Hermanos en Armas: Ética de la Integración Mundial desde la Planetización de la Esperanza

Por: Irma Becerra

Este será un Manifiesto. No sólo América Latina es el continente de la esperanza: todos los continentes, todas las naciones, todas las personas lo son. Y son tales, porque enuncian siempre desde la composición de la vida de lucha internacional de los pueblos, la potencia pacífica del diálogo intercultural y multilingüe por emprender nuevas formas de emancipación creadora de la Dialéctica Interna de la Humanidad basada en el Principio de la Esperanza. Solo tenemos que escucharlos, solo tenemos que comprenderlos. Así ha sido siempre la fuerza integradora de la sinfonía mundial de la alegría de todos los continentes que pesa más que las divergencias de Estado, de gobiernos y de ejércitos, y que se encuentra siempre más allá subsistiendo perseverantemente a los bloqueos económicos genocidas, las guerras fratricidas, las luchas armadas y los obstáculos antiinmigrantes que matan la amistad intercultural entre las distintas generaciones e individuos de todos los pueblos y todas las sociedades del mundo. Por eso la integración universal del mundo es una dialéctica esperanzadora de la paz perpetua como Ética Humana de la Cooperación y la Solidaridad mutuas para que nunca se puedan volver ciertas las palabras de Abraham Lincoln cuando dijo amargamente sobre la amistad que “un amigo es aquél que tiene los mismos enemigos que tú”.

La distancia entre las personas no es algo fructífero que dé frutos del y al Bien. Ello porque distorsiona la esencia del Espíritu del Mundo: la convivencia que se vive en profunda compasión por toda forma de sufrimiento y dolor en el planeta, y hace algo para evitarlo a toda costa. La amistad, ha dicho, Tomás Calvo Martínez, implica “querer al amigo”, e implica también “querer el bien del amigo”. En consecuencia, es una aportación de esa dialéctica de la Ética de la Integración Mundial liberar a la Humanidad del concepto ideológico y antihumano de “enemigo”, y empezar a querer el Bien de todos y todas las que compartimos esta casa planetaria con sentido de refundación: ¡Ha llegado la hora de concretizar la planetización humana de la que hablase Teilhard de Chardin para reconquistar el mundo suavemente y escuchando también el resurgimiento de la sencillez del silencio que da y trae esperanza que habla más que mil palabras!

¡Hermanos en Armas! ¡Ejércitos, Fuerzas Armadas, Militares y Soldados del Mundo! Es este un manifiesto para que se acabe la insolidaridad antihumanista entre los civiles, y entre los civiles y los militares, especialmente, para que acabe la guerra artera que se realiza cómoda e indiferentemente en tiempos de paz contra todos los que pretendemos verdaderamente un mundo mejor. ¡Son ya demasiado vastos los cementerios repletos de soldados caídos para que sigamos permitiendo que potencias chovinistas sigan inculcando la necesidad de un falso patriotismo basado en la bestialidad de las armas con las que también mueren civiles. Armas con las que se quiere ¡bloquear la pluralización solidaria y cooperativa de la esperanza en la sociedad actual!

¡Ayudemos todos y todas al género humano a aprender, desaprender y aprehender filosóficamente a decir no en la historia a la estulticia que pretende solo el infierno para los hombres! Las guerras, los bloqueos, las luchas armadas y las fuerzas represoras antiinmigrantes, han sido producto y resultado de los desiguales encontronazos entre élites políticas enemigas y culturalmente adversas entre sí que han hecho de la cultura, la política y la religión mecanismos de instrumentalización irracional del poder para que las personas sientan miedo a rebelarse ante la deshumanización antidialéctica de la Humanidad y su acelerada decadencia. La violencia en general y su uso, han sido la forma más rápida, cómoda y lucrativa de eliminar y controlar a una población en cualquier sistema socioeconómico donde se ha implementado. Por esa razón, no ha habido nunca ni hay en la historia guerras justas. Todas han implicado un reparto de beneficios de intereses únicamente particularistas no universales del género humano que persiguen, a la larga, su devastación y no su fortalecimiento, porque esta desatada violencia nos divide más y nos frena en la racionalidad de la comprensión mutua. En ese sentido, ¡ya ha sido suficiente! ¡Llevaremos, de una vez por todas, en este ancho camino de nueva colectividad creadora y en estas alamedas de bríos renovados de pacifismo el glorioso porvenir que nos espera llevando también a todos nuestros muertos “pa que naide quede atrás”!

La esperanza puede definirse como el principio alentador de la lucha por la vida de forma incansable e incuestionable que realiza y ejerce cada ser humano y que hace que éste se levante cada vez y una y otra vez para lograr metas y objetivos de conquista de los obstáculos y adversidades que le impiden una vida en bienestar, por eso es una fuerza viva, real y certificable. Pero, además, la esperanza por ser basada en la forma concreta en que se manifiesta el poder vital no puede frustrarse nunca porque nace y renace de la misma pretensión de vivir, en tanto se ama la vida y se desprecia todo culto a la muerte, al temor y al miedo de seguir adelante. La esperanza es certeza racional plena de la vida misma que no solo espera pasivamente sino que construye fortaleciéndose en el Bien que hace al anticiparse a la maldad: “La esperanza no solo nos acompaña, sino que camina unos pasos delante de nosotros abriéndonos el camino a la vida y a la verdad”.

Desde esa perspectiva, las consideraciones características de esa Ética de la Integración Mundial que anticipen la concretización de la esperanza en el planeta y la construyan de manera urgentemente acelerada pueden ser las siguientes:

Primero:

Cooperación interdisciplinaria sin acérrima competencia entre las naciones y los Estados para que cada persona pueda efectuar su propia aportación a la realización de su esperanza como proyecto existencial de vida.

Segundo:

Cooperación política para que se incorpore en todas las Facultades de Filosofía del Mundo la materia de Dialéctica de la Humanidad desde el Principio Esperanza.

Tercero:

Cooperación intercultural de los militares que no provoque más luto ni sufrimiento y abra las puertas a la búsqueda de una mejor vida a las personas que luchan con esperanza por encontrar un hogar en tierras lejanas.

Cuarto:

Solidaridad internacional para que dejemos que cada país desarrolle el derecho a ser una potencia mundial del bienestar humano y encuentre su propio lugar en el mundo.

Ejecútese.
Batalla del Espíritu Santo.
Tegucigalpa y Comayagüela, Honduras, Centroamérica, en 19 de octubre de 2018.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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