El teatro antiestadounidense de la CELAC oculta una crisis más profunda en las Américas

Por: Ronald L. Glass

En la IX Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), celebrada en Tegucigalpa, cualquiera pensaría que el objetivo principal del encuentro no fue la cooperación regional, sino la condena ritual a los Estados Unidos. Desde la política comercial hasta el control migratorio. América del Norte volvió a ser el chivo expiatorio preferido de un hemisferio que lidia con sus propias contradicciones internas.

Los discursos de figuras como Miguel Díaz-Canel de Cuba, Nicolás Maduro de Venezuela e incluso el presidente colombiano Gustavo Petro siguieron un patrón ya conocido: denunciar el control fronterizo estadounidense como “inhumano”, calificar los aranceles como “agresión” y acusar a Washington de debilitar el multilateralismo.

Sin embargo, la gran ironía es esta: muchas de las voces más estridentes que acusan a EE. UU. de fallas democráticas gobiernan sistemas que son, en sí mismos, cada vez más autoritarios, intolerantes con la disidencia y alejados de las normas liberales que dicen defender.

Estamos viviendo un momento de resurgimiento autoritario en América Latina. Y ningún discurso antiestadounidense puede disimular el deterioro del Estado de derecho en países donde el poder se concentra, la corrupción queda impune y los opositores políticos son perseguidos. Cuando los líderes de la CELAC hablan de “derechos humanos” pero guardan silencio sobre los presos políticos en Cuba, las elecciones fraudulentas en Venezuela o la censura digital en Centroamérica, su moral selectiva se vuelve evidente y peligrosa.

Conviene recordar que los Estados Unidos—bajo la administración Trump—no han abandonado la región. Al contrario, han reafirmado una política exterior basada en el realismo con principios: defender la soberanía, exigir comercio justo, promover la rendición de cuentas entre socios regionales y rechazar un multilateralismo ingenuo que premia a los malos actores. Los aranceles, el control migratorio y la cooperación en seguridad no son signos de aislamiento, sino de una nación que afirma su derecho a proteger a sus ciudadanos y sus intereses.

Además, el verdadero elefante en la sala durante la cumbre en Tegucigalpa no fue Washington, sino Pekín. Mientras los líderes de la CELAC denunciaban el “unilateralismo” estadounidense, poco o nada dijeron sobre la creciente presencia de China en infraestructura crítica, sistemas de vigilancia digital y diplomacia basada en préstamos. ¿Ese es el tipo de “multipolaridad” que la región desea—una donde la soberanía se intercambia por liquidez inmediata y dependencia a largo plazo?

Para ser justos, no todas las voces en la CELAC repitieron el mismo libreto. Líderes como Bernardo Arévalo de Guatemala hicieron hincapié en la gobernanza, la transparencia y la seguridad alimentaria—temas donde la cooperación hemisférica sí puede dar frutos. Y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, adoptó un tono más orientado al desarrollo, proponiendo una cumbre regional sobre el bienestar económico. Estas son oportunidades que Estados Unidos debe tomar en serio.

Pero para que la CELAC sea un foro significativo—y no una cámara de eco de agravios ideológicos—debe afrontar sus propias contradicciones. Si verdaderamente valora la democracia, debe señalar y enfrentar a quienes dentro de sus filas la socavan. Si desea unidad, debe dejar de usar a Estados Unidos como el enemigo eterno y empezar a abordar las fallas de gobernanza que alimentan la inestabilidad y la migración masiva.

Estados Unidos, por su parte, no debe replegarse ante las críticas, sino avanzar con claridad, convicción y un compromiso inquebrantable con la libertad, la seguridad y la prosperidad compartida en el hemisferio occidental. La región no necesita más declaraciones. Necesita valentía: la valentía de decir la verdad y de actuar en consecuencia.

Ronald L. Glass, es analista de política exterior y escritor. Diplomático de carrera de EE. UU, especializado en gobernanza democrática y estado de derecho.

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Un comentario

  1. Trump esta jodiendo al mundo y al mismo Estados Unidos. Canada, Latinoamerica, Asia, Europa, etc., todos estamos respondiendo de acuerdo a la manera en que el violador naranja nos quiere tratar, y nadie sensato piensa que es bueno dejarlo hacer lo que quiere porque si. Es mas, me dio curiosidad de buscar quien es tal Ronald L. Glass y sus opiniones, y le encanta defender al billonario de Musk y a su equipo controversial de DOGE, que si han estado pendientes de las noticias en ingles, saben que han estado haciendo desastres de todos los tipos en los sistemas públicos y gubernamentales de estados unidos sin autoridad real. Gran decepción del «criterio» que veo publicado en esta pagina que normalmente respeto.

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