no votar por candidatos manchados

Reflexiones sobre la pandemia (41). Las elecciones primarias

 Por:  Rodil Rivera Rodil

He aquí un análisis muy preliminar sobre las elecciones primarias en lo que respecta únicamente al nivel presidencial, para lo que me pareció prudente esperar que se definiera el resultado oficial del CNE, el cual, según entiendo, ya es casi irreversible en cuanto a los ganadores en cada partido, faltando nada más el volumen de sufragios que finalmente le corresponderá a cada uno, el que dependerá de la suerte que corran las impugnaciones pendientes. En todo caso, el CNE deberá hacer lo necesario para restablecer la credibilidad en el escrutinio. He procurado, además, obviar en lo posible el enfoque teórico y concentrarme más en las posibles repercusiones que podrían tener en los próximos comicios generales.

Para empezar, he observado que muchos analistas generalizan cuando se refieren a los responsables de los problemas que han caracterizado el proceso electoral y suelen señalar a la “clase política”, sin hacer ninguna diferencia en ella, como si la oposición -la verdadera- tuviera la misma influencia que el partido de gobierno en el Congreso Nacional, que es donde se toman las decisiones que atañen al mismo.

Se olvida que quien manda absolutamente en todos los poderes del Estado y, por supuesto, en el Congreso Nacional, es Juan Orlando Hernández. Recuérdese que hace un tiempo, cuando ya había sido aprobada la nueva ley electoral por todos los partidos, incluyendo al Partido Nacional, este mandó a llamar a los diputados que le son incondicionales hasta más allá de la vergüenza para ordenarles que cambiaran de opinión. Y que estos, como obedientes perritos falderos, al día siguiente corrieron a retractarse de su voto. El principal causante, pues, -sino el único- de casi todos los contratiempos que ha sufrido el desarrollo de las elecciones es el presidente Hernández. Y no la “clase política” en general.

En el Partido Nacional, Juan Orlando forzó a votar por su candidato a los empleados públicos y a los beneficiarios de sus innumerables y mal llamados “programas de solidaridad”. Gastó millones de lempiras del erario en comprar votos de hondureños necesitados; es muy probable que haya ordenado inflar las urnas nacionalistas y cometido sabe Dios cuántas fechorías más. Pero también hay que reconocerle que, pese al gran desprestigio que ha sufrido en su propio partido, logró controlar el voto duro e imponer a un dirigente de nuevo cuño contra un viejo cuadro, como es el doctor Oliva, que osó intentar volar con sus propias alas. O sea, lo opuesto a lo que ocurrió con Miguel Pastor en las primarias del 2005, en las que, a pesar del fuerte apoyo empresarial que este recibió, fue derrotado por el entonces también presidente del Poder Legislativo, Porfirio Lobo.

En otras palabras, JOH no solo ha resucitado el caudillismo del nacionalismo de la época del general Carías, sino que lo ha sobrepasado con creces, al grado que pudo hacer algo nunca visto en la historia política de Honduras, como fue crear una corriente interna sin candidato y, como el “jinete sin cabeza”, andar con ella de arriba abajo hasta encontrar la de “Papi a la orden”. Toda una hazaña política. Repare el lector en que, bien visto, este señor es un extraño, un “outsider”, dicen ahora, dentro del Partido Nacional. Mucho más empresario que político, como él mismo lo repite a cada rato. Pero, además. ¿Por qué tardó tanto tiempo en negociar con JOH la candidatura? ¿Qué tipo de protección se comprometió a darle para lo que sea que le espera cuando deje el poder?

No obstante. El ahora flamante candidato nacionalista no deja de ser una figura algo enigmática. Tanto que cabe preguntarse: ¿se podrá estar seguro de que, como presidente, será tan incondicional como lo asume todo el mundo? O, por el contrario. ¿Podría dar la misma sorpresa que en 1949 dio Juan Manuel Gálvez al romper con el general Carías, que lo hizo presidente? Esto, si no es que, para suerte suya, los Estados Unidos lo sacan del apuro llevándose antes a Juan Orlando.

Hay algo, sin embargo, que me llama poderosamente la atención. Pareciera que JOH, consciente del gran desgaste que ha experimentado, movilizó al máximo al Partido Nacional y empleó todos los recursos, legales e ilegales, con que cuenta, como si no se tratara de elecciones primarias sino de las generales. Lo que no puede tener otro propósito que transmitir la idea de que el partido tiene un volumen electoral mucho mayor que el que realmente conserva en la actualidad, con lo que busca desalentar a la oposición, alentar a los suyos y tapar el fraude que tiene preparado.

Lo anterior explicaría el nerviosismo y pesimismo que se ha apreciado en los últimos tiempos en muchos dirigentes nacionalistas sobre el resultado de noviembre. Esto, sin contar las cada vez más grandes posibilidades de que la fiscalía de Nueva York se decida a presentar una acusación directa contra él, tal como aconteció con Manuel Noriega antes de la invasión norteamericana de Panamá. En resumen, que no sería extraño que Juan Orlando haya montado un bluf, un timo, para engañar a la oposición y a todo el pueblo hondureño haciéndonos creer que tiene asegurada la victoria, cuando sería justo lo contrario.

Por el lado de Libre. Xiomara Castro es la inobjetable candidata. Los que con mezquindad cuestionan su triunfo no merecen estar en el partido. La novedad relevante es que las corrientes que llevaban distintos aspirantes presidenciales obtuvieron un porcentaje significativo de votos. Lo que se debió, no tanto a la propuesta o al currículo de nadie, como han pretendido explicarlo ciertos analistas, sino al normal requerimiento de sus militantes de fortalecer su democracia interna. No podemos soslayar que Libre, más que un partido clásico, es una especie de frente amplio.

Las decisiones electorales de las grandes mayorías en estos países subdesarrollados siguen siendo tomadas de manera sencilla e intuitiva. No se basan en programas de gobierno. Menos en postulados morales, aunque no los rechazan. Responden, por encima de todo, a la más simple de las expectativas: salir de la miseria. Y, nos guste o no, esto es válido no solo para el pueblo iletrado sino también para los estratos superiores. Pregúntesele a cualquier profesional acerca de las promesas de cualquiera de los candidatos y se verá que no las conoce o no las recuerda. 

El caso del Partido Liberal es más complejo. Aun cuando ya lo indicaban las encuestas, la inusitada rapidez con que el movimiento de Yani Rosenthal creció y aventajó al de Luis Zelaya solo puede explicarse por la errónea lectura que, según me dicen, le presentaron sus asesores del verdadero sentir del liberalismo y del potencial de su rival. Y, entre varias otras, por tres razones torales: la primera, el mensaje de unidad parcial con Nasralla no correspondía al anhelo de las bases de la unidad total para sacar a JOH, en franco contraste con el de Rosenthal. La segunda, un número nada despreciable de sus simpatizantes se pasó a la corriente de Darío Banegas, cuyo discurso, de corte moralista, no era muy diferente del de Zelaya. De donde surge la interrogante: ¿por qué no fueron unidos a la contienda?

Y la tercera, la campaña contra el pasado penal de Rosenthal no incidió gran cosa en su caudal electoral, propio y heredado de su padre, si no es que, más bien, fue contraproducente, dado que mucha gente no vio bien el excesivo rigor que se ejerció contra su familia. De otra parte, las grandes masas que se debaten en la extrema pobreza son casi indiferentes al narcotráfico, para decir lo menos. No se olvide que este ha ayudado a sobrevivir a muchas comunidades, sobre todo de la costa norte de nuestro país.

De cara a las elecciones generales, creo que está claro, por lo dicho antes, que el verdadero candidato del Partido Nacional vuelve a ser el propio Juan Orlando Hernández, ahora bajo el seudónimo de “Papi a la orden”, por lo que, igual que siempre, sobre estas se ciernen todo tipo de trampas y un enorme fraude electoral.

De otro lado. Se abre una nueva posibilidad de unidad de la oposición, aunque bastante precaria. Ya que en Libre hay quienes se oponen a una alianza con Rosenthal y con Nasralla por motivos ideológicos y por la experiencia pasada. Pero también porque muchos se hallan convencidos de que no la necesita para ganar, lo cual no es imposible, pero me parece que sería un profundo error correr el riesgo, por mínimo que sea, de que se frustre el objetivo fundamental del movimiento progresista y de la sociedad hondureña en esta etapa histórica, cual es derrocar a la dictadura.

Pero llegados a este punto, la alianza ya solo cobra sentido con Xiomara Castro a la cabeza.  Rosenthal lo sabe y también que le conviene llegar a un acuerdo con Libre. En primer lugar, porque mejorarían sus probabilidades de alcanzar una cuota de poder, ya que en la cuasi colonia que somos es casi imposible contar con el visto bueno de la embajada para que un candidato con sus antecedentes y sin visa pueda llegar a presidente.

Y, en segundo, porque sería una oportunidad de oro para que el Partido Liberal no siga en caída libre. La fractura que se producirá si Luis Zelaya llega a un arreglo con Nasralla, como este lo ha anunciado, y pide a los liberales que dividan su voto, podría ser la definitiva. Y entonces sería poco menos que inevitable que termine igual que prácticamente todos los partidos tradicionales de América Latina. Que desaparecieron o concluyeron sus días convertidos en “partidos bisagra”. Los liberales deben aprender de la historia, superar esos arranques de nostalgia por las glorias pasadas que les acometen cada vez que hay elecciones y encarar el futuro con frescos y audaces planteamientos.

Y tampoco se puede descartar que, no sin segunda intención, los diputados y otros actores de la corriente de Yani Rosenthal, tanto del lado oscuro como del semi oscuro, le llenen la cabeza de pajaritos pecho amarillo y lo convenzan de que se lance solo a la próxima contienda.

En cuanto a Salvador Nasralla. Si es consecuente con la primordial razón de ser de su partido, que es la lucha frontal contra la corrupción, no debería vacilar en sumarse a la alianza para acabar con el gobierno de JOH, el más corrupto de nuestra historia. Pero también es posible que su ojeriza contra Libre y Rosenthal lo haga seguir otro camino. Pero, tómese nota. Si se va solo corre el serio peligro de ver reducido notablemente su volumen de votación. 

Tegucigalpa, 23 de marzo de 2021

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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Un comentario

  1. «Si se va solo corre el serio peligro de ver reducido notablemente su volumen de votación.» Al contrario. Entendiendo que LIBRE, YANI y «Papi» son secuaces del mismo amo globalista y creaturas del mismo «Pantano»» votantes iran a Nasralla. La pregunta es si Nasralla esta dispuesto a presentar ese argumento al electorado caminando con una vela y siguiendo la misma jugada de «dividir y conquistar», creyendo que podran conseguir diferentes resultados haciendo lo mismo (utilizando la analogia de Einstein).