Ramón Custodio López: Su esencia y su existencia

Chile: El velo de la ignorancia

Por: Pedro Morazán

La muerte de una persona con la cual se vivieron momentos y espacios importantes de la vida, deja siempre un vacío incalculable. Tuve el honor de conocer al Dr. Ramón Custodio López en 1980, año en el que la represión y la muerte asolaban a Honduras. Nos encontramos primero en Münster, la ciudad de la Paz Westfálica y un año más tarde en Tegucigalpa, donde me recibió en su laboratorio situado frente a la Iglesia Los Dolores.

No eran tiempos fáciles aquellos. Bajo el mando del coronel Gustavo Álvarez Martínez y con el fuerte apoyo del Comando Sur del ejército norteamericano, Honduras se había convertido en la base de operaciones antisubversivas del Departamento de Estado de los Estados Unidos contra Nicaragua y El Salvador. Junto con otros tres abogados, Ramón Custodio López inicio acciones para proteger los derechos de un sacerdote estadounidense que fue deportado de Honduras en 1979, el padre James Francis “Guadalupe” Carney. El Padre Lupe, como le llamábamos cariñosamente, estaba completamente identificado con el sufrimiento de los campesinos pobres del norte de Honduras. Como tantos otros sacerdotes en Latinoamérica había identificado su misión en la opción preferencial por los pobres. Ya en Honduras se había vivido el asesinato de los líderes religiosos como el padre Iván Betancurt y campesinos en lo que se conoce como la masacre de Los Horcones en 1975.

“Lo voy a invitar a cenar a ‘El Patio’ Pedrito”, me dijo, “pero venga con su acompañante alemana” insistió. Como habíamos acordado, llegamos a las 7 pm, Silke Becker y yo. Mi sorpresa fue grande cuando vi salir de alguna habitación de su casa a un dirigente estudiantil, cuyo nombre se me escapa, de apellido Zelaya, que, según había leído en la prensa, estaba siendo buscado por la policía. La idea era salir con él para “lavarlo”, aprovechando la presencia de aquella ciudadana alemana que ignoraba, más que yo, los planes del Doctor. Salimos “escoltados” por agentes de la temible Dirección de Investigación Nacional (DIN), desde la Plaza Los Dolores hasta el Restaurante El Patio, en el Barrio Abajo. Debo confesar que no nos mostraban cara de buenos amigos aquellas “figuras de desagradable demencia”. Ese pequeño paseo le salvó la vida a aquel estudiante que, según supe años más tarde, murió en el exilio en París y se convirtió para mí en el inicio de una nueva etapa política.

Ya desde entonces organizamos junto con Sonia Zelaya, Silke Becker y el Dr. Ricardo Lagos Andino el Comité de Solidaridad con Honduras en la ciudad de Münster. El objetivo central de nuestra organización fue el de apoyar el trabajo del Comité de Derechos Humanos de Honduras (CODEH) por medio de recursos económicos y trabajo de incidencia política en Alemania y Europa. A partir de entonces las giras del Dr. Custodio por Alemania y Europa denunciando la extrema violación de los derechos humanos en Honduras, tenían lugar por lo menos una vez al año, con nuestro apoyo. Los informes ante la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra eran una de las actividades más importantes en las giras. Pero también la incidencia política ante parlamentarios, ministros y organizaciones no gubernamentales.

Lamentablemente no se pudo salvar la vida de todas las víctimas. Como bien se sabe fueron asesinadas muchas personas en esa época obscura de la historia hondureña. Pero nos dedicábamos a tiempo completo a nuestra labor de solidaridad por una Honduras democrática. Quizás valga la pena mencionar un caso paradigmático. La dirigente estudiantil Inés Murillo Schwaderer, secuestrada por los escuadrones de la muerte dirigidos por Álvarez Martínez estaba en la lista de las personas desaparecidas. Inés era de origen alemán, lo que nos abrió la posibilidad de incidir directamente en el gobierno alemán para que interviniera más activamente ante las autoridades hondureñas. Su madre estuvo varias veces en Alemania y junto con el Dr. logramos algo que para nosotros parecía increíble: Inés Murillo apareció con vida y pudo salir del país rumbo a Alemania.

UNA VIDA DEDICADA A LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA

Al calor de uno que otro vino, solía escuchar yo algunos datos de su biografía que quisiera rememorar, sin ánimo de ser preciso. Había nacido en el seno de una familia acomodada en 1930 y ya a la edad de tres años tuvo que emigrar por un año con su familia a causa de la persecución de su padre por la dictadura. Al regresar, su madre lo matriculó en una escuela pública donde pudo ver también las penurias de los niños más pobres que él. En el mismo año de la gran huelga bananera, me decía, terminó sus estudios de medicina y organizó una brigada médica para atender a gente pobre en la Costa Norte de Honduras. “Mi tarea me metió rápidamente en problemas. Pasé una prueba para estudiar en Estados Unidos, pero me dijeron que no tenía ninguna posibilidad de conseguir un visado para Estados Unidos. Así que me fui a Londres para seguir formándome en patología.”

Al regresar a su tierra abrió un laboratorio médico en 1959 que, junto a una consulta médica, y algunas clases en la universidad durante quince años, le permitió tener una vida relativamente tranquila. El Dr. Custodio fue también presidente del Colegio de Médico de Honduras durante varios años. Esto no le impidió mantenerse políticamente activo, sin ser miembro de ningún partido político, por entonces. Al mismo tiempo, la presión de la policía y el ejército aumentaba: cada vez se sentía más vigilado. Tenía que hacer algo para protegerme.

Ya desde los años 70 trabajó principalmente con trabajadores agrícolas, sacerdotes y laicos de la iglesia, con estudiantes, profesores y algunos abogados. En la década de los 80 con el apoyo de mucha llegó a crear una red con presencia en los 18 departamentos del país, que denunciaban en tiempo real las violaciones de derechos humanos. El CODEH reunía informaciones de todas las violaciones de los derechos humanos en 24 horas, independientemente del lugar donde se hubiese producido el delito. Este «sistema» de informantes y mensajeros ponía en aprietos a los militares. En Alemania recibíamos la información de inmediato y hacíamos las denuncias ante las organizaciones internacionales de derechos humanos.

Se llegó a crear un centro de documentación en el que se registraban todos los casos, se recogían las declaraciones de los testigos de cada caso y se redactaban protocolos. Era un trabajo sumamente profesional. Se publicaba un informe anual que también se enviaba a las Naciones Unidas y a la Organización de Estados Americanos. Amnistía Internacional también citaba las informaciones suministradas por CODEH. Por último, fueron formados en seminarios a los llamados «abogados del pueblo», que podían ayudar a los presos políticos en todo el país.

CAMINAR SOBRE LA CUERDA FLOJA

El Departamento de Estado, ofuscado en la nefasta “Política de Seguridad Nacional” de aquel momento, lo acusaba de “comunista”. Ramón Custodio no era comunista. En muchas ocasiones respondía que lo que hacían era destruir su credibilidad como un luchador por las libertades individuales. “Si me llamas comunista, eres -moralmente- responsable de mi asesinato. Estás creando el clima, estás creando las condiciones para que me maten», así les respondía en su momento.

Pero no solamente con el Departamento de Estado norteamericano tuvo sus roces. También los representantes de las organizaciones guerrilleras de aquel momento, no veían con mucho agrado su neutralidad. En momentos de alta polarización política, un trabajo serio y objetivo era sumamente difícil, pero gratificante, me decía.

Llegamos a desarrollar una buena amistad. Y como todas las buenas amistades basada en el respeto por las ideas y las posiciones del otro que afortunadamente no siempre son las mismas. Nuestra relación fue de respeto mutuo. Ramón Custodio era un amigo fiel y por eso es muy apreciado por mi familia en Santa Lucía. Mi madre y mis hermanas también le adquirieron mucho respecto porque supo estar siempre con ellas en los momentos difíciles que no han sido pocos.

La muerte, como el nacimiento, solía decir el gran filósofo existencialista Jean Paul Sartre, es “inesperada y absurda. Se nace sin motivo, se muere por casualidad. La muerte le quita al hombre su libertad y anula todas sus posibilidades de realización. Nos arroja como presa a los vivos, a merced de sus juicios.” Se fue un gran hombre que nunca de dejó de soñar, así fue el Custodio que conocí. Insisto, tuvimos diferencias políticas, especialmente en los últimos años. En vida tenemos que afrontar nuestras opciones con valentía. Creo que así lo hizo el Dr. Custodio y por eso merece mi respeto y admiración.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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