Chile: El velo de la ignorancia

China y el retorno de la geopolítica y su impacto en América Latina y el Caribe

“Es más vergonzoso

desconfiar de nuestros amigos

que ser engañado por ellos.”

Confusio

Por: Pedro Morazán

De la cooperación a la confrontación

Después de una época de enorme prosperidad de la economía mundial, en la que se percibía la llamada situación “Win-Win”, en la que todos salen ganando, los Estados Unidos y Europa desarrollaron una enorme dependencia de las exportaciones chinas. Dicha dependencia incluye las famosas tierras raras, el poli silicón, el litio, el Cobalto y algunos productos farmacéuticos entre otros. Además de los productos electrónicos, la industria automovilística alemana se volvió fuertemente dependiente de las cadenas globales de valor (CGV) chinas. Estados Unidos vio más rentable la subcontratación o “outsourcing” de la producción de chips a Taiwán (el mayor productor mundial), Corea del Sur y China. El resultado es que las llamadas economías occidentales son hoy altamente dependientes de las cadenas de suministros provenientes de China.

La confrontación geopolítica entre los Estados Unidos y la República Popular China se ha agudizado a lo largo de los últimos años. La preocupación de un gran número de países en todo el globo por el cambio de rumbo de la política exterior del gigante asiático es creciente. China parece estar cuestionando muchas de las normas del llamado “Orden Liberal Internacional” (LIO) y está poniendo un mayor énfasis en la promoción de sus propias reglas y normas. La UE, Estados europeos no pertenecientes a la UE como el Reino Unido y grupos transatlánticos como la OTAN también han empezado a reconocer públicamente que China constituye un desafío estratégico. Las relaciones de China con la Unión Europea (UE) se han deteriorado ostensiblemente en los últimos años a tal grado que la Comisión Europea considera a China como un “rival estratégico”. La posición de China en torno a la invasión rusa a Ucrania no ha hecho más que empeorar la relación.

Una de las cosas que poco se discute en América Latina, es el creciente descontento de sus vecinos más cercanos con China. Para muchos expertos, China ha dado un giro bastante radical en su política exterior que ha encendido las luces de alarma de países tan diversos como India, Japón, Australia o Corea del Sur, entre otros. Un país tras otro en el vecindario chino parece estar sintiendo el nuevo tono de la política exterior de Xi Jingping, conocido entre algunos expertos occidentales como la “diplomacia del Lobo Guerrero”. La primera manifestación se hizo sentir con el castigo infringido a Corea del Sur en 2017, al adquirir el Sistema de Defensa Terminal de Área a Gran Altitud (THAAD), ante las amenazas de Corea del Norte.

Las tensiones entre China y la India son ya bien conocidas y parecen haberse agudizado con los enfrentamientos directos en la zona en disputa en el Himalaya. Por otra parte el llamado “Collar de Perlas”, una teoría geopolítica que intenta explicar las posibles intensiones chinas en el Océano Indico, ha movido a India a buscar más acercamiento con Australia y otros vecinos del Este asiático, conformando lo que se conoce como el “Quad” (Quadrilateral Security Dialog), entre Estados Unidos, la India, Japón y Australia. Dichas tensiones aparecen, sin embargo, leves si se comparan con las disputas en torno a las Islas Senkaku o Diaoyu, reclamadas tanto por China como por Japón. En todo caso no pocos expertos se refieren ya a un desplazamiento del sistema de poder mundial del euro-atlántico al indo-pacífico.

La verdad es que en el marco de la confrontación con los Estados Unidos China ha endurecido no solo su discurso sino también sus instrumentos de presión, allí donde ve amenazados sus intereses. De esto pueden dar testimonio países tan diversos como Canadá, Suecia, Lituania o la imposición de fuertes sanciones contra miembros del Parlamento Europeo o investigadores académicos y activistas de ONG que protestan contra las violaciones de los derechos humanos y laborales en Xin Jan, entre otros.

La presencia de China en el continente

En 2000, el mercado chino representaba menos del 2 por ciento de las exportaciones de América Latina, pero el rápido crecimiento de China y la demanda resultante impulsaron el posterior auge de las materias primas de la región. Durante los siguientes ocho años, el comercio creció a una tasa anual promedio del 31 %, alcanzando un valor de $180 000 millones en 2010. Para 2021, el comercio ascendió a $450 000 millones y los economistas predicen que podría superar los $700 000 millones para 2035.

ALC cuenta con una serie de recursos atractivos para China en el sector energía, tanto convencional como renovable. Esto incluye tanto la generación como la distribución. Las empresas chinas ya se lograron ubicar estratégicamente en la explotación de minerales como otra área prometedora, incluidos los recursos de litio críticos para la transición energética mundial. Aquí la UE parece haber descubierto su propia “paradoja latinoamericana” durmiendo un sueño casi profundo. Algo similar ocurre con la tecnología digital, entre otros sectores.

Pero no solamente en el comercio ha logrado China desplazar a los Estados Unidos en ALC. Para muchos países de la región China es una fuente de financiamiento fuertemente atractiva, en vista de que sus préstamos no están atados a condiciones relacionadas con el impacto ambiental, corrupción o derechos humanos. Entre el 2005 y 2020 los contratos de inversión china en infraestructura totalizaban más de 440 mil millones de dólares.

China compite con América Latina en el comercio internacional.

Según cálculos de la Comisión Económica para América Latina, las exportaciones chinas a los Estados Unidos afectan negativamente a América Latina. Esto se debe a que China entra en competencia con Latinoamérica en una serie de cadenas de valor. Los datos indican que solamente los países que tuvieron acuerdos de libre comercio con los Estados Unidos, lograron compensar dichas perdidas.

China es actualmente uno de los principales socios comerciales de América Latina. Las exportaciones e importaciones de las principales economías latinoamericanas representan el 10% y el 19% respectivamente. Con la excepción de México, la división internacional del trabajo entre China y ALC sigue los patrones tradicionales. América Latina exporta casi exclusivamente productos primarios, alimentos, bebidas y metales comunes e importa de China principalmente manufacturas industriales.

A pesar de que los Estados Unidos todavía son el socio comercial más importante de ALC, absorbiendo el 44% de las exportaciones del subcontinente, la relación ha cambiado sustancialmente. Entre los años 2002 y 2018 la participación china en el mercado norteamericano pasó del 9% al 20%, mientras que la de ALC tuvo un muy leve crecimiento de 17.5% al 18.6%. De hecho, dichos promedios esconden la realidad de que la mayoría de los países latinoamericanos perdió participación. El 80% de las exportaciones de la región, hacia los Estados Unidos, le corresponden a México. Viendo las cosas desde esta perspectiva, excepto México, Colombia, Perú y Chile, el resto de la región tiene problemas de competitividad internacional con respecto a China que afectan negativamente sus economías. Pensar que China se hará a un lado voluntariamente para que les vaya mejor a los latinoamericanos, es una de las tantas ilusiones de las que son víctimas recurrentes los políticos criollos.

Hasta ahora este problema fue menospreciado bajo el argumento neoclásico de las ventajas comparativas que supuestamente llevaban a que existiese una división del trabajo ventajosa para todos: Latinoamérica con enormes extensiones de tierra y recursos exportaría materias primas baratas y China con exceso fuerza laboral exportaría productos manufacturados.

Las industrias manufactureras de México, América Central y el Caribe se han visto crecientemente afectadas por la competencia china a nivel internacional, no solamente en el sector Maquila. En el caso de Argentina un estudio reciente concluye que la tendencia que muestra tanto el comercio bilateral como las inversiones de China en Argentina (íntimamente ligadas) no favorece una estrategia de largo plazo orientada a lograr la diversificación de las exportaciones del país sudamericano.

La democracia como modelo

“El desafío de China” es el título del informe del Índice de Democracia del año 2021. ¿Hasta qué punto supone China un desafío para la democracia, el modelo de gobierno al que la mayoría de los pueblos del mundo han aspirado durante el último siglo? La potencia de este desafío político está inextricablemente ligada al increíble éxito económico de China en las últimas tres décadas.

El Índice de Democracia se basa en cinco categorías: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política cultura política y libertades civiles. América Latina sufrió un gran retroceso en 2021. El cambio en la puntuación de la región en 2021 fue el mayor descenso interanual experimentado por cualquier región desde el inicio del Índice de Democracia en 2006. Además, acompañada de cinco descensos de países en cuanto a tipos de régimen.

¿La disociación como estrategia?

Ahora que el poder de China resalta tanto en lo económico, como en lo tecnológico y en lo militar, los países industrializados están iniciando un proceso relativamente acelerado de disociación económica, es decir, de reducción de la dependencia de las cadenas globales de valor originarias de China. Las consecuencias económicas de un tal proceso resultan incalculables y conducirían a una desaceleración económica con impactos sociales negativos. Es por ello que muchas empresas norteamericanas y europeas aún se resisten a iniciar un proceso de disociación. Mucho va a depender de la actuación de China en Taiwán. Actualmente el escenario de una confrontación militar directa con los Estados Unidos parece poco probable.

En regiones como ALC el avance de China es atribuible en parte, no solo a la política de Donald Trump que construía muros al comercio con la región mientras China construía puentes. Con su retórica de Cooperación Sur-Sur, China está cautivando incluso a los antiguos amigos de los Estados Unidos. No pocos de ellos se sintieron abandonados, especialmente en lo que se dio en llamar el “apartheid vacunatorio” global al percibir el egoísmo de EEUU y Europa a la hora de compartir las tan ansiadas vacunas contra el COVID-19 en el marco de la iniciativa COVAX, mientras China se mostraba más activa en el suministro de vacunas y material médico. La lista de motivos de descontento del Sur Global con la hegemonía norteamericana es demasiado larga para enumerarla.

La estrategia de disociación puede ser una gran oportunidad para ALC. Se trata ahora de llenar el vacío que está dejando China en el comercio con USA y Europa, con su nueva política exterior agresiva. Centroamérica tiene potencial para desarrollar eslabones más productivos en cadenas de suministro orientadas al mercado norteamericano, como lo han demostrado México y Chile. Desde Colombia existen ya propuestas concretas para la transformación ecológica que vale la pena tomar en serio. La gran oportunidad de ALC está en aprovechar los nuevos espacios que ofrece la Economía Mundial y no en traer la “Guerra Fría” desde al Indo-Pacífico al hemisferio occidental.

  • Pedro Morazán
    Doctor en Economía e investigador del Instituto SUEDWIND de Bonn, Alemania. especializado en desarrollo y deuda externa, y ha realizado estudios para el EDD en África y América Latina

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