Adiós, maestro

Por: Manuel Torres Calderón

Es difícil, para quien no pone el pensamiento creativo por encima de la ideología, entender y aceptar lo inmenso que fue Mario Vargas Llosa como escritor.

Y es verdad que el articulista de El País de los últimos deceniosel liberal anti populista (más duro con la izquierdista populista que con la derecha populista), provocador, autoproclamado demócrata, generaba también muchas resistencias.

A fuerza de polemizar (me imagino que era un carburante para escribir, para desafiarse, para mantenerse vigente), su propio pensamiento, no se puede negar, perdía profundidad.

Por supuesto, la calidad de su pluma nunca mermaba, pero sometía su intelecto a un juego de esgrima en debates limitados que no hacían justicia a sus auténticas posibilidades intelectuales.

A fines de los setenta, en los ochenta y hasta en los noventa, los debates podían ser muy ricos justamente porque se confrontaba a ideas mucho más sólidas, que le exigían mayor rigor en sus opiniones (no solamente confrontaba pensamientos progresistas, también se enfrentaba a pensadores conservadores).

Pero desde los 2000 o quizá un poco antes, los debates, a nivel general, sinceramente, dejaron de tener demasiado interés.

Y él, por mantener vigente cierta dualidad política que, en mi opinión, ahora es mucho menos marcada (es mucho más difícil separar la izquierda de la derecha porque a ambas las atraviesa un pensamiento profundamente conservador e intolerante), asumió posiciones simplemente para manifestar su desacuerdo con otras, a las que consideraba su contrario. Y así es como, por ejemplo, dijo que había que votar por Keiko Fujimori.

De esa manera, en mi opinión, se encontró del lado de causas sinceramente indefendibles, que asumió, no sé si más por terquedad que por convicción.

Se le tildó de manera reductora, pero hay que decirlo, también comprensible, de “viejo reaccionario”. Yo creo que eso, más que afectarlo, lo animaba a seguir adelante y hasta pienso que le podía causar gracia. Personalmente, a mí, como lector y aprendiz de su arte, siempre me valió un comino lo que se opinara de él.

Nunca más se encontró Vargas Llosa a un Octavio Paz enfrente para debatir sobre el sistema mexicano, ni a Juan Goytisolo o a un Jorge Serprúm.

No. Todos murieron antes.

Afortunadamente, el Vargas Llosa articulista, actor político, solamente era una sucursal de su propio pensamiento.

Una sucursal también con buenos momentos, pero prescindible.

El que es irremplazable, es el Vargas Llosa novelista. El escritor siempre hambriento. El monstruo de la disciplina. El soñador, el utopista, el romántico.

Conversación en la Catedral, La Casa Verde, ¿Quién mató a Palomino Molero?, La tía Julia y el escribidor, La historia de Mayta, La fiesta del Chivo, La ciudad y los perros, Los jefes y los cachorros, Lituma en los Andes, El sueño del celta, La guerra del fin del mundo, El hablador, por nombrar parte de sus novelas, desde hace tiempo forman parte del patrimonio literario de la lengua española, le duela a quien le duela.

Pero, sobre todo, son retratos intensos y apasionantes de América Latina. No existe otro autor latinoamericano con una obra tan completa, tan abarcadora y donde palpite de manera tan intensa la contradicción y las dualidades del ser latinoamericano.

Siempre lo repitió, somos muchas personas contenidas en un cuerpo. Somos y no somos. Y somos la semilla, como dice aquel tango.

Y en sus páginas, nos convertía también a sus lectores en esas entidades contradictorias, conectándonos a su vez a los puntos neurálgicos de la identidad de este continente loco: el militarismo, el machismo, el racismo, la violencia, el sentido del humor, la sexualidad, la corrupción, el idealismo, la política.

Admirador de la literatura francesa, sobre todo de Flaubert, terminó erigiéndose como en el Balzac de Latinoamérica, haciendo además de Lima, su propia París.

Nadie que haya pasado por las páginas de Vargas Llosa quedó indemne del hablado peruano, de sus modismos, de su canto. El Rímac o Miraflores, se volvieron una referencia urbana para millones de lectores que nunca pusieron un pie en la capital peruana. De la misma manera, con Vargas Llosa probamos el arroz chaufa, los chupes de camarones, los anticuchos; nos familiarizamos con las historias truculentas de las familias de clase alta, de las bajas pasiones de los arrabales limeños, con los temperamentos hoscos de los serranos, con la dureza del colegio militar Leoncio Prado, con la corrupción de las elites.

Desaparece el maestro, pero queda su obra en los estantes de las bibliotecas y en su influencia en otros autores que procuran transmitir esa fuerza galopante de su escritura.

Algunos de sus libros, que a lo mejor serán reeditados como golpe editorial, volarán unas semanas, pero retornarán, con sus páginas amarillentas, sus letras chiquitas, con ese olor inconfundible del libro viejo, a los anaqueles de los auténticos lectores. Tesoros escondidos, como el hablador, proyectos de una ambición impresionante, como La guerra del fin del mundo no están hechos para ser fenómenos de venta en nuestra contemporaneidad de Tiktok.

El maestro se despidó hace algunos años con Te regalo mi sliencio, una obra crepuscular donde dijo adiós a la literatura haciéndole un homenaje a la música peruana.

Y de paso, también se despidió de su intensa reflexión política con una salida distinta. Lo parafraseo; solamente la música, dijo, tiene la capacidad para reducir las desigualdades, para poner en una misma mesa a los pobres y los ricos, a los blanquitos, blanquiñosos, como decían algunos de sus personajes, y a los negros, zambos, patizambos, cholos.

Ya se reúne Vargas Llosa con sus coétaneos y sus compañeros de generación. El peruano que soñaba con ser un escritor francés del siglo XIX será llorado en Lima, en México, en París, en Madrid, en Londres, en Tegucigalpa, en Buenos Aires y en todos esos lugares donde dejó su huella. Por mi parte, yo le prendo una velita en Marsella, en señal de agradecimiento por todo lo que sus libros han hecho por mi vida.

Gracias y adiós, maestro.

  • Somos un medio de comunicación digital que recoge, investiga, procesa, analiza, transmite información de actualidad y profundiza en los hechos que el poder pretende ocultar, para orientar al público sobre los sucesos y fenómenos sociopolíticos de Honduras y del mundo. Ver todas las entradas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contenido a tu alcance

Periodismo de calidad en tus manos

Suscríbete y se parte de nuestro newsletter