Por: Rodil Rivera Rodil
Quizás la mejor forma de medir el nivel al que ha llegado la corrupción en este gobierno se halle en la indignación que han expresado varios importantes dirigentes del Partido Nacional, incluyendo a su mismo presidente y al ex candidato presidencial y actual diputado, el abogado Oswaldo Ramos Soto. Hasta el señor cardenal luce molesto por lo que está pasando. Cabría esperar entonces, conforme a una vieja lógica política, que en el sector honesto y con visión de futuro de dicha institución desde ya se estuviera gestando una estrategia para limpiar el desastre, la que forzosamente pasa por la separación de los responsables comenzando, por supuesto, por el presidente Hernández.
Esto fue, justamente, lo que hizo el Partido Republicano de los Estados Unidos en 1974 con ocasión del escándalo de espionaje y corrupción del presidente Richard Nixon, el “Watergate”, y quien, igual que hoy el mandatario hondureño, hizo lo imposible para encubrir su participación en los hechos. Al final, Nixon se vio obligado a renunciar cuando los principales líderes republicanos del Senado y de la Cámara de Representantes lo visitaron para informarle que si no lo hacía ellos mismos votarían por su destitución.
La autocrítica del Partido Nacional no puede soslayar los antecedentes del descalabro de la actual administración. Entre ellos, la decisión de sumarse al golpe de Estado promovido por los empresarios de extrema derecha en el 2009 que, si bien lo benefició electoralmente en el corto plazo, también significó su radicalización ideológica y el gravísimo decaimiento de su moralidad política.
En efecto, ya desde la década de los noventa del siglo pasado, el ex presidente Callejas y su equipo de “técnicos” de la escuela de Chicago había embarcado al Partido Nacional en el neoliberalismo, que, por definición, es extrema derecha. Pero después del golpe, la asociación de su cúpula con militares y empresarios golpistas, como era inevitable, lo empujó más a la derecha todavía, a esa que rápidamente cae en el autoritarismo y se vale de la violencia, el fraude electoral y de las demás prácticas típicas del fascismo. Y que tiene como inseparables compañeros la corrupción y la privatización sin límites. Por desgracia para Honduras, ha sido a esta a la que le tocó enfrentar la pandemia del coronavirus, con los nefastos resultados que estamos viendo.
En el caso del neoliberalismo, su sector ultraconservador, mejor conocido como el “lado oscuro”, con una ingenuidad rayana en la estupidez, respaldó el cuartelazo, seguro que con esta “hazaña democrática” todo el pueblo liberal y hasta miles de nacionalistas votarían por el partido arrolladoramente. ¡El más craso error de su historia! De tal magnitud, que casi de la noche a la mañana lo dejó reducido a su mínima expresión. Por si fuera poco, una buena parte de sus diputados se convirtieron en meros apéndices del Partido Nacional y del dictador. Y lo curioso -y lamentable- es que los liberales golpistas no aprendieron la lección. Aunque ahora sientan vergüenza y hasta se molesten cuando se los recuerdan.
La derecha de Honduras no tiene porque ser corrupta, fascista y menos ignorante. En un pasado no muy lejano, para el caso, el Partido Nacional contaba con funcionarios y diputados, muchos de los cuales eran, a la vez, notables profesionales, historiadores, literatos y, en general, intelectuales que gozaban de mucho respeto. Y véase hoy la diferencia. Un conocido ex diputado nacionalista, en un escrito que sin duda le ayudó a redactar su hijo de cinco años, responde al clamor popular de “Dónde está el dinero” con el clásico y cínico argumento: “Si, es cierto, en nuestro partido hay ladrones, pero igual sucede en todos los partidos”. Y qué decir de una folcklórica diputada que declaró: “el dinero está en el rostro de las enfermeras, de los diputados y de los alcaldes” que luchan contra la pandemia.
Por su parte, el presidente Hernández no para de cometer errores. No se da cuenta que mandando a borrar los rótulos de ¿dónde está el dinero? o persiguiendo e intimidando a los que los pintan, lo único que hace es confirmar que sí sabe dónde está. Y la forma que escogió para tratar de contestar la pregunta no pudo ser más torpe. Un “conversatorio” con solo cinco periodistas especialmente seleccionados para representar cualquier papel menos el de periodistas. Y a quienes abrumó con cifras: “2.700 millones para esto, 726 millones para lo otro”. Pero nunca aclaró, ni ninguno de ellos le preguntó, el paradero de los casi 33 millones de dólares pagados de más en la compra de los hospitales móviles. Como afirmó un medio, los tales “periodistas” no le hicieron preguntas “incómodas”.
El Ministerio Público, por su parte, no cesa de poner pretextos y retrasar la investigación sobre la compra de los hospitales. Lo que se le ocurrió para justificar la tardanza fue que necesitaba asistencia de Estados Unidos y Turquía para, entre otras cosas, “determinar la autenticidad” de la empresa que los vendió y conocer el “perfil judicial” de su dueño, el señor Áxel López. ¡Bah! será que piensa publicar su biografía. Porque para requerir a los funcionarios que realizaron la operación aquí en Honduras no necesita de nadie. Y si fue que perdieron los documentos, el Consejo Nacional Anticorrupción y diario El Heraldo se los pueden proporcionar. ¡A quién le quiere tomar el pelo la fiscalía!
“Dios ciega a los que quiere perder”, dice la profecía. Todo indica que la mayoría de los cabecillas nacionalistas, lejos de hacer la autocrítica que se requiere para encontrar la forma de redimir a su partido, parecen empeñados en unir su destino al del presidente Hernández. Se niegan a aceptar la segunda vuelta sin darse cuenta que, de repente, podría ser su única posibilidad de ganar las próximas elecciones.
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Según los rumores, estarían pensando en montar otro gran fraude en los próximos comicios, con el gran riesgo que puede acarrear para el país, o bien, negociar con la oposición la convocatoria a una asamblea constituyente u otro tipo de arreglo que permita a don Juan Orlando quedarse en el poder por dos o más años más para buscar alguna salida a su problema personal.
En resumen, para el Partido Nacional, y sobre todo para su máximo “líder”, el dilema es crucial: luchar contra un tiempo que se acaba o jugar a la ruleta rusa, pero con un revólver con solo una recámara vacía.
Tegucigalpa, 24 de agosto de 2020.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
Un comentario
Muy buena perspectiva Sr Rodil. Así están las cosas