Tegucigalpa. –Al tiempo que la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, ingresaba al estadio nacional en Tegucigalpa como invitada especial en la toma de posesión de la presidenta Xiomara Castro, miles de hondureños, que se hicieron presente al recinto deportivo, clamaban a una sola voz “llévense a JOH, llévense a JOH”.
Durante años, el grito de “¡Fuera JOH!” se convirtió en el lema de un pueblo que demandó la salida del poder del entonces gobernante hondureño, Juan Orlando Hernández, “JOH” como popularmente se le conoce.
El décimo quinto de 17 hermanos, llegó a ser electo congresista del conservador Partido Nacional en 1998, cargo en el que logró ser reelecto por tres periodos de gobierno; en el último (2010-2014), ascendió a la presidencia del Poder Legislativo desde dónde se catapultó para luego llegar a la presidencia de Honduras durante los periodos 2014-2018 y 2018-2022.
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Bajo su lema “voy a hacer lo que tenga que hacer”, su poderío político y económico le permitió consumar un fraude electoral en las elecciones de noviembre de 2017, año que se comenzó a especular localmente sobre su presunto involucramiento en la narcoactividad, sumado a casos de corrupción.
“El indómito” como se hacía llamar en varios de sus discursos, se instauró de forma ilegal y arbitraria en la presidencia de Honduras para el periodo 2018-2022 en el que enfrentó la muerte de su hermana Hilda Hernández y la captura de su hermano Juan Antonio “Tony” Hernández por narcotráfico y quien el 30 de marzo de 2021 fue sentenciado a cadena perpetua más 30 años de prisión.
En los juicios desarrollados en la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York contra los narcotraficantes hondureños Devis Leonel y Javier Rivera Maradiaga, exjefes del cártel de Los Cachiros, que se entregaron a la justicia estadounidense en enero de 2015; también, los narcotraficantes Alexander Ardón, conocido como “Doble A”, Víctor Hugo Díaz Morales alias “el Rojo” y Geovanny Fuentes Ramírez, el denominador común siempre fue JOH.
Hernández no solo utilizó recursos públicos para financiar sus campañas políticas, tal y como lo confesó en junio de 2015, cuando se descubrió el colosal saqueo al Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS). También se benefició de la narcoactividad al recibir millonarios sobornos de los criminales a cambio de otorgar protección para las actividades delictivas, según testimonios de varios de los narcotraficantes.
El régimen despótico y tirano que fundó JOH, reprimió y criminalizó a la ciudadanía que protestó y exigió su renuncia en muchas ocasiones.
Para el caso, tras los comicios en 2017, al menos 23 personas fueron asesinadas por parte de los entes de seguridad del Estado que fueron cooptados, maniatados y puestos a disposición de la narcoactividad.
El rosario de señalamientos y acusaciones contra Hernández, sus aliados y la mayoría de autoridades y miembros del conservador Partido Nacional, organización política que permitió erigir su estructura criminal, permitieron que el pueblo hondureño acudiera de forma masiva a las urnas, lo que permitió un nuevo gobierno al mando de Xiomara Castro.
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27 de enero, mientras Castro asumía la presidencia, de manera simultánea Hernández buscaba protección como diputado del Parlamento Centroamericano sin conocer que al mismo tiempo la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York presentaba la acusación formal en su contra.
“¡Llévense a JOH!” era el grito al unísono de los hondureños que presenciaron la asunción de Castro, clamor que se volvió realidad al concretarse este jueves la extradición de Hernández hacia Estados Unidos donde enfrentará un juicio por delitos de tráfico de drogas, uso, posesión y tráfico de armas de fuego y artefactos explosivos.
Al término de sus mandatos, la pobreza en Honduras cerró en 74%, de estos, el 53% en pobreza extrema, la deuda pública alcanzó los 305,884 millones de lempiras (USD 12,500 millones) que representan el 48.59% del Producto Interno Bruto (PIB).
Su gobierno ha sido catalogado como el más corrupto de la historia de Honduras, al extremo que se cuantifica que por corrupción se malversaba al año más del 13% del PIB.
Durante su gestión los hondureños migraron en caravanas hacia Estados Unidos, huyendo de la pobreza e inseguridad generada por las maras y pandillas y por el crimen organizado en general que se instauró en Honduras.
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“¡SE FUE JOH!”
“Se fue el indómito, el narco, el que vendió nuestro país a pedazos, el títere de la banca, que es la verdadera dictadura, el asesino, el usurpador, el dictador, la representación principal del mal que es el Partido Nacional. Hoy sí, por todos los muertos: Fuera JOH”, fue el mensaje de un hondureño que se expresó a través de redes sociales sobre la extradición de Hernández.
“Se fue JOH”, se convirtió en la expresión de la mayoría de hondureños que reflejan júbilo, pues ven la oportunidad de encontrar justicia en un país lejano al que habitan en el que Hernández no fue judicializado por los crímenes, abusos y arbitrariedades que ejecutó.
Será la justicia estadounidense a la que se enfrentará y que podría sentenciarlo, al igual que a su hermano Tony, a más de una cadena perpetua y 30 años de prisión por los cargos que se le atribuyen.
Los retos en Honduras hoy son enormes, pues las secuelas negativas siguen incólumes ya que Hernández solo es un eslabón de una estructura que se ha incrustado en todos los sectores y a todos los niveles.
