Bolsa solidaria Honduras

Reflexiones sobre la pandemia (parte 7)

Por: Rodil Rivera Rodil

 La cuarentena, que siempre funcionó a medias, está llegado a su fin, aunque en forma un tanto confusa y casi subrepticia. Y tampoco se ha preparado ningún programa de reapertura de la economía, lo cual, dicen, se irá haciendo sobre la marcha. Ya he dicho que jamás hemos tenido los recursos ni la infraestructura de salud que se requiere para hacerle frente a la pandemia. Es el precio que estamos pagando por el modelo económico y social de atraso, neoliberal y corrupto que tenemos. Pero no es menos cierto que se pudo haber hecho mucho más con los recursos de que disponemos si se hubieran invertido con capacidad y, sobre todo, con honradez. He aquí un breve repaso de la gestión de la crisis por el presidente Hernández.

 Para empezar, nunca tuvo una estrategia integral, digna de este nombre, para lidiar con un problema tan grande. Rechazó tercamente todo asesoramiento. Muy propio de su estilo autoritario y mesiánico. Lo que hemos visto ha sido improvisación y un permanente show. Recuerdo cuando anunció con tajante tono: “La próxima semana empezaremos a construir más de 90 hospitales”. Hasta hoy, solo he visto un maltrecho hospital móvil en Villanueva, que no sé si al fin comenzó a funcionar. 

 Tampoco olvido la parodia militar con que inició la operación “Honduras Solidaria”. Con el mentón subido a lo Mussolini, taconazo y saludo marcial: “Le ordeno, general, que proceda a distribuir 800.000 bolsas de comida cada quince días a 3.2 millones de hondureños, con toda transparencia e imparcialidad”. Sin duda el general no le oyó, porque las que repartieron  -sería interesante saber cuántas fueron-  fue casi solo a activistas del Partido Nacional. Si hago bien las cuentas, ya deberían haber entregado más de 4 millones de bolsas. ¿O pasó lo mismo que con los hospitales?

 Ha sido evidente que las interminables cadenas nacionales que nos ha recetado durante todo este tiempo, hasta tres en un día, han sido, básicamente, para desplegar una intensa campaña política en un vano intento de levantar su destruida imagen. Ignoro quién pudo aconsejarle que apareciera en ellas todos los días, pero le recomiendo que lo despida. Por cierto, una vez se me ocurrió apagar el volumen de la televisión. Parecía un actor de pantomima. A veces adusto, a veces compungido; otras, relajado y esbozando una tenue sonrisa, con un aire de buen padre de familia o de apacible predicador, y coordinado siempre con estudiados movimientos de brazo y mano. Como en el cine mudo, pero sin subtítulos. Entrenado probablemente por J.J. Rendón, quien, dicho sea de paso, de aquí en adelante será reconocido como un gran estratega militar por su magistral plan de invasión a Venezuela.

Nota relacionada Reflexiones sobre la pandemia (parte 6)

 Los corruptos han hecho piñata con los recursos destinados al coronavirus. Copeco, Sinager, la Secretaría de Salud. La respuesta de sus directivos a la pregunta de porqué compraban insumos sanitarios mucho más caros que los que adquiría el fideicomiso del Banco de Occidente, o pruebas y equipos incompletos o sin saber siquiera cómo se usan, fue todo un poema: “Compramos lo que hay”. En esa oportunidad, el ministro de la presidencia, don Ebal Díaz, declaró a los periodistas: “Ningún acto de corrupción debe tolerarse, estar en emergencia no significa que hay carta blanca para los corruptos”. Todavía estamos esperando que los culpables sean llevados a la cárcel.

 En la cadena nacional del pasado 20 de mayo, escuché al vocero de Sinager ufanarse de la “baja” tasa de mortalidad de ese día, de 4.87 por ciento, con un total de 3.100 contagiados. Y al día siguiente, el mismo gobernante manifestó, como un gran logro, que la misma es inferior a la media de América Latina, pero omitió decir que este promedio no es representativo, porque está distorsionado por las elevadísimas cifras de Brasil, que ya supera los 20.000 muertos. O sea, un burdo intento del propio presidente de engañar o confundir a los hondureños.

 La triste verdad es que, precisamente en esa fecha, el índice de letalidad de Honduras era, para comenzar, el más alto de Centroamérica, incluyendo a Panamá. Estos son los datos: Guatemala, con casi el doble de habitantes, tenía apenas el 1.99 por ciento, con un total de 2.265 contagiados; El Salvador, el 1.97 por ciento, con 1.571 casos; Costa Rica, el 1.11 por ciento con 897 casos, y Panamá, el 2.88 por ciento, con 9.977 casos. No incluyo a Nicaragua porque sus estadísticas, como se sabe, no son confiables. 

 Pero, asómbrese el lector. Venezuela  -que si damos crédito a la prensa derechista se encuentra en la más completa calamidad económica y social-  está mucho mejor que nosotros. Con una población de 30 millones de personas, el triple de Honduras, únicamente tenía el 1.21 por ciento de letalidad y 824 casos en total. Y el colmo, nos ganaba también Haití, que cuenta con 2 millones más de habitantes, con una tasa del 3.69 por ciento y nada más 596 contagiados. Pero eso no es todo, ya que ese día, justamente, ocupábamos el cuarto peor lugar de toda Latinoamérica en ese indicador porcentual de personas fallecidas, solo por debajo de México, Ecuador y Brasil.

 En resumen, estimado lector, este atraco y desastre es lo que el mandatario llama “manejo inteligente del Covid 19”. Y en el que se basa para ordenar el retorno a la “nueva normalidad” sin practicar el número de pruebas suficientes y sin haber alcanzado el pico y, mucho menos, el aplanamiento de la curva de contagios. Y justo cuanto en todo el continente el virus comienza a propagarse de manera exponencial.

 

Tegucigalpa, 22 de mayo de 2020.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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