La batalla por la justicia

Sequía e inundación por calentamiento global: adaptación y habitabilidad de Honduras

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

en memoria de los mártires de la lucha ambiental, y para sus sucesores

Lo raro en el universo es la vida. No se trata de asumir posiciones fundamentalistas, si no de usar sabiamente los bienes naturales. El problema ambiental está aquí, e incluso se relaciona, según la ONU con la caída y estancamiento de los indicadores del desarrollo humano, empuja un retroceso y a nuevas tendencias migratorias peligrosas. Honduras es solo uno de los países más afectados, y a todos debería preocupar porque se trata de un problema global, al que tendrá que adaptarse el género humano. (Soy optimista, por el planeta y el humano. Hemos evolucionado a través de veinte glaciaciones y calentamientos antes, y sobreviviremos algunos más, aprovechando conocimientos y tecnología nueva). Me preocupa mi país. Si no nos adaptamos, desaparecemos como nación, no porque no entendamos la Inteligencia Artificial, como augura N. Yuval Harari; porque no vamos a producir alimento, ni con qué comprarlo. Y no podemos fingir que no sabíamos o entendíamos. 

Para quienes no habían visto cómo se secaban las quebradas y nos enfermamos nosotros, los árboles y los animales. Los expertos, usando sofisticados modelos computacionales, nos lo han anticipado con lujo de detalle, lo que es casi inevitable ya. Estudios muy serios, para un siglo, de toda la región estiman que la temperatura aumentará 2.5 grados y cambiará el patrón de precipitación mientras que, en las costas, hay que prever aumentos sustanciales del nivel del mar y de la temperatura del agua. Dentro de dos generaciones tendremos un país árido con mares estériles, y a fines del siglo sólo seguirán siendo verdes, ciertas partes del Litoral Atlántico y la Mosquita. Los impactos socioeconómicos de estos cambios climáticos serán profundos, en toda Centroamérica, particularmente para los pequeños agricultores y las comunidades vulnerables de Honduras. Se verán afectadas la pesca, la ganadería, la agricultura, los bosques, todo. Aumentará la pobreza y las presiones migratorias. Podrían perderse además de playas y manglares, los corales y los bancos de peces. Se exacerbarán la inseguridad alimentaria que, por supuesto, no se remedia descombrando bosques vírgenes, como pretenden algunos. Volverá el hambre Tierra adentro, si no encontramos cómo manejar el agua, y no solo en el Corredor Seco, no se podrá vivir.

Ya hay muertos en Honduras por el Calentamiento global, los ahogados del Mitch, también los de COVID y epidemias por vectores agravados, y cada año hay más. Un buscador computarizado advierte que el aumento de las temperaturas, la alteración de los patrones de precipitación y la intensificación de los eventos extremos exigen medidas proactivas de adaptación y creación de resiliencia esenciales, para garantizar la sostenibilidad de las comunidades y economías locales. Se nos va la vida en ello y la paz, porque el problema y los cambios son tan profundos que agravan nuestros desequilibrios estructurales y amenazan con introducir otros, geográficos y tensiones sociales por la sobrevivencia, conflictos por el agua, inevitables. Es cuestión de que nos cale y terminemos de asimilarlo. Que nos preparemos, y hagamos lo que podamos hacer, no para ralentizar el calentamiento, que más bien está en manos de las potencias, sino para adaptarnos al cambio inevitable, para estar ahí antes y después. Podemos hacer mucho. Hay que trabajar.

Mitigar esos impactos exige estrategias de adaptación y políticas públicas astutas, como invertir en agricultura sostenible e inteligente, mejorar la gestión del agua y aumentar la resiliencia de las comunidades, diversificando sus bases productivas. Hay que adaptarse a ciclos de cultivo diferentes, para acomodarnos a cambios en el patrón de precipitación.¡Silvicultura de baja intensidad con cacao y café, frutillas, hongos y hierbas! ¡Agricultura intensiva de invernadero!  Para mejorar la temperatura y el aire, hay que reconstruir el bosque, incluso cederle espacio, concentrando un crecimiento poblacional moderado.  Deberíamos pensar, al final, en cambios de comportamiento y no solo de cultivo, en nuevos horarios y formas de trabajo. Tenemos que restaurar las cuencas degradadas, proteger los humedales, ríos, lagos, bosques, cada quebrada u ojo de agua. Frente a las inundaciones (el anverso de la escasez, el agua de muerte) necesitamos infraestructura para el manejo del agua. No hemos avanzado en eso; nadie va a regalar represas. China puede construirlas, en un dos por tres, cobrar con bonos y usar los espejos de agua.

Hay recursos. La banca mundial tiene dinero para energía limpia, bonos para las economías verde y azul, y para proyectos de negocios que respondan a necesidades sociales urgentes. Hay que aprender a usarlos. Necesitamos más investigación y creatividad científica. Movilidad, salubridad, energía verde, mejor gestión de residuos, construcción inteligente, protección de litorales. Algunas dependencias de nuestro ministerio de ambiente trabajan en ello, otras trabajan en contra. 

También hay que felicitar a la cooperación internacional que de manera consciente y generosa se acerca al país, para apoyarlo con campañas de descontaminación, restauración forestal y asimismo con tecnología para una agricultura más inteligente, con mejora de semillas, sistemas de riego más sostenibles, fertilizantes menos contaminantes y quizás, desarrollo de otros cultivos que aseguren, lo más importante, que es la comida. La FAO, el FIDA y el Programa Mundial de Alimentos ya están trabajando en proyectos para introducir cultivos resistentes y en el desarrollo de sistemas de recolección de agua. En Honduras están trabajando e invirtiendo ya, varios gobiernos coaligados, Corea, notoriamente entre ellos, que contemplan también ayudarnos con la investigación y desarrollo tecnológico rural, RDA y el Global Green Growth Institute, conducido por Ban Ki-moon, incluso sin que aún nos terminemos de afiliar a ese organismo, nacido en ONU. México ayuda sembrando vida. Pero no olvidar que la última vez que se presupuestó construir cosechadoras de agua para el Corredor Seco, JOH ordenó desviar los fondos a las campañas.

No se trata de que los extranjeros vengan a resolvernos el problema, aunque mayormente lo causen los países industrializados. Ni de que solo el Estado resuelva todo. Es un reto mayúsculo. Al final, necesitaremos una población que entienda el problema y exija responsabilidad integral, una comunidad empresarial enterada y dispuesta adaptarse, incorporar la sostenibilidad ambiental en la política pública y el ordenamiento territorial Eso puede tomar tiempo y de inmediato, junto a la cooperación, el gobierno tiene que asumir su responsabilidad, lastimosamente también su papel represivo. De nada sirve tener reservas si no las cuidamos bien.

El gobierno empezó a actuar. Es de felicitar el decreto del Consejo Nacional de Defensa antier, ordenando la protección de los parques contra la negligencia y el abuso. No será suficiente. Aunque se oponen algunos, porque el león y el ladrón creen que todos son de su condición, también parece preparado el Congreso para legislar al respecto, de modo que la judicatura pueda desalentar, sancionar y si es preciso, reprimir daños, porque mucha de la depredación hoy es legal. Cero tolerancias para las negligencias, irresponsables, ignorantes o voraces sean funcionarios o empresarios, alcaldes, campesinos o mareros, blancos o negros, ¡castigo contra el daño a los bienes públicos de la naturaleza! Y educación. Hasta que aprendamos todos a defender la vida, que es lo raro.

Seúl, 24 de mayo de 2024.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

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