Alejando Mayorkas y las formas en que pudiera ayudarnos

Efemérides de julio, 1823, 1828, 1919, 1944, 1969 y moraleja

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

 

      contra los falsos pretendientes del arco de Ulises

El mismo día que los franceses celebran el asalto a la Bastilla por el pueblo de París, el 14 de julio los hondureños celebramos el día de la hondureñidad, en conmemoración del estallido de la guerra con El Salvador de 1969, que ganamos porque no perdimos. Todas las identidades son imaginarias por supuesto. Lo han sido siempre y por lo mismo, son cambiantes. Y las filiaciones siempre responden a una estructura de poder, como explica sabiamente Salvador Nasrala cuando, para rehusarse a una alianza electoral con LIBRE antier afirma contundentemente, que el gobierno de Honduras lo ponen los Estados Unidos. (Ese era el caso luego de la Masacre en San Pedro Sula, el 6 de Julio de 1944, cuando los manifestantes celebraban la Independencia de EUA, Carias los ametrallaba y EUA todavía lo protegía,[1] como a los Somoza, después.) Puede que sea cierto. No es conclusión obligatoria y a ningún ticoguanaco o muco se le ocurriría decir nada parecido hoy. Ciertamente no fue siempre así. Hace apenas un siglo, los ciudadanos del pueblo mas macho exponían vidas y fortunas en defensa de su país, derecho y libertad.

Permítaseme conmemorar (traer de nuevo a la memoria) otras efemérides de julio que resuenan en la crisis actual. Todavía durante la Primera Guerra Civil (La Revolución Reivindicatoria) que estalló el 23 de julio de 1919, los EUA bajo W. Wilson, alentaban la lucha cívica y daban asilo a los líderes políticos que se alzaban contra el continuismo solapado de Francisco Bertrand.

Es la economía, estúpidosiempre fue la economía.[2] Aunque la mayoría de los centroamericanos producían todavía sus alimentos y necesidades, incluyendo manufacturas básicas, en el siglo XIX.

El sector mercantil de la economía había sufrido una profunda crisis desarticuladora desde la caída -en 1795- sin remedio ni reverso de los precios del añil, en torno a cuya producción y mercado, estaba articulada su relación externa. La crisis tensionaba las relaciones entre las provincias y Guatemala mientras, en su centro lejano, colapsaba la Metrópolis, invadida desde 1808 y abdicada su corona por dos monarcas indignos que para colmo aspiraron a autócratas y perdieron toda legitimidad.

A fines de 1820, al igual que sus congéneres mexicanos, los ricos criollos guatemaltecos que fueran hasta entonces partidarios de la represión realista inclemente y enemigos del cambio, terminaron por aceptar (muy a su pesar) que la apuesta por la Independencia -al menos una cooptada- era preferible al caos seguro previsible de la revolución liberal española bajo conducción del Coronel Rafael Riego que -por lo demás- socavó la posible restauración imperial amagada por la expedición del Conde de La Bisbal.

Esa coincidencia cristalizó en la Junta de Notables que en Septiembre de 1821  declaró libre e independiente a la Patria grande del Criollo Centroamericano. Pero, en atención a las órdenes de Agustín de Iturbide y con el colaboracionismo de los Aycinena y su Partido, ocho meses después, la nación fue entregada por el ex Capitán General G. Gainza, al Ejército de ocupación mexicano y a un régimen neocolonial al mando del Mariscal Vicente Filisola.  A ese jefe militar le tocó imponer una novel y aberrante división territorial, que pretendió desarticular a las provincias antiguas para imponer una división tripartita, en comandancias militares. Sin que jamás arraigara en legítima, la ocupación logró reprimir la resistencia ineficiente en un par de batallas, una guerrilla en El Salvador y el general desacato.

Un año después ante la evidente degradación del imperio, Filisola se aprestaba a retirarse (eso sí, garantizando la adhesión a México de la Provincia de Chiapas, que Tuxtla se rehusó a suscribir), las provincias quedaban a la deriva y se convocaron los representantes de los municipios en los que recaía la soberanía.[3]

Quienes, e1 1 de julio de 1823, reunidos en la Universidad de San Carlos bajo conducción del ilustrado presbítero José M. Delgado, proclamaron una Junta de Gobierno que asumió el poder, la cual debía presidir interinamente José M. Arce[4], y al efecto presidió el Dr. Pedro Molina, todos liberales que repudiaban la dominación extranjera. Al día siguiente, el 2 de julio ese cónclave declaró la Independencia total y absoluta de Centroamérica con respecto a España, México y cualquier otro país que pretendiera sujetarla.

Esa Junta convoca luego a la elección directa –ciudadana- sin que quede claro quién ha derecho al sufragio, de diputados para una Asamblea Nacional Constituyente a la que manda forjar una forma de gobierno democrática, republicana y representativa. Mientras esa Asamblea concluye su labor,[5] La Junta pone en vigor la Constitución de Cádiz que ya antes (dos veces en 1814 y en 1820) había tenido vigencia en el antiguo Reino de Guatemala, u Provincias del Imperio convertidas a partir del 10 de julio en las Provincias[6] Unidas del Centro de América. No solo de nombre…

Ese era un cambio radical, e inicio de un gobierno efectivo (Arce regresó de su misión anexionista fallida y asumió el mando) de un quinquenio liberal, aunque al final se traicionó. Luego de nuevas confusas elecciones manipuladas y otra crisis política en octubre de 1826, aliado con conservadores, Arce disolvió los poderes del Estado y estalló la primera Guerra Civil del istmo en 1827.

Después de ganar la Batalla de La Trinidad contra los invasores al mando del Coronel Milla, el General Francisco Morazán Q, marchó a rescatar la república secuestrada, a la cabeza del Ejército Protector de La Ley, que se nutría con los patriotas que se le unían en el camino. Salió victorioso otra vez de la Batalla del Gualcho, justo el 6 de julio de 1828, tomó la plaza de El Salvador tres meses después. Y desde ahí con menos soldados y recursos que su contrario, organizó la campaña con que venció al ejercito conservador de Aycinena para tomar Guatemala. En esa ocasión en 1829, fue nombrado presidente, honor que declinó en Pedro Molina, para ganárselo él con los votos. Dirán mis colegas que hago historia de bronce o positivista. De 1830 a 1836, con mano firme, dominio de la historia y visión de la nación del futuro, Morazán restauró la constitución liberal, eliminó privilegios y emprendió una modernización profunda que disgustaba a la prepotencia del obispo y al interés de la élite más retardataria, aliada del inglés. Otros esperan una elección dentro de dos años. Yo espero la reencarnación de un guerrero patriota, capaz de restaurar la ley, que nos devuelva la dignidad de ser libres, en vez de esperar que lo ponga al mando el gringo.

 

[1] Los cónsules desestimaron el número de víctimas de acuerdo a la versión oficial, aislaron el hecho y en algún lado se dispuso que no había que arriesgar otro Figueres ni otro Arévalo.

[2] Grosero dicho político estadounidense

[3] Según antigua tradición jurídica sobre la soberanía originaria, participa un puño de delegados hondureños con otros tantos nicaragüenses, nutrida delegación de El Salvador y mayoría delegados de las provincias de Guatemala. Costa Rica exigía noticia del retiro efectivo de la tropa de ocupación

[4] prominente liberal salvadoreño quien había protagonizado la resistencia contra la ocupación mexicana y que, a la sazón andaba en Washington con una delegación de notables que procuraba la anexión de sus provincias a los Estados Unidos de América, oferta que fuera declinada.

[5] La nueva Constitución se proclama en 1824 y ha sido dudosamente culpada de la posterioridad.

[6] Se llamaban Provincias porque así las llamaba en efecto la Constitución de Cádiz de 1812.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

Compartir 👍

Podría interesarte

3 comentarios