Valle de Sula

El Valle de Sula de 1960 hacia 2030. Visión, Ley y Autoridad

Alianza

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

                                    Tercero y último, in memoriam

Cada vez, como M. Yibrin ayer, decimos lo mismo, que es peor éste que el anterior. Salí en 1960, al exterior. Cuando me fui, San Pedro todavía era una ciudad dedicada principalmente a la agricultura, un poco más diversa que antes, y la ganadería, al procesamiento, el comercio y a la exportación del producto del agro. Cuando regresé, veinte años después, era una ciudad industrial que empezaba a concentrarse en los servicios. Los potreros al Norte de la ciudad se habían convertido en colonias o residenciales de clase media. Los cañaverales, al Sur, se habían transformado en barrios populares.

Estaba afuera también en Tulane, cuando en 1974, le cayó el Fifí, a  la ciudad que ya alcanzaba 374 mil habitantes, que comían poca carne, porque la exportación había encarecido la res, y del banano solamente, sabían que la pirracha para sopa era barata.

Es hasta ahora, después de Eta y Iota que entiendo lo que significó que -embarazada, con su niñita en la mano- mi hermana R. tuviera en esa ocasión que ser rescatada, en lancha, del techo de su vecino, en Jardines del Valle. Cuando ella fue una de entre 200 a 600 mil hondureños que distintas fuentes estiman que se quedaron sin hogar, y felizmente no fue una de más de los casi 10 mil muertos, cuyos muchos cadáveres quedaron soterrados o se llevaron los ríos a la mar. Todos dijimos que era el peor, y era cierto, hasta ese momento. Todo el país sufría, pero el Valle también, era el más damnificado, ponía más, casi todos los muertos. Igual que hoy.

Rememoro. A doce horas de anunciarse el 19 de septiembre de 1974, el Fifí, había matado a mil personas. Antes de que el rompimiento de un puente de concreto a su vez rompiera el embalse natural cuyos lodos enterraron a 5 mil cholomeños, mientras dormían, a la medianoche del 20 de septiembre, así como otro alud enterró a 2500 en Omoa. Otras tantas víctimas fatales hubo en Armenta, aldea de San Pedro, al pie del cerro, por deslizamientos. Fue la destrucción de aldeas, barrios y colonias del Huracán Fifí, que impulsó la primera conciencia de la necesidad de proteger el Merendón, y la urgencia de construir obras nuevas de mitigación. Para ilustración, La Hacienda El Carmen, en donde hoy escribo, otra vez quedó completamente cubierta de arena. La mayor parte del ganado se salvó, encaramado en un cerro vecino, y mi padre lo mandó a Copán para hospedarlo, mientras reconstruía pastizales, cercos, instalaciones, un tendido eléctrico.

Con accesoria técnica de primera, y bajo la lúcida conducción de R. Larios Silva, la municipalidad de San Pedro inició la construcción de los bordos y se estableció la cota, el límite riguroso de desarrollo en la montaña, que se acaba de revertir. Otros siguieron su ejemplo. Poco a poco, se edificó en el Valle un sistema de protección y mitigación para inundaciones. Los técnicos nos explicaron sus límites.

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Por falta de planificación, San Pedro Sula se extendía mientras tanto aceleradamente hacia su parte más baja, huyendo de la carestía del suelo arriba. Estos bajos todavía no estaban protegidos. Más bien, los bordos nuevos conducían el flujo en esa dirección, cuando se empezaron a construir hacia 1980, La Rivera Hernández y luego, inmediata al aeropuerto, Ciudad Planeta, hoy bajo el agua. Para proteger La Lima, el gobierno de Azcona dispuso construir el Canal Maya, que habilitaba nuevas tierras para vivienda, siempre y cuando…no se produjera otro fenómeno igual.

Para los 1990s ya –clara y ominosamente- el de las inundaciones era un problema de todo el Valle, que se había superpoblado y sobre construido en forma caótica y febril. Habían proliferado asentamientos improvisados como satélites, y colonias en áreas que -desde siempre- se llenaban. Solo quedaba construir diques que además era buen negocio.

Después de 1990, Callejas estableció la Comisión Ejecutiva del Valle de Sula, un órgano de la Presidencia para construir esas obras. También contrató ese gobierno más infraestructura masiva, supercarreteras, con más grandes puentes en todas las direcciones, impulsó nuevos proyectos habitacionales de colonización, y nuevos parques de maquila, heraldos de progreso.

La historia de la ciencia dice, Para los años 90, como resultado de las mejoras de los modelos informáticos y de observaciones alrededor del globo…se llegó al consenso de que, el efecto invernadero estaba involucrado en el calentamiento global y la mayoría de los cambios climáticos. Ya se sabía. Aumentaba la temperatura atmosférica, se condensaba más agua en las nubes, que viajaban más rápido sobre el mar cálido, buscando el trópico y, al correr giraba, se organizaba más y se convertía en huracán. Los meteoros iban a ser más frecuentes y fuertes. Las cuencas estaban cada vez más degradadas, y cada vez más rápidamente llenaban los ríos de lodosa agua de muerte. Los cauces y canales se azolvaban, y quedaban rebalsados en horas. Callejas emitió una ley, y creó un ministerio de ambiente. Pero no se enfrentó el problema. 

Quedábamos advertidos. Sin un alivio previo, por sí solo, el sistema de mitigación no sería capaz de soportar el embate de estos fenómenos monstruosos, cada vez más numerosos.

Había que reforestar y construir las obras de prevención, las represas en cascada río arriba, de Jicatuyo y Los Llanitos en el Ulua. Y la represa de El Tablón para el Chamelecón. Pero nosotros ¿cómo? Pobrecitos. Ni siquiera se planteó el tema de la reforestación, salvo d. Domingo Vásquez en el MORELI.

Llegó después, en 1998 el Huracán Mitch. Que había sido peor que el Fifí, dijimos, y era cierto. Con las peores inundaciones del siglo, Mitch puso de rodillas al país, que quedó desarticulado, destruyó su infraestructura, producción y vivienda.

Con otros entre 7 y 8 mil muertos estimados, según estadísticas engañosas, en un país en donde los muertos deben sobrevivir para seguir votando, y con daños por de 3 a 4 billones de dólares. Para Honduras, el Mitch habría advertido con un discurso profético, lo que pasaría en adelante. Muchos escucharon, los más sesudos reflexionaron y se escribieron largos ensayos, libros estudios. Guillermo Anderson, el poeta, hizo una canción advirtiendo que teníamos que transformar el país y cambiar la mentalidad, en vez de volver a construir lo mismo que había provocado ese fracaso. Pero no escucho la gente del poder

Se ordenaron y presentaron en la Comisión Ejecutiva del Valle de Sula los estudios ambientales, constructivos, económicos y los diseños de las represas. Y no se hizo nada.  Luego vino el gobierno de Maduro y tampoco. En 2008 el gobierno solicitó de nuevo el presupuesto, pero el golpe estado de 2009, dio al traste con el proyecto otra vez. Micheletti fue el primer jefe de estado vallesuleño, pero no entendía dónde estaba.

Lo que ha sucedido en la semana anterior, es poco menos que apocalíptico. No solo en el sentido sensacionalista en que usa ese término la prensa, sino en rigor. Las tormentas han terminado con incontables vidas inocentes (no es cierto, no saben cuántos son), y han definido un final del camino. No solamente no se podrá continuar con el modelo de desarrollo actual del valle, ni siquiera se podrá reconstruir lo ya destruido, mientras no se empiece a prevenir una repetición de esto, en la próxima temporada de huracanes, previsiblemente más intensa que esta, que fue la más intensa en la historia registrada. ¿Entiendes Méndez?

Y no se trata únicamente de reconstruir como cada año ¡por el pisto!, el sistema de drenajes y diques de mitigación, para proteger los guineos. Porque sabemos perfectamente que esas obras sólo funcionan para eventos de una magnitud limitada y también, que cada vez serán más frecuentes los eventos superiores a esa magnitud, varios por temporada.

Nosotros no calentamos el planeta. Si todo se remedia pronto -ahora que se fue Trump- diría Cantinflas en el mundo mundial, y las potencias se enfrentan conjuntamente al calentamiento global, así como hemos llegado a esta encrucijada, abusando todos, podría revertirse la deriva de la degradación ambiental. Moderarse en cincuenta años, la alternancia de sequías e inundaciones que hoy enfrentamos sin esperanza. Lo que nosotros podemos hacer es asumir nuestra responsabilidad para exigir, mientras tanto, las condiciones que aseguren la sobrevivencia del Valle. Poner coto a la construcción insensata, reforestar la cuenca alta del Valle, construir las presas, dragar.

Tenemos la obligación de tratar de heredarles a nuestros descendientes un valle de Sula habitable que -por fuerza-, ha de ser una versión del actual que tenga conciencia de su pasado y busque un futuro viable. La solución solo puede ser integral. Se necesitan las represas, que ya entusiasmaron a los empresarios, que nos darán electricidad, agua de riego y agua potable y crearán ambientes productivos. Pero si no se reforestan las cuencas, tampoco las podrán, por sí solas, prevenir catástrofes. Y se azolvarán en veinte años.

Dicen ya estar dispuestos y convocados para reunirse los empresarios con el mandatario mañana para tomar la decisión. Pero con la ley actual que ampara el abuso un gobierno central corrupto no podría rehabilitar las cuencas, ni -ya se demostró- realizar las obras. Para eso se precisa de una Ley de Ordenamiento Territorial efectiva, y una efectiva Autoridad del Valle de Sula. Un órgano descentralizado dirigido por profesionales competentes, en los diversos campos de trabajo (reubicar y reforestar, financiar, administrar, diseñar y construir) desligados de todo interés creado y de todo padrinazgo político, una autoridad ejecutiva rodeada, -para ser apoyada- por un Consejo que se reúna dos veces al año, de los alcaldes y diputados, los ministros concernidos y la sociedad civil representativa. Ningún régimen centralista conservador va a impulsar el ordenamiento ni descentralizar la ejecución de la obra, va contra su naturaleza. 

 

26 de noviembre de 2020

El Carmen San Pedro Sula

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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