Por: Elliott Lau
Entiendo Academia en un sentido amplio: abarca tanto la institucionalidad de los saberes, como el desenvolvimiento histórico del esfuerzo intelectual en una nación o pueblo. De este modo, hablamos de la producción, reproducción, desarrollo, enseñanza y crítica de las ideas, la ciencia y la técnica en institucionalizada de la comunidad del conocimiento en una determinada sociedad. En Honduras se manifiesta sobre todo en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, que lidera las políticas de educación superior, la ciencia y la formación (Art. 160 de la Constitución).
Irma Becerra, a partir de un concepto trazado por la periodista hondureña, Thelma Mejía, quien define a Honduras, “como el país de la opacidad”, ha desarrollado la concepción de «opacidad» como situación actual de nuestra nación, un estado social donde reina la corrupción sistemática, el ocultamiento malintencionado de la verdad y la deliberada destrucción de la autonomía emancipadora a favor del servilismo y la indiferencia. Parecería un sinsentido hablar de «la opacidad en la Academia», siendo que la educación y la generación de ideas dispersan la oscuridad de la ignorancia, y promueven el alumbramiento de la autoconciencia al revelar el ser real de las cosas y las personas; incluso nuestra universidad alude en su lema a dicha luz del conocimiento: lucem aspicio. Como ente de vanguardia tiene la misión constitucional de aportar luz a los problemas de país. Antepondré un «supongo» a lo anteriormente dicho, pues podemos percibir claramente la opacidad del sistema dentro de la misma academia. Esta contradicción me llama mucho la atención: ¿Cómo surge la opacidad académica? Tiene que ver con el concepto de ideología: entiendo ideología como la relación imaginaria entre los individuos y su realidad, de carácter antihistórico y se manifiesta en las prácticas socialmente compartidas de un grupo, especialmente sobre otro. Debemos tener en cuenta el factor ideológico imperante, capaz de introducirse en todos los estratos y formas sociales; así como que el carácter social y estructural de la academia dentro de una sociedad necesariamente reflejará el estado de cosas del universo social a la que pertenece.
Podemos identificar la opacidad en la academia hondureña como proceso ideológico principalmente en dos factores: el cinismo académico y la indolencia instrumental. Esta estructura teoría-práctica de la opacidad es guiada por la intencionalidad de la ideología imperante, que busca una población indolente de pensamiento y cínica en acciones. En este contexto, el ser cínico es el estado alienado de la misma razón de ser del académico quien ve a la academia como una isla, un territorio libre de los vicios y los problemas de país. Esto genera una indiferencia del académico, del técnico, del científico, del pensador y del artista: mientras esté dentro de la academia, puedo tranquilamente sostener un mundo ficticio donde los quehaceres académicos no constituyen asunto de interés para la sociedad y para el país. Esta desmovilización de las posibilidades de la comunidad del conocimiento perpetúa lo que Irma Becerra (1999) considera una posición «tradicionalista» dentro del contexto educativo. Considero que es consecuencia de la forma ideológica en que se concibe el conocimiento: desligado de su valor histórico y social, se reduce su campo de acción y se neutraliza su capacidad de reflexión, así como su capacidad de emancipar conciencias. Es necesario que se limite el ejercicio de la Academia a las sombras, para que perpetúe un sistema que funciona por la opacidad. La indolencia instrumental es poseer todo el conocimiento teórico (científico, cultural, filosófico, etc) y permanecer en un pueril estado de banalidad: la profesionalidad y el saber solo se instrumentalizan para volverse indolente e insensible al caos de la opacidad que nos rodea.
Por otro lado, tenemos la legitima necesidad de una aletheia, un descubrimiento de la academia o lo que Irma Becerra denomina «cultura de la luminosidad»:
“Contrario a la incultura de la opacidad, la cultura de la luminosidad se puede definir como aquel modo de vida decente que tiene el valor de vivir los valores y de respetar los principios y las leyes de verdadera legalidad y legitimidad. Es, pues, el conjunto de hábitos, costumbres y tradiciones que no dañan ni destruyen a la persona humana y que se basan en esfuerzos, sacrificios y coraje ciudadanos por lograr edificar el bienestar común inclusive con leyes que benefician a toda la sociedad y que no solamente protegen a un grupo determinado o a un individuo en particular” (Becerra, 2020).
Esta luminosidad tiene una característica esencial: se fundamenta en la reforma de la cultura misma, al exigir un cambio de ideales, prácticas e intereses individuales y sociales, intrínsecos en las formas materiales y espirituales de nuestro país. Apelar a la luminosidad es acto, es descubrir lo que oculta la opacidad con el fin de actuar como verdadera ciudadanía, y lograr una transparencia de acciones y resultados beneficiosos para todos y todas, a la vez que construimos los individuos en sus deberes y derechos como seres racionales, sentientes y libres.
Como mencioné anteriormente, este cinismo e indolencia del académico y la académica es consecuencia del proceso ideológico que invade otras esferas sociales y genera condiciones de opacidad a nivel gubernamental, institucional, social y personal. El punto de partida contra la opacidad no es la aceptación pasiva de dichas condiciones (lo cual nos hace caer en un cinismo e indiferencia ideológica y dócil), ni siquiera la simple acusación activa (lo cual nos lleva a un conformismo inconsciente de carácter derrotista y reaccionario) sino la superación en el total rechazo de la opacidad en la práctica utópica de la luminosidad o la utopía lumínica como alternativa. Esto constituye un tercer momento de reconstrucción creativa: pasamos de la aceptación de la opacidad como realidad actual, de la acusación de los elementos que causan la opacidad, reconociendo que constituyen los momentos aún inmersos en la forma ideológica de la opacidad misma, mientras que el momento de la práctica teórica, y la teoría práctica de la acción utópica de la luminosidad es la que puede, por primera vez, constituir una nueva forma de mundo lumínico y más humano.
Pero es claro que no cualquier acto constituye una praxis utópica, sino solo aquella mediada por la conciencia relacional como base racional y por el deseo de reconstrucción de humanidad. De ahí que se abogue por una praxis utópica en la capacidad constructiva contra la opacidad, pues la opacidad en si misma engendra la visión corta, que no abarca al otro, este solipsismo de condiciones socioeconómicas y culturales va de la mano por una impronta de muerte, de esterilidad humana y de dogmatismo. Contra ello, la manera racional de establecer una lucha es aquella práctica que reconstruya la idea de individuo, no como una isla, sino como un nodo en una red comunitaria, donde todas y todos constituimos tanto seres individuales como sociales, que abogue por la vida como valor y como experiencia digna, una práctica que incentive la creatividad, el desarrollo humano y el diálogo como forma viable de superación emancipatoria.
Hoy, la opacidad institucionalizada en el régimen atenta contra los últimos espacios que aún luchan por los sueños de una Honduras lumínica, pues los enemigos del pueblo buscan roer una a una las últimas instituciones que puedan generar crítica y resistencia frente a los mecanismos generadores de cinismo e
indiferencia generalizada. El ataque a la autonomía de la Universidad no es un mero formalismo, es un ataque abierto contra la posibilidad de autonomía del pensamiento hondureño y los actores de dicha resistencia: las y los estudiantes y docentes; es decir, de los pensadores, formadores, críticos y futuros profesionales que, desde el ámbito académico, como vanguardia de la mayoría, podrían criticar y contradecir un código penal de la corrupción, una pseudo institucionalidad autocrática, un régimen de opacidad.
Referencias
Becerra, Irma (2020). La rebelión de la luminosidad: un proyecto contra la opacidad.
https://criterio.hn/la-rebelion-de-la-luminosidad-un-proyecto-contra-la-opacidad/
(2020). https://criterio.hn/es-opaca-la-sociedad-hondurena-un-debate-sobre-la-dialectica-de-la-luminosidad/
(1999). Educacion integrativo-reconstructiva. Principios de una filosofía social y educativa de la hondureñidad para el fortalecimiento democrático de la autoconciencia ciudadana. Tegucigalpa: Editorial Baktún y Friedrich Ebert Stiftung.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
Un comentario
El pensamiento critico es fundamental en una sociedad carente de oportunidades,mas aún cuando los gobernantes aprovechan de sus cargos con fines lucrativos y menospresiando al mas nesecitado y menos educado.Las acciones beligerantes del pueblo unido son las que provocan cambios radicales en las estruturas del Estado para el beneficio de las mayorías, o sea el pueblo.