Leisy Flores, periodista hondureña y madre de dos hijos, tuvo que abandonar su país tras recibir amenazas de muerte por su trabajo. Su historia refleja la grave crisis de seguridad que enfrentan los comunicadores en Honduras, donde denunciar abusos de poder y violaciones de derechos humanos puede significar el exilio forzado o la muerte
Tegucigalpa, Honduras. – En un país donde el periodismo se ha vuelto una profesión de alto riesgo, la historia de Leisy Flores, una joven periodista y madre de dos hijos, nos cuenta la cruda realidad del desplazamiento forzado. Amenazada por su labor y desprotegida por un mecanismo de seguridad debilitado, Leisy se vio obligada a abandonar todo en busca de un futuro seguro para su familia.
“No encontré una garantía de seguridad en el Estado ni en nadie, me sentí desprotegida”, relata Leisy Flores, a través de una comunicación con Criterio.hn vía llamada telefónica.
Leisy Flores, con una carrera prometedora en el periodismo hondureño, dedicó años a denunciar las injusticias y los abusos de poder el país que en ese momento era gobernado por Juan Orlando Hernández –condenado en Estados Unidos por delitos del narcotráfico—. Con micrófono en mano, su voz se alzaba para informar las múltiples violaciones a derechos humanos, principalmente en el periodo de la crisis post electoral cuando el pueblo hondureño salió a las calles a protestar por el fraude electoral en 2017 y que le permitió la reelección a JOH.
Sin embargo, el precio de su valentía fue alto. Las amenazas comenzaron a llegar, primero de manera sutil y luego de forma directa. Contó que mientras se desarrollan las protestas, en una noche, fue despertada por los gases lacrimógenos que lanzaron al interior de su casa. “Nos estábamos asfixiando con mis hijos, eso fue lo que nos despertó. Fue terrible”, recuerda.
“Cuando sos (eres) oposición a un gobierno, las amenazas vienen de cualquiera”, refiere la periodista que laboraba para el canal UNETV, pero hasta la fecha se desconoce el origen de las amenazas.
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OBLIGADA A HUIR
El desplazamiento forzado de periodistas en Honduras es una crisis silenciosa que necesita urgentemente ser visibilizada y atendida. De acuerdo con el Comisionado Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), entre el 2016 y el 2024, al menos, 123 periodistas y comunicadores sociales denunciaron, estar en riesgo o ser víctimas de desplazamiento forzado por violencia.
En 2018, a raíz de la agresión –que no tuvo mayor investigación—, las múltiples amenazas de muerte que recibía en su teléfono celular y a la incompetencia del Mecanismo Nacional de Protección para Defensores de Derechos Humanos, Periodistas, Comunicadores Sociales y Operadores de Justicia, Leisy se vio obligada a huir de su país.
Después de las amenazas, el Mecanismo Nacional de Protección, llevó a Leisy y a sus hijos a una casa de seguridad. –La casa no tenía ninguna medida de seguridad, fácilmente se podía saber quién estaba adentro—. “No dormía pensando que en cualquier momento podían llegar a hacerme algo a mí y a mis hijos”, confiesa.
Pasó un mes en aquella casa sin tener mayor certeza de su futuro, obligada a renunciar a su trabajo y con el miedo a flor de piel Leisy Flores tomó la determinación de emprender la ruta migratoria, sin tener tiempo siquiera en meditar en los riesgos a los que se enfrentaría. Únicamente quería proteger a sus pequeños hijos.
“La razón principal por la que me fui, fue por miedo a ser una estadística más de crimen y asesinatos en Honduras” confesó a Criterio.hn
En la travesía que duró al menos 25 días, que Leisy cataloga como una tortura y una pesadilla, confiesa que se le acumuló otro miedo: el no saber si iba a llegar viva con sus hijos a un nuevo país debido a los múltiples riesgos que existen en la ruta migratoria. Durante su camino, viajó en un camión repleto de personas, comenzó a falarle el aire, y pensó que ese sería su último aliento. Después de esa experiencia, señala que pensó en regresar y no continuar en el camino de riesgo, sin embargo, dice –Decidí continuar porque igual, si regresaba a mi país iba a pasarme lo mismo, era seguro que sería una estadística—.
El exilio no fue una decisión fácil. Dejar atrás su tierra, su gente y su profesión fue un sacrificio doloroso.
En Estados Unidos, Leisy tuvo que reinventarse. Cambió el micrófono, el lápiz y la libreta por utensilios de limpieza, desempeñando trabajos de mantenimiento para sostener a sus hijos. “Es una realidad dura. De ser una voz crítica en mi país, pasé a limpiar baños, algo que nunca había hecho. Pero al menos aquí estamos seguros, hay un futuro para mis hijos” comenta, sin perder la esperanza de encontrar la manera de ejercer la profesión, que confiesa es su pasión y que estudió pesando en ser una profesional “útil” para su país.
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PROFESIÓN BAJO AMENAZA PERMANENTE
Los periodistas en Honduras se encuentran entre los grupos más afectados por el desplazamiento forzado. La labor de informar sobre la corrupción, la violencia y las violaciones de derechos humanos los coloca en una posición de alto riesgo. Muchos han sido objeto de amenazas, agresiones y hasta asesinatos, lo que los obliga a huir para proteger sus vidas y las de sus familias. Esta situación genera un entorno de autocensura y silencia muchas voces críticas, debilitando el papel fundamental de los medios de comunicación en la sociedad.
La historia de Leisy es sólo una entre muchas. Según informes de organizaciones internacionales, Honduras es uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en América Latina.
El informe de Reporteros sin Fronteras, en la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2024: los peligros de la industria del engaño, ubica al país centroamericano en la posición 146, además destaca que en las Américas, la imposibilidad de los periodistas de cubrir historias relacionadas con el crimen organizado, la corrupción o el medio ambiente, por miedo a represalias, es un problema de primera magnitud.
Y aunque la comunidad internacional ha manifestado su preocupación, por los riesgos, las soluciones tardan en llegar. Mientras tanto, periodistas como Leysi Flores siguen abandonando su patria, llevando consigo las cicatrices de un sistema que no supo protegerlos.
Para Kathryn Lo, representante de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Honduras, la labor de las y los periodistas es un elemento fundamental para la defensa de los derechos humanos. Pero lamenta que, en ocasiones, “las amenazas y actos violentos en contra de quienes ejercen la profesión muchas veces les obligan a abandonar sus labores y sus hogares”.
En ese sentido, remarca que la protección para los y las periodistas “es clave para garantizar una prensa libre, pilar esencial de la democracia”.
De acuerdo con la data del Conadeh, el 77% de los casos, los periodistas y comunicadores sociales han sido víctimas de amenazas, un 7% de tentativas de homicidio, otro 4% fueron objeto de lesiones, otro 4% de extorsión.
Respecto a las muertes violentas de periodistas, el Conadeh documenta que entre 2001 y marzo de 2024, al menos 100 periodistas y comunicadores han perdido la vida de manera violenta.
Otro dato alarmante que refleja la vulnerabilidad de los y las periodistas es que más del 90% de las muertes violentas de personas vinculadas a los medios de comunicación permanecen en impunidad.
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Amante de la lectura y la naturaleza, una mujer con la convicción firme que todos podemos hacer cambios significativos en la sociedad, por eso mi objetivo es exponer las injusticias que adolece la ciudadanía. Busco incidir, a través del periodismo, en la defensa y promoción de los derechos humanos, evitando caer en la complicidad de callar ante las injusticias y la corrupción. Ver todas las entradas