Chile: El velo de la ignorancia

Mario Vargas Llosa: un pez magistral

Por: Pedro Morazán

“… he dejado la puerta entreabierta
soy un animal que no se resigna a morir”

Blanca Varela

El escribidor

La muerte de un grande de las letras siempre deja tras de sí un cierto vacío circunstancial. El hecho de saber que todo termina cuando el corazón deja de latir, es particularmente doloroso en el caso de los seres queridos más cercanos. En el caso de un filósofo o de un gran escritor, como Mario Vargas Llosa (MVL) el vacío producido es más bien circunstancial, sino dialéctico ya que la famosa relación entre el “ser y la nada”, formulada por Martin Heidegger y tematizada magistralmente por Sartre, adquiere otro carácter, otra circunstancia. Un escritor de tal calibre muere para seguir viviendo, incluso más intensamente a través de su obra. Eso hemos podido observar en los últimos días. Es un deleite leer la infinidad de comentarios y ensayos que dedicados a la obra de este gran escritor. No es pues mi intensión ocuparme ahora de MVL “el escribidor”, sino quizás de MVL, el político, que como “pez en el agua”, se nos confiesa adepto del liberalismo político y económico.

Sin pretender hacer una exegesis de su obra literaria, me atrevería, eso si, a enumerar mis obras preferidas. Si me tocara hacer una escala de preferencias, pondría en primer lugar “Conversación en La Catedral”. Una novela que me cautivó a una edad en la que todo lo que uno lee provoca sentimientos profundos y cataclismos emocionales. La leí en voz alta junto a un amigo nicaragüense, Denis Cáceres, que estudiaba en Honduras y que años más tarde perecería víctima de su idealismo revolucionario y de las balas de de los escuadrones paramilitares, dirigidos por el sanguinario Coronel Álvarez Martínez, en su ola de terror. Nos emocionaban las tribulaciones de “Zavalita” y todo ese sabor que solo podemos encontrar en nuestra literatura latinoamericana, no importa si viene de los Andes, del Cono Sur o del Caribe (en el cual incluyo a Honduras). Al igual que García Márquez en “Cien Años de Soledad”, Vargas Llosa universalizó la narrativa latinoamericana. Nuestra forma de contar historias es, a pesar de Facebook y Tick Tok, parte de nuestra identidad.

No debo negar que la “Ciudad y los Perros” había ya despertado mi curiosidad y admiración por ese “escribidor” arequipeño. Fue Rubén Berríos, el difunto profesor de Literatura en la Universidad Nacional autónoma de Honduras (UNAH), quien puso en mis manos el libro “García Márquez: Historia de un Deicidio”, una obra que devoré en cuestión de días. Precisamente porque con ella, este escritor peruano, le rendía homenaje a su adlátere colombiano, definiendo al mismo tiempo la esencia del llamado “Boom latinoamericano”: el “Realismo Mágico”. Pero además de ello nos ponía al tanto de que nuestra narrativa podía ser capaz de lograr lo imposible, asesinar la realidad y con ello al narrador de la historia, creando una nueva realidad, mágica o fantástica. “Escribir novelas es un acto de rebelión contra la realidad, contra Dios, contra la creación de Dios que es la realidad. Es una tentativa de corrección, cambio o abolición de la realidad real, de su sustitución por la realidad ficticia que el novelista crea”, escribía MVL en esa gran obra, desterrada después por el mismo.

Mi buen amigo Segisfredo Infante, el más letrado entre nosotros, puso en mis manos, a principios de los años setenta, “La casa verde”, no sin antes llamarme la atención de que se trataba de un préstamo y no de un obsequio. Bien sabía mi hegeliano amigo los peligros que asechaban por doquier en la vida de los estudiantes pobres del Instituto Central Vicente Cáceres. Años después, en una de mis diversas consultorías en Perú, no podía dejar de asociar los escenarios descritos en esa bella novela, pródiga de una técnica literaria muy bien elaborada. Después vinieron muchas otras obras que no voy a enlistar aquí. Quizás solo “El paraíso en otra esquina” no logró llenar mis expectativas, pues su análisis del gran pintor francés Paul Gauguin me pareció un tanto superficial. Creo que yo esperaba algo parecido al “Goya: La calle del desengaño” de Lion Feuchtwanger. Qué se yo. Solo valga resaltar “La fiesta del chivo”, por su importancia histórica y “Tiempos recios”, esta porque fue la última novela que leí, escrita por su virtuosa pluma. Sin dejar de ser peruano, estas últimas obras de MVL ya asumen temas universales.

Un pez en el agua

Sin querer queriendo me fui alejando del tema. Lo renacido en él también abarca la política y es aquí donde se trata de asumir las consecuencias. En 1993 MVL publica su obra más personal, una autobiografía bajo el título “El pez en el agua”. En dicha obra MVL se desnuda como ser humano y como político, mostrándonos también las experiencias traumáticas de su vida que lo llevaron a ser el tipo de escritor que era. Aquí resalta la relación con “ese señor que llamaban su padre”, quien temiendo que su mimado hijo se volviera un escritor “marica”, lo hizo internar en un colegio militar. No sabía dicho ser aborrecible que con ello nos hizo el gran favor de poder conocer en la “Ciudad y los perros” la realidad de “todas las sangres” arguedianas que el mismo MVL, aun ignoraba en su mundo pequeño burgués.

En septiembre de 1987 el gobierno populista de Alán García había tomado la decisión de nacionalizar la banca en el Perú. Se trataba de un acto desesperado en un país polarizado y marcado por una crisis económica terminal. En el horizonte económico e ideológico del presidente Alán García el estatismo y con él la lógica de la economía planificada eran la única puerta de escape. Eran los años de la crisis de la deuda externa que asolaba no solo a Perú, sino también a la casí totalidad de los países latinoamericanos que habían fracasado en el intento de dar el gran “salto económico” con la famosa estrategia de “industrialización con sustitución de importaciones”, formulada por la “Comisión Económica para América Latina” (CEPAL), bajo la influencia del economista keynesiano Raul Prebisch.

Es en ese contexto en el que Mario Vargas Llosa funda el llamado Movimiento Libertad, con una docena de amigos convencidos de que el liberalismo era la única salida para un país lleno de mentes emprendedoras y un enorme sector informal de pequeños comerciantes, a quienes pocos años más tarde el sociólogo peruano describiría como “el otro sendero”. Vargas Llosa hablaba siempre del intento exitoso de la izquierda dogmática de convertir las ideas del liberalismo en una caricatura para justificar “la marea de paternalismo y proteccionismo que sumergió al Perú”. En 1988 todavía no se avizoraba el descalabro estrepitoso del llamado “socialismo real” en Europa del Este” que, iniciado con la “Perestroika” de Michael Gorbachov en la Unión Soviética, culminaría con la caída del “Muro de Berlín” en Alemania. Me tocó vivir directamente dicho acontecimiento. en una noche otoñal junto a un encolerizado estalinista hondureño, cuyo nombre me reservo por motivos de respeto mutuo.

En el capítulo VIII de su libro autobiográfico “El Pez en el agua” MVL describe los dilemas de una sociedad en crisis. Lo hace como un intelectual que había ya vívido una fase de rebeldía juvenil contra la injusticia y la represión dictatorial en su país de origen. Para él “las nacionalizaciones habían empobrecido al país aumentando la discriminación y la injusticia y como el intervencionismo de la industria perjudicaba a los consumidores y favorecía a mafias a las que el sistema de cuotas y dólares preferenciales enriquecería sin que tuvieran que competir ni servir al público.” Muchas veces la medicina puede ser peor que la enfermedad y esto debido a esa trampa que Daniel Kahnemann denominaba la “coherencia asociativa”. Para Kahneman, la coherencia asociativa es un sesgo cognitivo del Sistema 1 (pensamiento rápido e intuitivo), en el que la mente busca crear conexiones y patrones, incluso si son falsos o irrelevantes, para construir una narrativa coherente de la realidad.

Como ya lo habíamos mencionado en otra contribución, MVL encuentra en Karl Popper al padre intelectual de su liberalismo político formulado en su obra seminal “La sociedad abierta y sus enemigos”, a la cual recurro una que otra vez aun cuando no comparta la valoración que dicho autor hace de Hegel y Platón. En mi opinión el liberalismo político de MVL estuvo siempre mejor fundamentado que su liberalismo económico, aunque él seguramente haya pensado lo contrario. Pero esto es comprensible si tomamos en cuenta que su ocupación no era la de un economista.

Pero todo esto es comprensible. Alguien comparaba, no sin razón, la labor literaria de MVL con la de William Shakespeare el gran maestro de la recreación de los mecanismos de poder, quizás mejor descritos en su drama que lleva el nombre de Macbeth. Esta labor de Vargas Llosa en torno a la descripción del caudillo latinoamericano no se inicia con su tremenda novela “La fiesta del Chivo”, que describe la dictadura de Trujillo en República Dominicana. Está también ya presente en su “La guerra del fin del mundo”, en la que un dirigente mesiánico apodado El Consejero, se ve guiado por la idea irrealizable de alcanzar una vida mejor superando la pobreza y la adversidad. También es el hilo conductor de un Santiago Zavala, el personaje central de “Conversación en la Catedral”, al ponerse la pregunta, cargada de todo el drama, ¿En que momento se jodió el Perú?

Viéndolo así, MVL no es solamente uno de los narradores más políticos de nuestras letras latinoamericanas, sino, además, el único que buscó vincular tercamente la idea de la libertad, con la de la justicia social. En lo personal soy de la opinión de que mientras persista el dogma irracional, como todo dogma, de que no es posible el liberalismo progresista, caeremos en la trampa de idolatrar a lideres populistas como Hugo Chávez o Donald Trump que con sus poses mesiánicas atentan contra la libertad individual. Los líderes mesiánicos que engendra el populismo de izquierda son producto, en cierta medida, de la idea de que los mismos encarnan el paternalismo estatal como única salida contra el flagelo de la pobreza. Históricamente, insisto, se trata de un sesgo cognitivo que no cuenta con fundamento histórico. Los ejemplos más cercanos para validar dicha tesis son las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

En el caso de la economía política, el sesgo de la coherencia asociativa de la izquierda dogmática se inicia con la critica, de por si injustificada, de Adam Smith cuando este habla de “la mano invisible del mercado”. En su momento Adam Smith se refería a las ventajas del libre comercio iniciado en Manchester contra los restos de una moribunda ideología semi feudal que se esmeraba en proteger los privilegios de una élite. Vargas Llosa fue muy consiente de ello. Sin embargo, él siempre insistió en rechazar la idea libertaria de que existía una relación antagonista entre estado y mercado como intentan hacernos creer figuras como Milei en Argentina. Para decirlo con Hegel, la historia nunca termina de encontrar la libertad y la autoconciencia en ese proceso dialéctico en el que la “idea absoluta” parece renacer de nuevo como la oruga que se convierte en mariposa.

  • Doctor en Economía e investigador del Instituto SUEDWIND de Bonn, Alemania. especializado en desarrollo y deuda externa, y ha realizado estudios para el EDD en África y América Latina Ver todas las entradas
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