El debate sobre la ley del Consejo Nacional de Defensa y Seguridad

Tensión política y agitación partidaria

Por. Leticia Salomón

Llegamos a la fecha límite para que el Congreso elija a las máximas autoridades del Ministerio Público; casi nada, se trata de remover otro de los pilares fundamentales que mantuvo la impunidad de Juan Orlando Hernández (20014-2022) y su red de colaboradores y cómplices partidarios en la corrupción y el narcotráfico en los últimos ocho años y seguramente desde antes, cuando este fungía como presidente del Congreso Nacional durante el gobierno nacionalista de Pepe Lobo (2010-2014), muchos de los cuales fueron señalados por la desaparecida MACCIH y otros, o los mismos, incluidos en la conocida Lista Engel del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

Por todos es conocido que, muchos de ellos, son diputados en el Congreso Nacional, los mismos que eligieron a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia y que hoy van a elegir a las máximas autoridades del Ministerio Público, pese a la prohibición expresa en la Ley Orgánica del Congreso Nacional, artículo 50, inciso a, como bien ha señalado el exfiscal general del Estado y ex secretario de Transparencia y Combate a la Corrupción, Edmundo Orellana.

El escenario político está agitado, bastante agitado, y no es para menos: muchos de esos diputados tienen el alma en vilo ante la inminente, aunque dilatada, llegada de la MACCIH al país; ante la publicación de otra Lista Engel que les cierre las puertas de acceso al país del norte y los visibilice ante el Departamento de Justicia de ese país; y, por supuesto, ante la posibilidad de que por fin tengamos un Ministerio Público a la altura de la gravedad de la impunidad de la corrupción y el narcotráfico heredados del gobierno anterior.

Esa es la causa fundamental de la tensión política de los últimos días y de la agitación de líderes partidarios que ya escuchan pasos de animal grande y que temen que se cierren las últimas oportunidades de blindaje con las múltiples artimañas que utilizaron las hoy salientes autoridades del MP. Lo que se negocia en las aguas turbulentas del Congreso Nacional no es la escogencia de los mejores y más calificados perfiles, es lo que consiguen del otro a cambio del apoyo partidario, y aquí está el embrollo, tan claro como lo dice el diputado del Partido Nacional, Rolando Barahona denunciando a líderes de su partido que sostienen: “si quieren el apoyo del partido Nacional, nos tienen que brindar inmunidad ‘a nosotros’, que son los cuatro que manejan el partido Nacional en este momento, conocidos popularmente como Los Tomatos”.

Coincido con los que plantean la necesidad de realizar “acercamientos” entre las diferentes bancadas dado que ninguno de los dos bandos llega a los 86 votos requeridos para realizar la elección de las figuras mencionadas y ninguno de ellos está más cerca de alcanzar ese número, por más cálculos forzados que quieran realizar. Prefiero utilizar este término que otros como “diálogo” o “consenso” que lucen demasiado sofisticados para la zafiedad de las intenciones de los interesados. En las negociaciones participa la bancada del PL, con sus dos grupos, con suficiente experiencia de negociar “dando y dando” en aras de una supuesta gobernabilidad política, y también participan los noveles diputados del PSH con una ingenuidad primorosa que les hace creer que han sido capaces de convencer a los zorros del PN.

Existen cuatro urgencias para avanzar en los acercamientos: a) que cada bando seleccione a su preferido y abandone al “desechable”; b) que coincidan en la oposición (PN, PL y PSH) sobre quién será el desechable o la desechable, tal como lo han anunciado ya los lideres del PN y hasta ahí llegó el respeto a la pregonada equidad de género por parte del PSH; y c) Que definan quien de los candidatos de los dos bandos va de Fiscal General y quién de Fiscal Adjunto; d) Que el partido Nacional desista de seguir insistiendo en tener la Dirección de Fiscales que hasta ahora no ha sido un cargo político negociable, por su condición de instancia técnico profesional encargada de articular, iniciar y agilizar los casos asignados a los fiscales.

Toda esta tensión política se da en un contexto de agitación partidaria que mantiene visible e insistente el discurso supuestamente conciliador, abierto, comprensivo y altamente responsable de los líderes opositores y de sus amigos cercanos en el mundo empresarial, religioso, de militares retirados y de ex golpistas resucitados que están ahí, haciendo lo suyo y mucho más, reunidos, planificando zancadillas, uniformando el discurso, alineando a los amigos, “aceitando” a los colaboradores, haciendo movimientos subterráneos y colocando la idea del autogolpe para aplacar los señalamientos como golpistas reincidentes, todo ello con el prisma del anticomunismo obsoleto, la satanización del partido de gobierno, el cuestionamiento a la presidenta y el discurso apocalíptico.

Desde el anuncio de la movilización del partido de gobierno, y no digamos desde su llegada a las cercanías del Congreso Nacional, la oposición política y sus socios cercanos intensificaron sus miedos y activaron sus intenciones, deseando que los movilizados quebraran cientos de vidrios, saquearan decenas de establecimientos, mataran a más de uno e hirieran a unos cuantos, preferiblemente con violencia y mucha sangre para desarrollar sus consignas y salir victoriosos a gritar desaforados: ¡Llegó el comunismo, empezarán a comerse a los niños, cerrarán las escuelas, clausurarán los medios, encerrarán a los opositores, todo ello en una confabulación de todos los que por una o muchas razones que cargan sobre sus conciencias, tienen miedo y sienten el miedo a todo lo que significa cambio y recuperación del Estado que destartalaron los corruptos y sus cómplices.

Resultó interesante observar la reacción, desencanto o decepción cuando se enteraron de que no había pasado nada, salvo dos o tres casos aislados que no pasaron a más, los cuales fueron destacados con una intensidad y un melodrama que daban pena… Pero ahí estaba la movilización imponente, bien lograda, muy oportuna e intimidante, al margen de las intenciones de desacreditarla porque, como buenos artífices de las marchas de las camisetas blancas durante el golpe de Estado y de las marchas azules de JOH, saben lo que cuestan en tiempo, recursos y logística, y casi diríamos con el poeta “como que saben lo que son sus alas».

Al margen de lo anterior, la movilización pareció lograr tres objetivos: a) demostrar a la oposición que la presidenta sigue teniendo un fuerte respaldo pese a la campaña agresiva y sin cuartel que le ha declarado la oposición con el innombrable a la cabeza; b) advertir a esa oposición que cualquier intento de golpe de Estado, manejado como posible por la derecha más cavernaria, no va a ser igual que el de 2009 poque hoy “están preparados”; en ese sentido resultó audaz, inesperada y reveladora la advertencia directa a cuatro generales retirados por parte del jefe del Estado Mayor Conjunto; c) advertir a cualquier diputado disidente (ex o actual) del partido de gobierno que cualquier iniciativa fuera del partido recibiría el repudio de la base movilizada ahora y de cara a las próximas elecciones; esto último para anticiparse al intento del PN de revivir los acercamientos iniciales que llevaron a una fisura del partido gobernante, hecho denunciado también por el Diputado Rolando Barahona.

El contexto en torno a la elección de las nuevas autoridades del MP es complejo, tenso y de mucha agresividad. Creo que pueden alcanzarse los consensos necesarios pero el peligro de que el PN, el más interesado en mantener neutralizado al MP, exija con insistencia el blindaje que necesita, puede estancar la posibilidad de un entendimiento sobre la base del respeto a la independencia de esta instancia clave del sistema de justicia. Veremos la posición que adopta el partido Liberal que tiene mucho que lavar de ese pasado vergonzoso del que fue protagonista y de igual manera, la posición del PSH que parece que da tumbos desorientados y confusos bajo el manto de defensa de la democracia… Ojalá que esa defensa no sea como la de los militares que se autodenominaban defensores de la democracia mientras barrían con los opositores políticos e ideológicos y se golpeaban el pecho reprimiendo a las movilizaciones sociales, persiguiendo a los opositores partidarios y reprimiendo el pensamiento crítico. ¡Ojalá!

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