico hechizo.

Todavía el hierro de los cañones vive. En ellos, que una paz aparente estanca, aun se desenvuelve el paisaje de los escuadrones pálidos marchando, y la sombra inquieta del hombre que señalaba la esperanza.

Y ahora, usted también lo sabe.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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2 comentarios

  1. Interesan ensayo; me hizo recordar cuando en la infancia, viniendo de la escuela Uruguay a nuestro hogar en el barrio Morazán, pasábamos por el estacionamiento del Congreso Nacional, del lado que ve hacia el antiguo edificio de la ENEE, en donde había un cerco con un rótulo indicando que el metal de la estructura estaba hecho con los cañones de los fusiles que usaron sus soldados en la batalla de La Trinidad; sin embargo, desaparecieron del lugar y nunca más supe de ellos.