Por: Rodil Rivera Rodil
En todo el planeta el debate se centra en si se debe dar preferencia a la salud o a la economía. La discusión, sin embargo, ya es irrelevante, porque escoger entre una o la otra dejó de ser una opción. Ello, porque la primera solo se podía haber intentado con éxito recurriendo al aislamiento total tan pronto fue detectado el primer contagiado.
China salió bien librada porque a pesar de los errores que cometió inicialmente lo puso en práctica a los pocos días y Corea del Sur porque aprendió de la experiencia china. La mayoría de los demás países desarrollados vacilaron, dejaron pasar el tiempo y cuando finalmente tomaron la decisión lo hicieron sin la energía requerida. Ahora ya es tarde, no les queda más que resistir el embate del coronavirus con lo que tengan y la colaboración internacional que reciban.
Para los países subdesarrollados como el nuestro nunca existió la posibilidad de elegir. Aun si hubieran actuado con premura, como lo hizo El Salvador, no cuentan con los medios para obligar a la población a un verdadero confinamiento, y aunque los tuvieran, el hambre y la pobreza son mucho más fuertes que cualquier autoridad, y en ellas, además, muy rara vez se cultiva la cultura del cumplimiento de la ley.
Como consecuencia, estamos lidiando con las dos cosas a la vez. En cuanto a la salud, en Honduras carecemos de todo, por lo que será muy poco lo que podremos hacer para reducir la propagación masiva del virus. La secuela de muerte, sufrimiento y privaciones será muy dolorosa. Pero hay más, crecen las sospechas sobre la forma en que el presidente está conduciendo la emergencia. Escogió hacerlo solo en lugar de apoyarse en la ciudadanía organizada y, particularmente, en los conocedores del tema. Y ya empiezan los señalamientos de improvisación, de corrupción y, en general, de poca transparencia en el manejo de los fondos destinados a la emergencia, al igual que aumentan las denuncias de favoritismo político en la asistencia a las familias de escasos recursos. La información que se brinda genera dudas y confusión. En fin, que, si el mandatario pretendía sacar provecho político de la pandemia, la apuesta fue muy arriesgada.
Las medidas fiscales tomadas por el gobierno, en el mejor de los casos, son insuficientes. Parece que a pesar de lo que repite hasta la saciedad, no tiene cabal conciencia de la magnitud del desastre que se nos viene encima. Si la tuviera, estaría haciendo lo imposible para impedir los despidos y las suspensiones. Debería estar dispuesto, si fuere necesario, a acordar con las empresas y los trabajadores la amnistía, como se la llama ahora, de impuestos, tasas, aportaciones y servicios públicos. Con las Mipymes hay que concertar otra clase de ayuda, que en verdad les sirva. Ofrecerles solo la moratoria de tributos que de ninguna manera van a poder pagar es ofensivo o demuestra desconocimiento de su realidad.
Más aún, en las extraordinarias circunstancias que vivimos es imperativo decretar una drástica reducción de gastos, no menor, a mi parecer, del 15 o 20 por ciento del presupuesto nacional, comenzando por los sueldos de los funcionarios públicos. ¡Acaso no leen lo que se está haciendo en Europa! Lo que hasta ahora hemos visto son pueriles iniciativas, de inocultable sabor político, para que los diputado “sacrifiquen” un mes o una quincena de su salario.
Las lecciones que deja al mundo la pandemia son tristes pero contundentes. El desmantelamiento y privatización del sistema de salud pública que trajo consigo el modelo neoliberal, vale decir, el libertinaje del mercado, han sido los responsable del agravamiento de la tragedia. El rotundo fracaso de Estados Unidos en enfrentarla es el mejor ejemplo de esta irresponsabilidad de lesa humanidad. De aquí en adelante, la salud y la educación deberán ser la prioridad fundamental de Honduras. Desde luego, mucho más que mantener a miles de hombres armados hasta los dientes.
Y como la esperanza es lo último que se pierde, salvo en el infierno en donde, según Dante, es lo primero que hay que abandonar al entrar, pienso que debemos confiar en los expertos en la materia, incluyendo la presidenta del Fondo Monetario Internacional, que opinan que la reactivación de la economía (que no la recuperación) se producirá más rápidamente de lo que se piensa, tal vez tan pronto como en el 2021.
Lo anterior, porque la infraestructura productiva se conservará intacta y las deudas corporativas y de particulares no acumularán intereses. Y, principalmente, porque el sistema financiero, al contrario de lo que ocurre en las crisis periódicas del capitalismo, seguirá estando en condiciones de asistir a la producción y al consumo. Y por esto mismo, el gobierno debería retrasar el uso del endeudamiento de 2.500 millones de dólares que le aprobó el Congreso y dejarlo para después, cuando sea menester inyectar dinero a la economía para acelerar el despegue.
Tegucigalpa, 5 de abril de 2020.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas