“Sos un terco Felix, pero no dejás de tener razón”

Por: Redacción CRITERIO

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Tegucigalpa.- La periodista Gilda Silvestrucci,  corresponsal de TeleSur en Honduras y quien ha estado muy de cerca con el periodista Félix Molina,  quien sufrió dos atentados en pasado lunes y se mantiene interno en el Hospital Escuela Universitario (HEU), tras recibir cuatro disparos en ambas piernas,  relata en su página de facebook sus últimas pláticas con el colega quien no quiere moverse de ese centro hospitalario porque considera que el Estado de Honduras es responsable de darle seguridad y salud. 

Gilda Silvestrucci, corresponsal de TeleSur en Honduras
Gilda Silvestrucci, corresponsal de TeleSur en Honduras

A continuación reproducimos lo escrito por

Por: Gilda Silvestrucci

Hoy, me propuse entrar a ver al compa, al colega y al amigo con quien nos hemos identificado por estar en el mismo camino, al  que algunos denominan ¨una locura¨. Como ya pueden imaginar, la emergencia del Hospital Escuela inundado de gente, con mil historias de tragedia desde la entrada. Y ese olor a tristeza,   que siempre viene a mí cuando me paro frente a la sala donde dejaron morir a mi papá.
Después de insistirle un poco al guardia, me dijo que pasara y me indicó en que área estaba  Feliz.

Al traspasar la puerta de vidrio, el escenario que nunca cambió en ese viejo hospital, al que ningún gobierno, logró mejorar. Poco a poco avanzaba donde estaba la camilla de Felix, ya no cabía una más, enfermos de todo tipo, rostros que parecían ya intentar partir a otra vida. Unos completamente desnudos, tirados en las viejas camas, otros medio arropados con las sábanas transparentes que da el hospital. Un sofocante calor, parecía que el humo de la calle se había colado también allí mismo; rostros sudando, tal vez de calor o de fiebre, no sé.  Aunque ya he visto ese cuadro, aún no logro conciliar. En el fondo, en un extremo habían siete policías, bien armados, era demás pensar que ahí estaría él.

 Nunca pensé verlo tan inseguro, pues estar rodeado de policías no es un buen augurio en estos tiempos.

 A la par de Félix, a unos diez centímetros estaba otro paciente, un ancianito, casi moribundo, se vía tan débil su respiración y después seguían muchos más, quien sabe con qué enfermedad; casi era una competencia de quién estaba peor. 
Bueno, llegó el momento de hablar un poco, de conocer la historia de la voz, algo cansada del amigo.

 Me contó como fue el primer supuesto asalto, un hombre y una mujer que al parecer quisieron quitarle el celular, pero después, el hombre se acercaría en horas de la tarde, para decirle, ¨hoy no te salvas¨. Felix no supo  ni de donde salió el tipo, entre tanto congestionamiento de carros a esa hora, no podía deducir que los mismos sujetos intentarían dañarlo nuevamente.

Cuando el tipo le dijo que ¨de esa no se salvaría¨, sacó la pistola y le disparó, pero Félix tuvo tiempo para tirarse a otro extremo del asiento y las balas impactaron en sus piernas.

 Al inició pensó que le habían disparado una vez, pero fueron cuatro disparos, dos en cada pierna.

Le pidió al taxista que lo llevara al hospital, pero estaba bloqueado mentalmente, lo quería dejar en un hotel cerca del sitio donde lo atacaron, y cuando se sentía desmayar por la pérdida de sangre, le habló en tono firme: “te pido que me salvés la vida, lleváme a un hospital”. Así llegó al hospital Escuela.
Y es precisamente, donde permanece, asegurando que no quiere trasladarse a otro hospital, porque ¨el Estado debe responsabilizarse de su salud y seguridad¨.

 ¨No me iré, porque no se puede eximir al estado de darnos salud¨, me dijo en tono contundente…Aunque ya tiene infección en una de sus piernas, pero quiere mostrar, lo que pasa cualquier ciudadano en el Hospital Escuela, ante tanta demanda y una limitada respuesta estatal.

Así es Félix, el terco, pero no deja de tener razón.  Aunque juega con su vida, sigue con esa intuición y acierto de buen periodista y de ciudadano que busca justicia social, como pocos lo hacen en éste país.

 No sé qué hará al final, aun con el apoyo de las organizaciones de Derechos Humanos que le asisten, y la indiferencia gremial y del Colegio de Periodistas, puedo asegurar que insistirá y pronto le escucharemos con un testimonio de valentía y la tenacidad que acompañará este fragmento de su vida.

 

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