Superemos el condicionamiento del sistema y retomemos el camino de la lucha popular

 

Por: Tomas Andino Mencía

Dice por ahí un relato que en la India se domestica a los elefantes desde muy pequeños, atándolos a una bola de hierro. Cuando son pequeños intentan zafarse de ese cruel aparato hasta el cansancio, pero los amos que los cuidan y dan alimento los educan para hacerles creer que no podrán zafarse, salvo por la mano del humano. Están tan condicionados que, aunque de adultos son animales fuertes y pueden arrastrarla, se acostumbraron a ni siquiera intentarlo porque fueron educados de que es imposible, y mansamente aceptan que todos los días les coloquen los grilletes. Cuando interiorizan esa creencia, la domesticación logro su propósito.

Algo similar ha pasado con la Resistencia Popular. Cuando esta nació en 2009, tenía un espíritu trasgresor, contestatario y rebelde, es decir, revolucionario; en enormes asambleas populares se discutía como organizarnos para la lucha, como romper con el sistema, refundar la sociedad sobre nuevas bases y no sobre el viejo régimen oligárquico; se soñaba con crear un nuevo modelo de sociedad a través de una Constituyente originaria, para refundar el país; y salíamos masivamente a las calles para conquistarlo. La oligarquía estaba preocupada porque el movimiento tenía la fuerza para triunfar. Si hay algo que aterroriza a la gran burguesía es ver a centenares de miles o millones exigir el fin de sus privilegios y de su poder, mediante mecanismos de participación directa y con métodos de lucha popular.

La oligarquía hizo un primer intento de domesticación del Pueblo en Resistencia en las elecciones de 2009, pero fracaso. Con la mediación de la OEA y el poder de convencimiento de su propio liderazgo, el Pueblo en lucha fue cediendo progresivamente. Para el año 2011 el Frente Nacional de Resistencia Popular fue sustituido por el Partido LIBRE. La lucha de masas en las calles prácticamente se abandonó y se cambió por perseguir votos para ganar elecciones en 2013, 2017 y 2021, mientras que los dirigentes sociales que arrastraban masas, se reciclaron en candidatos sonrientes que regalan cosas. Pero el peor retroceso ocurrió en la conciencia:  se llegó a creer que salir a las calles no valía la pena y se menosprecio a quienes así lo hacíamos. El objetivo del liderazgo ya no era derrotar a la burguesía en el terreno sino tener una curul o un ministerio para hacer incidencia. En ese ambiente, no faltan quienes apuestan por el oportunismo de todo tipo, el arribismo y son accesibles a la corrupción; a quienes con facilidad el enemigo de clase los pasa a sus filas.

Quien ha leído el ABC de los teóricos de la revolución, sabrá que eso es un espejismo. Estos no desdeñaban la lucha electoral, pero la vieron como un medio (y no el más importante) para confrontar a la burguesía. Los clásicos siempre nos enseñaron que lo central es la organización, educación y movilización popular; construir su poder en la lucha, no en las urnas. Estaban claros de que los sistemas políticos basados en una representación indirecta, eso que llaman “democracia”, no es mas que una dictadura disfrazada de la gran burguesía, sobre la cual esta tiene control absoluto; no solo desde los organismos electorales sino desde sus leyes, su sistema judicial y sus cuerpos represivos. Por tanto, no puede haber cambio hacia el socialismo si el capitalismo no es derrotado en la lucha de clases y si se privilegia el tramposo camino  electorero. Ya hace años se debió aprender la lección: esta no es nuestra democracia, es la de la burguesía.

La resistencia popular lo ha vivido en carne propia durante tres procesos electorales. En 2013, 2017 y ahora en 2021, mediante el fraude, las triquiñuelas, las conspiraciones tras bambalinas, la voluntad popular ha sido burlada una y otra vez. De hecho, el sistema está diseñado de tal manera que, aunque el Pueblo logre triunfar en algún nivel electivo, la burguesía se reserva siempre una trampa para conservar su sistema y disminuir el impacto de un triunfo electoral del Pueblo.

Esto es lo que estamos viviendo. Aunque por consideraciones de orden coyuntural de los gringos, la oligarquía tolero el triunfo de la coalición LIBRE-PSH-PINU en el nivel presidencial, se las arreglaron mediante mecanismos fraudulentos para robarle el triunfo en el nivel de diputaciones y alcaldías; de manera que estamos en la ridícula “realidad” de que, por un lado, Xiomara tiene un aplastante triunfo de más de 15% sobre un cachurequismo-liberalismo inflado, pero por otro lado el bipartidismo cachureco-liberal conserva una “mayoría” desproporcionada de diputados que no solo hacen imposible cualquier cambio que elimine su corruptela, sino que dicha “mayoría” pone en peligro el mismo gobierno de Xiomara.

Entonces, el problema que hoy vemos en el tema de la elección de la Junta Directiva del Congreso, no se reduce solo a que un grupo de diputados traicionaron el Pacto de la coalición de oposición; ni siquiera se resuelve con el cumplimiento de ese pacto, porque los Nasralla, Redondos, Barqueros y compañía también cumplirán similar misión de “freno” a los ímpetus del Pueblo, por representar a otro sector del empresariado. El verdadero problema es que el Pueblo y, peor aún, los revolucionarios, se han educado en este paradigma, en esta vieja camisa de fuerza, confeccionada durante décadas por la oligarquía, lo cual está condicionando todo su quehacer político hoy día. En su imaginario si son derrotados en esa cancha de la oligarquía, no hay nada más que hacer y nos llaman al conformismo.

Convenzámonos, dentro de este laberinto de leyes e instituciones burguesas no hay ni habrá solución para los problemas del Pueblo. Necesitamos salir de esta lógica de sumisión al orden establecido y recuperar la organización popular, los métodos de lucha de clases y la organización de un partido revolucionario para encauzar el gigantesco caudal popular hacia una lucha de transformación del país. En ese camino, el Congreso y su tramposa “correlación de fuerzas” debe ser superado y retomar el camino de la movilización popular.

Un buen comienzo seria que las organizaciones populares analicemos la idea de iniciar una lucha en serio por una Asamblea Constituyente originaria, apoyada desde la presidencia de Xiomara, que, de manera democrática y revolucionaria, patee este tablero y devuelva al movimiento popular la fuerza transformadora que nunca debió perder. Propongo que las organizaciones sociales nos convoquemos a una gran Asamblea Nacional del Pueblo en la que discutamos este tema y lleguemos a acuerdos. Esa sería nuestra cancha para hacer lo que sabemos hacer: luchar.

¿O acaso queremos seguir atados de por vida a la bola de hierro, como los elefantes?

  • Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas

Un comentario

  1. Que triste ver a los mismos de siempre aprovechar cada revés de libre para insistir con el «se los dije». No aporta nada este artículo ni su autor…

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