Víctor Meza
Este título podría prestarse a confusión. Por ejemplo, podría creerse que se trata de una unidad militar compuesta por fuerzas especiales, dispuestas siempre a arriesgar audazmente sus vidas para alcanzar sus objetivos. Pero no, no se trata de eso. Escribo sobre la unidad de las fuerzas políticas locales en la fase posterior a las elecciones internas y primarias del pasado domingo 14 de marzo.
Lo que sucedió ese día, con el desorden y el malestar incluidos, se veía venir. La cuestionable gestión de los ciclos previos del proceso electoral y el comportamiento un tanto errático y caprichoso de los principales gestores de ese mismo proceso, eran razones suficientes para tener dudas y temores, malos presagios sobre la marcha de los acontecimientos y, en especial, sobre la credibilidad de los resultados finales. Qué pena, porque lejos de avanzar en la construcción de la democracia, a muchos nos ha quedado el amargo sabor de un lamentable retroceso.
La oposición, tal como lo habíamos ya previsto, sale más dividida que antes del domingo 14 y con grietas adobadas por el insulto, la descalificación grosera y la maloliente calumnia. Son heridas que no cicatrizan fácilmente, aunque, a veces, la hipocresía inevitable de la relación política hace que sus autores simulen y finjan concordia y reconciliación. Pero no hay tales, la división es hoy más profunda y sólida que antes.
Y si las cosas son así, eso quiere decir que la unidad de la oposición se vuelve más difícil y tortuosa. Una tarea que requiere esfuerzos especiales, visión estratégica, cierto desprendimiento elegante y, por supuesto, habilidad negociadora que no siempre es virtud visible ni atributo abundante. Las denuncias de fraude y el rechazo justo a la manipulación tramposa de actas, credenciales y urnas, han empañado la calidad del proceso y mermado sustancialmente la credibilidad de sus cifras. Y, como ya se sabe, a menor credibilidad, menor legitimidad social y política. La pérdida de legitimidad de origen está en la raíz misma de la futura ingobernabilidad y de la inevitable conflictividad política. Se avecinan tiempos duros y conflictos incesantes.
Estas elecciones han dejado muchas lecciones y variadas enseñanzas. Demostraron, por ejemplo, que no todo lo que creemos nuevo es forzosamente novedoso; que hay partidos de reciente creación que arrastran consigo los viejos vicios de la tradición, el ancla pesada de la antigua cultura política, signada por estilos que no son precisamente democráticos. Es lamentable comprobar la forma en que sobreviven y se multiplican con renovada precisión las costumbres del asambleísmo sindical trucado, el sectarismo insufrible de cierta izquierda petrificada, las manías tramposas de los que vienen de la tradición bipartidista, los aprendices de “activistas”, clonados todos desde los modelos del binomio libero-conservador.
La división que vemos en las filas del viejo liberalismo apunta más allá de la simple grieta orgánica en la estructura partidaria. Es algo que tiene que ver con la ética, con la desintegración moral que ha contaminado la política y la mantiene sumida en un estercolero en el que se mezclan buenos y malos, decentes e indecentes, militantes probos y delincuentes atrevidos. Es un espectáculo de “strip tease ético”.
Y qué decir de los otros, de los mal llamados “nacionalistas”, políticos sin soluciones nacionales. Orgullosos de su verticalismo y rígida disciplina, más parecidos a un cuartel o a un convento, en donde está ausente el pensamiento crítico y la duda cuestionadora de todo ser pensante. También en sus filas ha aparecido el virus de la división, aunque la obediencia acrítica de su militancia pretenda en vano mantenerla oculta, escondida, guardada bajo la alfombra en donde se acumula la incómoda basura.
En un clima semejante, con actores tan dispersos y crispación latente, cada día hay menos condiciones para conformar un bloque unitario de oposición, capaz de dar al traste con un gobierno que nos avergüenza a todos y que, con su sola presencia, nos ofende y desprestigia a diario.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
3 respuestas
La ambición de cada mesías opositor , incapaces de buscar puntos de coincidencia y de renunciar a sus posiciones personales , pavimentada la re elección y perpetuación del narco gobierno . O se ponen de acuerdo o se hunden llevándose consigo a todo un pueblo merecedor de mejores líderes , pero también culpable de su destino .
No fue suficiente llamar a elecciones. Ni una constituyente en el gob Rusuco . Era necesario haber dejado cubierto. Todos los baches en la carretera de la demococracia , sin duda algunos le llaman baches de las leyes para sacar ventaja inmediata o en un futuro no muy lejano , ahora nos toca pagar los efectos , de la segera Mental y ignorancia de esos tiempos , de los legisladores.
al tomar ese análisis , sin duda nos demuestra las raíces de la democracia se encuentran ya empantanadas y como es normal en una sociedad. Dependiente. De bienes y servicios acomodarse. O. Pagar los cambios necesarios requerirá de sacrificio .