Por: Efraín Bu Figueroa
No es la primera vez que el Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal realiza expulsión de diputados, lo cual no quiere decir que deba continuarse con esta practica. En la década del 60 del siglo pasado, en el fragor de la lucha interna entre el Rodismo y la izquierda democrática Villedo-reinista, diputados liberales rodistas fueron expulsados por el CCEPL presidido por el villedoreinismo, por no acatar la orden de no incorporarse al congreso nacional que había surgido de las elecciones generales sangrientas y fraudulentas de 1965 donde fue elegido presidente de la Republica el entonces coronel Oswaldo López Arellano.
Tales expulsiones -aunque poco después fueron reintegrados al partido- profundizaron la división interna del PL y tuvieron su efecto en 1971 cuando de nuevo el pueblo fue convocado a elecciones generales donde competían por el PL Jorge Bueso Arias y por el Partido Nacional Ramón Ernesto Cruz. El partido liberal estaba dividido entre el rodismo que era mayoritario y el villedo-reinismo y siendo que el rodismo llamo a sus seguidores a no votar, el PL perdió esas elecciones, quedando la organización diezmada por casi una década.
Decía Karl Marx, que la historia se repite dos veces, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa; para aquellos que se aferran a prácticas de tiempos superados, no creyendo que segundas partes no siempre son buenas. Se anuncia la expulsión de 17 diputados de la bancada del PL en el congreso nacional, por no acatar la línea del Partido sobre temas sensibles de trascendencia nacional y terminar haciendo coro con los nacionalistas, quienes tienen mayoría en el congreso nacional. La verdad es que, desde el golpe de Estado la bancada liberal se convirtió en “furgón de cola” del PN bajo el supuesto de mantener la gobernabilidad del país y desde entonces se han acomodado a los intereses de los nacionalistas. No debemos olvidar que el golpe de Estado se tramo en el Congreso Nacional entre los dos partidos tradicionales, instrumentalizando para la ruptura constitucional a las fuerzas armadas.
De ahí que, esa simbiosis libero-nacionalista ya tiene historia y solo demuestra la decadencia de la organización liberal por el abandono de sus principios, valores e ideología. El entreguismo es tal que es posible que en unos años los liberales podrían ser absorbidos por el partido nacional, regresando a su estado primigenio de principios del siglo veinte. Para el partido liberal, se acabaron los tiempos de las luchas anti dictatoriales, las luchas democráticas y el patriotismo los que fueron sustituidos por el servilismo, el vasallaje y negociaciones de impunidad.
Pero no puede ignorarse el papel reivindicador de Luis Zelaya y ya parece que el liberalismo tiene un nuevo líder en forja, si antes no lo destruye el sistema. Luis Zelaya valientemente ha hecho una revelación publica, sin precedentes en la historia política vernácula, algo que desde hace muchos años se sabía a “sotto voce”. El Partido Liberal es dirigido desde la sombra por perspicacia siniestra, en ocultos oráculos negociadores de poderes facticos, donde elites exclusivas libero-nacionalistas y sus satélites de nuevo cuño, negocian y se reparten en función de intereses políticos partidarios mezquinos que se extienden hasta asuntos de índole personal y familiar, pero nunca en función de construir institucionalidad, una democracia, una nación y una ciudadanía.
El desencuentro de algunos miembros de la bancada liberal y el Consejo Central Ejecutivo, responde a esa maléfica manipulación de los diputados, desde la oscuridad maquiavélica, al mejor estilo del “cariísmo ultramontano” que ha existido en la últimas dos décadas en esa bancada dizque liberal y ha sido uno de los factores importantes que ha contribuido a la debilidad de las instituciones, a la impunidad perpetua en Honduras y a la degradación del propio partido liberal.
Nota relacionada Expulsiones
La expulsión de los diputados liberales no resolverá la deslealtad y la renegación partidaria de estos y más bien contribuirá para que propios y extraños ahonden las divisiones internas junto con la activación desde el gobierno del circo mediático para seguir manteniendo al desbaratado partido, no sabemos por cuanto tiempo, en los confines infernales de la llanura.
Luis Zelaya debe aprender que el mejor juez para escarmentar a la traición es el soberano, en este caso el pueblo liberal. Es el pueblo el que los expulsará y los mandará al desván del olvido en las próximas elecciones internas y nacionales. Ese será el mayor castigo, para estos señores carentes de principios que nunca supieron lo que es ser liberal.
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Un comentario
Excelente columna Sr. Bu Figueroa. Era algo necesario y se tenia que hacer. Parte de «Drain the Swamp» en Honduras, comenzando do drenando el PL de creaturas nefastos que son parte del pantano hondureno.