La batalla por la justicia

Sobre el golpe de junio de 2009, tres precisiones y tres peligros, vistos el día después

Por: Rodolfo Pastor Fasquelle

Antes, parece importante aclarar que el país necesita de todos, y aunque ambos bandos hoy invoquen, por distintas razones esa narrativa, no hubo previo, un real conflicto ideológico, de capitalistas liberales versus revolucionarios socialistas; esas inclinaciones y alucinaciones estaban por ahí. Pero quienes nos alineamos con la Cuarta Urna compartíamos una comprensión del problema (hegemonía y oligarquía loca), no teníamos claro el diseño final de la solución; y quienes dispusieron oponerse a la consulta para instalar otra urna no defendían un texto o un ideal liberal.[2] Defendían sus intereses y control del país, su dominio indiscutible del poder real. 

Con respecto al 28 de junio. Primero: hay que entender que el golpe NO fue solo un evento accidental; no fue un suceso de uno o pocos días, sino el fruto maduro de una conspiración gestada a lo largo de varios meses; que luego se reconfiguró en poder público y en varios gobiernos sucedáneos. Y que consecuentemente aún está aquí con nosotros, agazapado. Que todavía nos rodea. Con sus cómplices de antaño y otros nuevos. Pese a que los resistentes tomamos las riendas, apenas hace un par de años, de parte del Estado, el golpe todavía está aquí. Porque la historia no se supera como dice el inocente, no se va a ningún lado. Se dilata, se mimetiza y como las corrientes de agua en la montaña, se hunde entre las rocas y fluye subterráneamente, para saltar  desde abajo a la superficie. Si  no entendemos eso, vamos a bajar la guardia y a perder el rumbo. Olvidar, no es el camino a la reconciliación, sino de regreso al barranco. Nos reta un nuevo tramo del proceso. No para atascarnos en un maniqueísmo sin fin, sino para mantener el sentido de alerta ante las narrativas tramposas, y asimismo nuestra clara orientación continuada en el teatro de sombras entre ruidos, de la política vernácula cotidiana. Si entendemos esa pertinaz permanencia del pasado podremos resolver la contradicción del presente, encontrar los aliados precisos y movernos hacia adelante en democracia.

Lo segundo, es que el golpe de estado de junio de 2009 no lo dio los EUA. Y es importante entender que no fue así. Si no tienes clara la etiología precisa de un proceso, no puedes enfrentarlo. El golpe lo dio la pequeña clica empresarial (el complejo financiero e industrial que controla los medios, todavía influyentes, la banca y el sector de energía), con las cúpulas corruptas del bipartidismo. Una mafia que luego tomó el control del país secuestró al Estado y a sus instituciones, y que nos gobernó en connivencia con el crimen organizado hasta febrero de 2022. Ellos fueron protagonistas. Con muchos cómplices, claro. Militares variopintos y policías: los coroneles del clan, los corruptos a secas y los solamente idiotizados por la propaganda dogmática. Las estructuras partidarias deformadas por su degradación avanzada. La nomenclatura de la burocracia, la ilusa acomodada y la cínica, sin escrúpulos, los callados y llamados de carrera. Las iglesias, que justificaron el golpe y bendijeron desde el día cero y, algunos hasta la captura del Jefe Máximo. La pequeña intelectualidad orgánica del periodismo Hermes y la cooptada academia mediocre, en el país y en el extranjero, los gremios sumisos y paniaguados. Y por supuesto, en vez de uno, varios sectores estadounidenses: los militares del Comando Sur que alentó y coordinó movimientos, organizó ad hoc  en Florida, sus talleres de guerra psicológica, asesorados por el exembajador, peligrosísimo esquema extralegal, los capos del Partido Republicano del Sur, con clientelas alienadas en Texas y Florida. El lobby que rápidamente prevaleció en Foggy Bottom. El viejo gringo golpista que está ahí, en lo que D. Trump llama el Estado Profundo y encubierto. Un actor de película vieja que no prevaleció de inmediato en la formalidad (porque EUA nunca reconoció a Micheletti) pero que avaló al golpismo sucedáneo, cuando pretendió que la fallida elección de Pepe Lobo tenía una legitimidad que subsanaba el golpe. Y que después sistemáticamente, reconoció los posteriores fraudes electorales que hoy denuncia el Fiscal General de EUA E. Garland, miembro del Consejo Nacional de Seguridad, pero que antes avalaron Kubiske por Obama, Fulton por instrucción de Trump y el General Kelly. Con la complicidad también de la apatía y simpatía de la derecha mundial.

Nosotros seguimos enfrentados al mal son, cuando, luego de encerrar al diablo con que bailó el tango del golpe, perdido en el laberinto de J. Biden, el Imperio -como por ciclos, el Dios de los creyentes- nos vuelve a olvidar. Porque no están ya los golpistas en la Presidencia y el sistema de justicia. Pero las concesiones siguen ahí, y las presiones y empieza un ciclo electoral nuevo y tenemos legión de narcos y lavadores postulándose, incluso varios de los repetidamente mencionados en las cortes de Manhattan, la mayoría de los partidos tradicionales avalados por la Sra. Dogu, pero también un par de pillos infiltrados, con posibilidad de prevalecer, que solo la ciudadanía (esperemos que fortalecida) puede delatar, repudiar y neutralizar.

En tercer lugar, hay que mantener presente, ver de frente en todo momento -porque no lo entienden ellos- que la historia tampoco es reversible ni soslayable; y nuestra comprensión puede darnos ventaja y aliento. No hay restauración en la historia. No es progreso instantáneo o continuo, pero tampoco un vaivén de tu péndulo amigo A. Hay múltiples retrocesos súbitos y degradaciones en la historia, topes inesperados, repliegues, regresiones amargas, siempre posibles; pero nada vuelve nunca. Entender nosotros que la historia no está hecha tampoco de milagros, sino de procesos, en los cuales, jugamos un papel y que el cambio es real e inevitable. Porque si entiendes esa fuerza y esa ley innata, puedes jinetearla; usar tu determinación y agencia, para apenas virarla a favor de todos -por mientras, tentativamente, les enseñas a otros- hacia la meta. Sin que lo pudieran prever los golpistas y sus coconspiradores, por su torpeza, la violencia del golpe alteró el estatus, el vector y el ritmo del tiempo social, para siempre. Impulsó un proceso lento pero inexorable de creciente conciencia cívica, que no es una iluminación milagrosa, todopoderosa, con un desenlace inevitablemente feliz, pero sí es una levadura de conciencia eficaz si se la conduce sabiamente. Ya nos permitió articularnos mejor y nos remolcó este tramo sin reverso. Conciencia histórica afuera y adentro, nueva. Afuera, en los propios Estados Unidos, nueva conciencia crítica en ámbitos académicos, pero más amplios también, oficiales, de migrantes. En América Latina, el golpe avivó un sentido que estaba muy reblandecido, de solidaridad renovada contra el imperialismo, coincidente con el avance vacilante de la izquierda latinoamericana. Pero más allá incluso -otra vez- de la ideología. (La OEA votó unánime contra el golpe, incluso con el patrocinio de EUA, porque sus representantes buscaban mayormente evitar la confrontación y eludir la responsabilidad que ya había trascendido. Votaron contra el golpe la izquierda y la derecha en la OEA. Felipe Calderón del PAN invitó al presidente golpeado  a una visita oficial en México). Y en Honduras, contra el golpe se creó un gran consenso nacional; la represión bruta forjó una garra nueva y una determinación popular de resistir. Desprestigió a las armas poderosas de la conspiración, la manipulación del sistema desahució la credibilidad de la clase política tradicional y sus adláteres, debilitó inmensamente a viejos medios de comunicación que lo habían avalado. Desacreditó a los militares, que se habían rescatado alguna confianza desde treinta años atrás. Puso en suspenso la credibilidad de las iglesias cómplices. Catalizó una nueva conciencia crítica que no necesariamente nace orientada, pero es indispensable, no es inmune, pero puede liberarse, transformarse en convicción de masa.

Debemos convertir esa conciencia que educa al pueblo en identidad y dignidad, reconstruir el consenso amplio necesario para el cambio sostenido integral, relevar a los heridos. (Ya tenemos caídos). Esta es la tarea pendiente de la nueva generación. Diseñar y construir sobre una fundación sana, un edificio vivible. Tienen que sudar para eso, ensuciar sus ropas y  sus manos. Habrá alguna pérdida accidental y otras naturales, alguna herida. De tres peligros tiene que cuidarse hoy la nueva ciudadanía. De la radicalización que la desboque, desorientada. De ceder a una reacción que la intimide y frene su impulso. Y de la degradación letal de quienes -en vez de empoderarse de la causa para caminar con nosotros- pretenden apropiarse de nuestras conquistas para derivar beneficios de clica, construir redes de poder personal, y nos pudren el alma de LIBRE, que debe permanecer limpia. Para honrar a los caídos y para heredar a los sucesores algo que valga la pena. Patria LIBRE para todos, compartida. 

Seúl, 29 de junio de 2024

[1] Hace mucha falta, la reflexión racional sobre los documentos. Por mientras y porque ayer se cumplió el aniversario me atrevo solo a decir tres cosas, y sacar tres moralejas de la microhistoria. Invoco la autoridad del testigo vivo, y a diferencia de ya la mayoría de mis compatriotas a mí me ha tocado vivir y ver con mis ojos propios en vez de un golpe, seis, antes: los del 56, 63, 72, 74, 78 y el 09.

2.- El socialismo democrático fue un movimiento regional y lema que nos inspiró, y luego adoptamos, que nunca se propuso destruir la propiedad privada ni los derechos cívicos en ningún lado; ha habido elecciones y hay empresa y propiedad privada en Brasil y Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador, donde primó. Resulta ridícula la idea de que el bipartidismo, sus socios paniaguados y militares represores defendían la libre empresa, la libertad de expresión, el sistema democrático y derechos humanos, si entiendes que los de Romeo eran los soldaditos de plomo del Southcom, los diputados que destituyeron al Presidente abanderaban una clase política podrida por la corrupción criminal, acostumbrada a pervertir el sistema electoral, que los empresarios supuestamente amenazados eran los concesionistas de un estado rehén, que concebían como patrimonio inalienable.

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