La batalla por la justicia

¿Aclarar dilemas de la oposición o erigir castillos en el aire?

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle                                                                                               

Los laberintos de susceptibilidades y mutuas suspicacias que se pierden en las especulaciones son -por sutiles y caprichosos- imposibles de superar si no es con la voluntad de hierro y la visión estratégica del verdadero liderazgo. No se si yo puedo.

Hartas veces he fracasado y me ufano solamente de buscar resolver problemas que tienen solución y reconocer los que no. Por encima de los oficios y tareas particulares que me tocaron en mi trayectoria de septuagenario, busqué contribuir a despejar y resolverlos. Pero la terquedad de los ambiciosos puede ser insondable. (Por eso ¡tantas veces en la historia universal tuvieron que resolverse problemas de gobierno con la ejecución de un favorito o de una cortesana poderosa!) Para bien o para mal, en vez de ser solo una oposición de argumentos, la política supone contraste de personalidades múltiples, casi todas vanas, algunas positivamente infantiles, complejos, ignorancias, candores paranoicos y conspiraciones delirantes que hacen efervescencia en los aquelarres de los círculos internos.  Igual en los de éste que de aquel o el de acullá, hay alienados fantaseando para desautorizar a los socios necesarios, que son todos. Pero se puede.

De convergencia en concordancia se va formando por hoy una corriente poderosa que pudiera por fin obligar a la salida del mal gobierno en las próximas semanas.  Sacar la dictadura es un deseo casi universal fuera de la extrema adicción de Viera y socios a la coartada melosa del graciano, el desconcierto del militar y el autoengaño del corrupto. Y, si no esta fácil aun ni al alcance de la mano ese resultado es porque, quedando a la vista pocos obstáculos a la canalización de la oposición eficiente, también pudiera haberlos bajo la superficie, más formidables, como en el caso de los icebergs. Y es imposible resolver el problema que no vemos. Honduras en realidad necesita cambio, un nuevo tiempo.

Se habla de una convergencia de partidos de oposición y de movimientos sociales que estaría planteando como meta única la salida de JOH, el nombramiento en El Congreso Nacional de un gobierno provisional y la convocatoria inmediata a elecciones previo, sin embargo, reformas electorales que ciudadanicen a la autoridad electoral, depuren el censo y reinauguren la vida cívica como si no hubiera pasado nada. ¿Después de golpe y fraude y muertos y dictadura? JOH ya no es el problema, ya no esta ahí.

El primer problema de la sucesión surge porque nadie cree ya en las elecciones. Y todo el mundo sabe que no hay otro camino. El mayor partido de oposición, por no decir el único en esa condición (el PL es de posicionamiento ignoto y Nasralla acepta que tiene un  proyecto de partido con un nombre improbable) es LIBRE que por razones bien fundadas, descree de una salida institucional a la crisis, planteando en su lugar la insurrección que no detona y exige ¿contradictoriamente? y participa en negociaciones que le otorgan de inmediato una representación propia en la autoridad electoral, lo que no tendría sentido si no se planteara una participación eventual. Porque si se la plantea.

Por supuesto. La pretensión de La Convergencia de alcanzar casi instantáneamente una reforma legal que no se ha podido forjar en décadas y una salida legal al embrollo que ha creado precisamente la dictadura y el control criminal de las instituciones luce ilusa entre temeraria y timorata. Porque a la vez subestima la lógica resistencia de los afectados y supone que, ¿con un cambio de gobierno y de personajes el país podría alcanzar estabilidad y desarrollo y combatir la corrupción? ¡Si aquí se ha visto que la mayor corrupción se reviste de legalidad! Mientras que LIBRE señala la imposibilidad de resucitar una ley que ha perdido toda contingencia de consenso y la necesidad de forjar un pacto social funcional, llamando a detonar una insurrección que establezca otro gobierno al mismo tiempo que se engolosina con pequeños cambios que tampoco le aseguran nada, como Partido –que será minoría absoluta en un tribunal de cinco zombies– ni le resuelven nada al país. ¿Cómo sería ese otro gobierno, de quien?

Por supuesto que hay ciudadanos absolutamente intachables e íntegros que pueden representar a los partidos y a otros legítimos organismos sociales en un Tribunal Electoral confiable. Nadie tendría derecho a objetar una representación de la propia Convergencia, en que pudieran participar todos y ¡hasta Tito!

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Es fácil para los otros convergentes plantear una reforma en que se otorga todo el poder a una innombrada sociedad civil que quiere hacerse la ciudadanía, sin haber demostrado siquiera una representatividad. Porque tienen todas las de ganar y no estarán renunciando a nada. Mientras que LIBRE que tiene la organización relacionada no renunciará a un largamente y recién conquistado representante que -al menos- le informe lo que ocurre. Pero también es evidente que se ocupan mas reformas que la simple inclusión de los opositores reales y depuración de los ficticios. Que se precisa en efecto como antes hemos exigido en el Partido, un acompañamiento internacional que solo podría ser de NNUU. Porque la OEA ha perdido toda credibilidad. Varios países de la región han conseguido transparentar sus procesos electorales, siendo de distintos signos ideológicos y bien pueden apoyar técnicamente el proceso. Pero es un proceso.

La democracia por supuesto tiene que aceptar el límite que es el derecho colegiado de la minoría y el básico de los individuos. Pero no se puede ser democrático a medias. Ni decir que la gente tiene derecho a decidir quien la gobierna, pero no a disponer como. El derecho del ciudadano a opinar si quiere o no una nueva ley y sobre el modo en que debe concertársela no puede si no ser materia de consulta en la primera elección a realizarse luego de caer el dictador. Convénzannos que no, si tienen con que, en las urnas. Toda intransigencia es cómplice. Y divide cuando pregona converger quien exige la renuncia imposible.

Hablando se entiende la gente. Aunque nadie es más inteligente de lo que es en la práctica, ni puede Salamanca hacer por ellos lo que no hizo Natura. En todo caso, hay una conclusión que cualquiera debiera entender como ineludible. Si no se alcanzan estos acuerdos mínimos entre posiciones secundarias, y en función de resolver la contradicción principal, toda la retórica es un aspaviento inútil, y el discurso de oposición vana verborrea. Si no entienden que se necesitan unos a otros los opositores, no equivaldrá su obra más que a castillos en el aire o la arena. Y el terrible fantasma de JOH seguirá asfixiando cualquier otra ilusión.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

2 respuestas

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