discurso de Gustavo Petro en la ONU

Llegó el momento de dar pasos concretos hacia la paz mundial

Por: Irma Becerra[1]

En su libro Ética, Immanuel Kant nos habla sobre los deberes éticos para con los demás atendiendo especialmente al de la veracidad, afirmando categóricamente que la mentira destruye los lazos humanos de una sociedad y denigra al conjunto de la Humanidad. Sobre esto señala: “Manifestar las intenciones constituye la base principal de cualquier tipo de asociación humana y por eso es tan importante que cada cual sea sincero al comunicar sus pensamientos, ya que sin este supuesto el trato social pierde todo su valor” (Kant, Lecciones de Ética, 2022, Barcelona: Editorial Planeta, pág. 269). Esto es así porque sin el valor de la veracidad y la verdad se pierde la confianza mutua y la credibilidad en los principios que deben caracterizar a la sociedad como asociación recta de individuos que se reconocen recíprocamente como humanos sinceros, empáticos y sensibles.

Kant agrega seguido que “sólo se puede juzgar lo que el otro piensa a partir de sus declaraciones, las cuales han de ser fiel expresión de sus pensamientos, pues sin ese presupuesto no cabe instaurar sociedad humana alguna. La congregación en cuanto tal representa únicamente la segunda condición de la sociedad. Pero el mentiroso disuelve esa congregación y es despreciado por ello, ya que la mentira incapacita al hombre para sacar nada bueno del diálogo con su prójimo” (Ídem, págs. 269-270).

Pero los hombres están acostumbrados a ver en la sinceridad plena una falta porque ello supone poner en advertencia a los demás acerca de las propias debilidades, y esa falta de coraje de presentarnos tal cual somos, con nuestras debilidades y fortalezas, es lo que impide el verdadero diálogo entre las personas y las naciones. Por eso señala “[…] ningún hombre es auténticamente sincero” y con ello se pierde la oportunidad de construir relaciones que no conduzcan a la violencia de los sentimientos de culpa y el resentimiento hacia los demás.

Kant se pregunta, además: “Cuando un hombre manifiesta el deseo de revelar sus intenciones, ¿debe llegar hasta el fondo o puede todavía mantener algún tipo de reserva?”, y se responde “Cuando anuncie que va a revelar sus intenciones y, en lugar de eso, haga una falsa declaración, incurrirá en un falsiloquium. Éste también puede tener lugar incluso cuando el otro no pueda presumir que yo estoy expresando mis intenciones […]” (Ídem, pág. 272).

Y continúa definiendo cómo la mentira es una transgresión de toda la humanidad en la persona del individuo que la lleva a cabo: “[…] Ahora bien, en el supuesto de que yo haya anunciado la pretensión de revelar mis intenciones y el otro sea perfectamente consciente de que no tiene ningún derecho a exigirme tal cosa por ser él mismo un embustero, cabe preguntarse: ¿soy un mentiroso? Cuando engaño a alguien a quien me ha embaucado previamente, es cierto que no cometo ninguna clase de injusticia para con esa persona, la cual a su vez no puede quejarse de mi proceder, pero no es menos cierto que a pesar de todo soy un mentiroso, porque con ello he socavado el derecho de toda la humanidad.

Por consiguiente, un falsiloquium puede ser también mendacium -una mentira-, especialmente cuando contraviene el derecho de otro ser humano. No cometo injusticia alguna pagando con la misma moneda a quien me ha mentido siempre, pero sin embargo sí actúo en contra del derecho más elemental de toda la humanidad, pues socavo los cimientos que sirven de base a cualquier tipo de asociación humana, contraviniendo con ello el derecho de toda la humanidad. Por lo tanto, si un Estado ha quebrado una vez la paz, no cabe que otro haga lo mismo como represalia, pues en tal caso no quedaría a salvo paz alguna.

Así pues, no deja de ser una mentira aquello que no contraviene el derecho de una persona determinada, porque pese a todo se trata de algo que es contrario al derecho de toda la humanidad.

Cuando alguien inventa falsas noticias, no juega con ello una mala pasada a nadie en particular, sino a la humanidad en su conjunto, puesto que de universalizarse su comportamiento se frustraría el deseo de saber qué es común a todos los hombres, ya que sólo existen dos formas de aumentar el caudal de mis conocimientos aparte de la especulación: la experiencia y lo que los demás me refieren, y dado que uno es incapaz de experimentarlo todo por sí mismo, no podría satisfacer su afán de saber en el caso de que los relatos ajenos pudieran resultar ser falsos (Ídem, págs. 273-274)”. De ahí que una mentira sea siempre un falsiloquium en perjuicio de la humanidad aunque no sea contrario a un determinado derecho de otra persona.

Hemos traído a colación estos importantes pensamientos filosóficos de una ética universal para toda la humanidad porque el viernes 17 de marzo en curso, la Corte Penal Internacional de la Haya, anunció la orden de arresto y captura de Vladimir Putin para ser juzgado por crímenes de guerra y de lesa humanidad contra Ucrania. La respuesta soberbia por parte de Moscú no se ha hecho esperar, aduciendo que la medida no les atañe porque no se han suscrito al Estatuto de Roma que da autoridad a dicha Corte para actuar internacionalmente. Los rusos han desaprovechado así la oportunidad concreta de responder con pruebas a lo que se les acusa y de no quedar como mentirosos respecto a sus verdaderas intenciones.

Pero, también, y no sin sorpresa nos hemos dado igualmente cuenta de que tanto Estados Unidos de América como China no son signatarios del Estatuto de Roma, por lo que no se pueden juzgar sus actos imperiales, aunque el Estatuto ha sido suscrito ya por 123 países del mundo. La Corte ha tenido efecto al enjuiciar a tres dictadores, tiranos asesinos que han cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad, por lo que podemos afirmar con contundencia que la historia es una referencia moral que no posee solamente carácter simbólico.

Debido a lo anterior y en aras de la terminación definitiva de la mentira en la Tierra y el fin de los conflictos bélicos mundiales como la mayor mentira que nos afecta a todos, sobre todo en la era cuántico-nuclear, pero sobre todo en aras de la credibilidad tanto de Occidente como de Oriente, éste es el momento idóneo para que Estados Unidos de América y China demuestren que no desean la unipolaridad de sus propios países y sistemas, y que están dispuestos a retornar la dignidad a sus aliados del Hemisferio Sur, largamente explotados por sus políticas imperiales. De lo contrario, sin estos pasos concretos de firmar el Estatuto de Roma y someterse a los dictados de la Corte Penal Internacional, dichos países quedarían como mentirosos violadores del derecho de toda la humanidad, ya que seguirían empeñados en actuar sólo a partir de sus propios intereses particulares, cada quien pensando en la unipolaridad y hegemonía del mundo como verdadera intención oculta detrás y enviando a sus propios pueblos al sufrimiento innecesario y no legítimo de la tercera guerra mundial.

Pero, Estados Unidos de América haría muy bien en adelantarse a China y Rusia en dar este paso concreto de suscribirse al Estatuto de Roma y unirse así jurídicamente a la negación internacional de violar el derecho de toda la humanidad, ya que el rechazo a la Corte Penal Internacional y el hablar de juicios particulares estadounidenses nos impide la perfección moral conjunta ya que Estados Unidos de América se atribuye el sólo la facultad de juzgar a los demás, lo que hace imposible cualquier diálogo relacional y social para toda la humanidad. Demuestren, pues, su sincero deseo de paz y restauren su credibilidad porque esta es la oportunidad de que lleguemos por fin a la paz perpetua entre las naciones del mundo y a instaurar la veracidad para superar toda banalización del mal y de la mentira, como bien ha exigido la filósofa española, Adela Cortina. ¡Llegó el momento para la verdad histórica! ¡Llegó el momento para la verdad como el valor supremo de la sociedad humana!


[1] Irma Becerra es Licenciada en Filosofía por la Universidad Humboldt de Berlín y Doctora en Filosofía por la Westfälische Wilhelms Universität de Münster, Alemania. Es escritora, catedrática universitaria y conferencista. Ha escrito numerosos libros y ensayos sobre temas de política, filosofía y sociología.

  • Irma Becerra
    Escritora y filósofa hondureña. Doctorada en filosofía por la Universidad de Münster, Alemania. Es directora de la Editorial Batkún, fundada por su padre, el escritor e historiador hondureño Longino Becerra. Su mas reciente libro “En defensa sublime de la mujer” test10@test.com

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