Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
Desde que discurrimos sobre el nuevo virus, hace mes y medio, ha cambiado la geografía del virus, la letalidad ha bajado del 10 al 5% dice el Dr. Umaña. Porque hay un par de medicamentos auxiliares y conocen mejor la enfermedad. (Alguno que mañana podría salvarse, hubiera perecido hace mes y medio.) La incidencia bajó, aunque todavía es vacilante. Lastimosamente, como colectividad, eso no nos pone en mejor posición ante la pandemia. Mucha gente no tuvo, ni tendrá acceso al remedio. Y cada estadística de muerto tiene detrás carne, hueso, nombre, rostro, y una mirada vacua, perpleja, como de figurilla sumeria.
Con algunos de sus estados, significativamente los más latinos, Florida y Tejas peores que otros, hace seis días el epicentro seguía siendo EUA, con cuatro millones de infectados. En la semana pasada, el foco se desplazó a América Latina, que supera ya los cinco de 18 millones contagios globales y una desproporcionada parte, 200 mil de los 700 mil muertos en el mundo, casi el doble de los que en rigor correspondían. Algunos de los casos más catastróficos, aunque con Argentina entre ellos, son los países del Cono Sur con gobiernos de derecha, Colombia, Perú, Brasil y Bolivia, que imitaron la desidia, del laissez faire sanitario heroico de Trump.
Honduras tiene indicadores más duros que sus vecinos, pero está con México y el resto de Centroamérica en una categoría Mesoamericana que alcanza a Venezuela. Aquí, la situación se complicó con el prolongado rigor de la cuarentena y la pandemia sin fondo de la corrupción, con la cual la alta burocracia se ha robado enanos días un tercio de los 3,5 billones de lempiras que se asignaron a la emergencia. ¡Como para que se avergonzara la misma rata! Y para que renunciaran ya varios altos funcionarios, mientras lincha a un par de chivos expiatorios. ¿Se salvó JOH? ¿De dónde va a sacar lo que hace falta si no tiene para pagar al personal de salud? Mientras tanto, la improvisación y la incapacidad para aislar a los contagiados amenazan lo peor. Ante una apertura ineludible, pero nada inteligente para que el gobierno y la banca cobren, aunque la gente no tiene con qué pagar. Nunca estuvo una mayoría de los hondureños empleada, pero hoy quedan así, oficialmente, solo 400 mil, la mitad de los que había cuatro meses atrás, en medio de una contracción que no se detiene luego de evaporar 10% de la economía. Sin que tengamos idea clara de qué hacer para salir de aquí. Nadie.
Según cifras oficiales que confiesan algún retraso, en Honduras hay hoy 6 de agosto, unos 45,000 casos confirmados, que, según regla del modelo matemático más común, hay que multiplicar por diez, para estimar la totalidad de contagiados, casi medio millón de personas. Oficialmente hay 1400 muertos, y otros tantos hospitalizados, pero según la Asociación Nacional de Funerarias, se les ha ordenado enterrar a unos 3500 bajo protocolo del covid. Aparte de los cadáveres, que nadie reclamó en la morgue, que están enterrando sin siquiera autopsia, en fosas comunes que vemos cavar a lo lejos. Antes de la cuarentena, valiéndome de uno de los modelos matemáticos, estimé mecánicamente, que llegaría a 15 mil la cifra de muertos en dos años. ¿Vamos bien?
De repente no se alcanzará esa estimación pesimista. Porque según una teoría podríamos estarnos acercando más rápidamente de lo previsto a la inmunidad de la manada, al menos volvió a bajar el número de casos nuevos en las ciudades antes de la apertura de antier. Y la vacuna va a llegar antes de lo que se pensaba. A ver cuál, si la inglesa o la rusa, la china o la chingada, como dicen, porque todas están saltándose los protocolos de seguridad, y exigiendo que se les exima de pagar por daños secundarios ulteriores. A ver si inadvertidamente no crean un Frankenstein de virus invencible.
En otras latitudes, la guerra fría puede calentarse. Se ha advertido que la temporada de frío que propicia otros virus de influenza podría complicar la incidencia allá. Aquí no. Pero de septiembre a noviembre, la temporada de huracanes que suele afectar a nuestras costas se va a intensificar, y podrían aumentar el dengue, el zika y otros martirios, que igual necesitan camas. Mientras explosiona el hambre que tiene la condición de ser acumulativa.
De cualquier forma, ya le caló a todo el mundo que viene una segunda oleada, y luego otra, hasta que queden pocos sin infectar y no los encuentre el virus, o los encuentre vacunados, dentro de un año. Mientras tanto, se ha muerto, demasiado confiado, un montón de amigos. Y uno de los cuarenta muertos de antier fue Francisco Paz, diputado de los santos, de El Paraíso.
Tengo mis momentos de enojo y de apátrida, cuando me atosiga la miseria que nos hace vulnerables y la inmensidad de corrupción perfectamente proporcional a la abulia, a la indiferencia general, a la inconsciencia. Cuando, por ejemplo, veo a estos imbéciles que se rehúsan a entender la obligación del distanciamiento y de usar una mascarilla, encimándose en las calles. Por supuesto que no tienen toda la culpa. Si no se les ha dado escuela ni cultivo. Pero igual es irritante. Puedo generarles condiciones saludables a mis empleados, ya no a sus parientes. Y no puedo hacer nada para estorbarles a los miserables -que no tienen más remedio- que salgan a mendigar para, no morir de hambre que es peor. Eso es lo que tenía que remediar el gobierno. Y sabía cómo. ¿Entonces?
Dicen que la peste ha disparado también el síndrome letal del corazón roto. Y es que aun el esforzado se pone nervioso, Chico. Se asusta uno, con el torbellino de los fantasmas. Ayuda que sea yo muy poco sociable. Alérgico a toda muchedumbre, ajeno a toda actividad multitudinaria y lugar de aglomeración, e incluso un poco claustrofóbico, incapaz de tolerar por más tiempo que el indispensable los lugares cerrados. Limito al máximo mis salidas. Pero hay reparaciones, compras obligadas de insumos, de energía, medicina y alimentos. Como a todo marinero, me hace falta navegar, encontrar más allá del watsapp a la compaña, a diez amigos. Y la muerte de otro, igual, la tuya hoy me recuerda cómo soy de frágil carajo. Qué rabia, Chico.Me muestra en su estupidez prístina y final, mi propia presunción de independencia, de ser civilizado y autosuficiente en medio de los salvajes de la manada. Porque ¡no puedo, sin exponerme más, apartarme por completo!
¡Solo podré ser tan saludable como el prójimo que -a su vez- dependerá de mi salud y mi conducta para preservar la suya! Y tengo que reaprender lo que me enseñara John Donne y tenía olvidado, que ningún hombre es una isla, completo en sí, sino que es parte, cada quien, de un continente… y cada muerte te mata y te mengua, de modo que: No mandes a preguntar ¿por quién tañe la campana? ¡Tañe por ti!
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas