Por: Víctor Meza
Hay palabras y conceptos que, de tanto ser repetidos, van adquiriendo poco a poco cierta carta de ciudadanía en el contexto del discurso político cotidiano. Se vuelven categorías comunes, infaltables en el lenguaje de los diferentes actores políticos y sociales; nociones indispensables para calificar o descalificar, muletillas inevitables a veces.
Es lo que, a mi juicio, ha sucedido con la expresión “prensa tarifada”. De tanto uso y abuso se volvió concepto clave, categoría con existencia propia en el lenguaje político. No estoy muy seguro de su origen, pero intuyo que fue el Foro Ciudadano, en el texto de sus diferentes comunicados, la primera organización que utilizó esa expresión para referirse a cierta prensa que ha hecho del silencio, la desinformación y la mentira, una especie de caricatura repudiable del fascinante oficio del periodismo.
En un Comunicado bajo el título “El Foro Ciudadano denuncia intolerancia del gobierno”, divulgado a través de dos campos pagados los días 25 y 30 de marzo del año 1999, la conocida organización de sociedad civil escribió lo siguiente al describir los métodos oficiales de intolerancia: “La utilización de la prensa tarifada como jauría de ataque, usando argumentos envilecidos, denigrantes y retorcidos, congruentes con el estilo antidemocrático del ejercicio del poder”. En una Carta Pública al Colegio de periodistas, inserta en campo pagado el día 29 de marzo de 1999, el Foro amplía el concepto de “prensa tarifada” y desmenuza minuciosamente sus formas y contenido.
Desconozco si existe alguna alusión anterior a la “prensa tarifada”, llamándole de esa forma específica, pero creo que fue esta la primera vez que se utilizó el concepto que hoy es fórmula común al hacer referencia a la prensa que desnaturaliza su esencia de contrapoder y se pone al servicio del régimen de turno, previo pago de la tarifa acostumbrada.
Para ser justos, vale decir que en la Carta Pública el Foro hacía una clasificación simple de la prensa local, dividiendo a sus actores en tres grupos específicos: a) “Los que conservan un ápice de dignidad y se avergüenzan de su condición ante una mirada crítica o un comentario oportuno; b) los que disfrutan su deterioro ético y se ganan muy bien el dinero que les pagan, y c) los que quieren conservar la imagen de otros tiempos y de vez en cuando hacen concesiones para tranquilizar su conciencia”.
Nota relacionada “Sin una prensa Libre no hay democracia”: Norma Torres
Como suele decirse, lo triste es así. El periodismo, bien ejercido y profesionalmente respetado, resulta ser un oficio estupendo. León Trotsky, que guardaba un elegante respeto por el periodismo serio y la buena escritura, definió alguna vez a este oficio como “la musa plebeya de la literatura”. Enrique de la Osa, periodista cubano del siglo XX, fue más preciso en su definición: un buen periodista, dijo, debe tener olfato, sagacidad y audacia. Olfato para saber en dónde está la noticia; sagacidad para obtenerla y audacia para publicarla.
La prensa tarifada está lejos, muy lejos, de ser periodismo real. Medra en el silencio y negocia la verdad. Miente por encargo, deforma los hechos y los acomoda a la complaciente visión de quien le paga, es una caricatura repugnante del quehacer de informar. Alguien le ha definido con cierta benevolencia como “periodismo del silencio”, haciendo alusión a su envilecida capacidad de negociar la denuncia, ejercer el chantaje, ocultar la información, maquillarla cuando es necesario y deformarla siempre. El periodista tarifado no informa, mal informa o desinforma. Generalmente opina al momento de relatar los hechos, confundiendo las páginas de opinión con las de noticias y crónicas. La prensa tarifada no sólo es un obstáculo para la conformación de la cultura política democrática, es en verdad una seria amenaza a todo el proceso de construcción democrática en su conjunto. El periodista tarifado hace tanto daño como el policía corrupto, el juez venal o el soldado cobarde. Deshonra la profesión y contamina el ambiente político.
Estas reflexiones resultan oportunas justo en este mes de mayo, cuando se conmemora el día del periodista hondureño. Vale la pena meditar un poco sobre el grave daño que la prensa tarifada le hace a la convivencia ciudadana y al necesario clima de transparencia que debe prevalecer en una sociedad que aspira a ser moderna, pluralista y democrática.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
4 respuestas
Seria hermoso verlo publicado en todos los espacios periodísticos de nuestro país.
Gracias compañero por regalarnos esa pieza que nos recuerda cual es la razón de ser del periodismo. Creo, sin embargo, que el envilecimiento del periodismo no es casual ni arbitrario, parafraseando a Ignacio Ramonet, es un constructo del modelo económico para asegurar que las cosas no cambien y los ricos sigan siéndolo a costa de las grandes mayorías marginadas y excluidas. Pero es posible cambiar eso si estudiamos, sino renunciamos al aprendizaje para saber quienes somos, donde estamos y lo que debemos hacer.
En la actualidad, creo que es más acertado decir » prensa envilecida».
Mis respetos ?
Gracias por refrescar la naturaleza del oficio del periodismo y denunciar sus vicios.
En hora buena, vale la pena decir que los periodistas también están a merced de los dueños del medio que al final define, su política periodística.