Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
al primer muerto de la guerra en Ucrania, y al último, que quizá muera por aquí
Toda guerra es tragedia, y desastrosa. Rapto y muerte sin fin, todas. F. Fenelon, teólogo ilustrado observó hace tres siglos, que además todas las guerras son civiles, porque los hombres son hermanos, ¡Cuánto más tiene que serlo una guerra entre eslavos, de común tronco cultural! Aún si la gente informada entiende que ya nos afecta, y va a perturbar más hondamente, mientras dure y después,[1] aquí sin embargo la guerra distante en Ucrania se mira casi como un asunto ajeno, de entretenimiento morboso, se ubica en el mismo cuadrante de atención que los deportes internacionales, X-0 o la farándula escandalosa, o se predica como una disyuntiva moral simple, en que debemos apoyar a los dizque buenos.
¿Pero cuál de los regímenes enfrentados hoy en el Donbas pudiera ser bueno, representar una democracia? ¿O cuál propone un desenlace piadoso? Zelensky asegura que defiende la soberanía de Ucrania, pero no fue capaz de proteger -en esa región- como se comprometió en Minsk hace ocho años, los derechos del pueblo que legitiman esa soberanía, para nada es democrático. Putin declara que hace la guerra para proteger esos derechos humanos, y la seguridad de su país, pero ese mismo argumento podría servir ¿para justificar invasiones no solo a Cuba, Venezuela y Nicaragua, también a México o El Salvador? Abundan, pero solo los tontos creen que las guerras las hacen los presidentes o quienes escuchan pasivos que se hace la guerra por razones y para fines humanitarios, para defender la democracia o derechos, banderas de colores o entelequias, como la soberanía nacional.
El ataque ruso a Ucrania fue y la invasión sigue siendo completamente ilegal. Violó así Rusia todas las normas del sistema internacional y la comunidad de las naciones. Pero Ucrania igualmente, incumplió los acuerdos de Minsk, atestiguados por Francia, Alemania, y la comunidad europea. Ucrania tiene derecho a existir y aún aspirar a ser europea, aunque está claro que no existiría ya sin los EUA y la gran OTAN. La cual –violando entendimientos y compromisos previos – ha puesto cerco a Rusia, y la puso al alcance de armas con un poder de extinción. Las guerras tampoco estallan ni se detienen por razones legales. Son acciones políticas brutales, que resultan de una tensión y un calentamiento, y muestran una entropía que las expande, más allá de toda regla.
Está de moda decir, entre sabios milenials, que nadie gana nunca en la guerra. Pero, en guerra contra Cartago, que la amenazó, Roma alcanzó un imperio universal, España su supremacía mundial en las guerras de reconquista y Conquista, Inglaterra juntó un imperio en que no se ponía el sol, guerreando contra España y contra Francia antes de humillar a China. Rusia existe por las guerras de los zares y EUA llegó a ser la potencia suprema luego de su participación tardía en dos guerras mundiales. Quien cuenta con sentido común, entiende que, si no favorecieran a alguien, habrían dejado de existir. Por desgracia siempre hay al menos un beneficiado. Aun si perdemos todos los demás.
La primera víctima letal de la guerra es la verdad, dijo, antes que todos, el dramaturgo Esquilo.[1] Muere incluso antes que se dispare el primer misil. El primer rehén en la guerra, digo yo es la historia, que todos quieren manipular y se dice que escribe el victorioso, volviendo a matar a los caídos. Y su enemiga intelectual genérica, de la guerra, es la libertad de pensamiento, antes que expresión; que inmediatamente sucumbe en el sobreviviente ante la propaganda que todos los bandos imponen, siempre.
Todos deberíamos entender que, aunque se escenifique en un país determinado y siempre haya víctimas locales directas, las guerras internacionales son guerras entre potencias, se hacen para dirimir conflictos de intereses entre ellas, hasta los economistas deberían…. Pues son a la vez guerras económicas, entre actores discretos. Aunque no es un asunto de economía, estúpido, por ahora lejos de terminar en la Guerra de Ucrania, ya hay un ganador mayor, varios pequeños y muchos perdedores, en todos los casos, globales y económicos, de tal forma que a futuro tendrá que hablarse de ese conflicto como de una guerra mundial y una guerra económica, de varias que hoy se escenifican.
A todas luces, el mayor ganador en este momento es el sector liderado por el Complejo Industrial Militar de Estados Unidos, beneficiario de esas decenas de miles de millones de dólares en pertrechos que se anuncian cada semana para Ucrania. Y cuya influencia indebida, decía el Presidente Eisenhower, es el mayor peligro contemporáneo para la democracia estadounidense. Asimismo, van a ganar los aparatos de producción de armas en Rusia y Ucrania, que se cuentan entre los mayores fabricantes y exportadores de armas de guerra, más los de los países de la Europa Central e Israel. Sin importar qué pase, esos negocios se habrán fortalecido ¿irreversiblemente, sobre la capacidad de los estados a que deben servir? ¿Son ya los amos y soberanos? ¿Y nosotros, sus soldados?
También ganan de inmediato los liderazgos políticos remisos que, mientras duran los conflictos, lógicamente tienen que ser refrendados. (Ningún político jamás pensó en relevar a F. Roosevelt, Stalin, Churchill, Mussolini, Hiroito ni a Hitler en medio de la Segunda Guerra). La guerra podría -prolongada- salvar la presidencia de Biden tan debilitada, igual que el poder a la deriva de Putin. La guerra ha puesto a Zelensky con su impresentable régimen facistoide en el podio que no alcanza, de líder mundial, y ha legitimado a un par de dirigentes autoritarios de las inestables noveles naciones del Este de Europa. Guernica al cuadrado. Sangre, fuego, desamparo y grito. Pierden los pueblos.
Sufre primero la población inocente de cualquiera filiación étnica en la vecindad del estallido. Las mujeres y los niños antes, los ancianos y los débiles. Ucranianos de toda laya y por supuesto los rusos en primer lugar. Y todos, los demás. Según sus promotores, las sanciones económicas y represalias para contrarrestarlas solo afectan a los gobiernos, pero han disparado la inflación, vía los precios de la energía y los fertilizantes, de los granos básicos y los medicamentos. Mientras que la anarquía continuada -del tiempo de peste- impide que se reestablezcan las cadenas de suministro y la especulación multiplica exponencialmente los problemas.
Los africanos y los asiáticos que comían granos rusos y ucranianos no tienen qué comer, y la escasez de fertilizantes -que Rusia y Ucrania antes exportaban masivamente- impide que produzcamos los demás. De modo que se ha generado una inseguridad alimentaria mundial por falta de producción, como sin que nadie le haga caso, advierte Antonio Guterres Secretario, General de NNUU, además de una recesión que también mata.[2] Quizás porque el Sistema de Naciones Unidas también se debilita al perder capacidad de intermediación. Rusia se rehúsa a hacer un mínimo de concesiones para propiciar el diálogo.
Pero nadie sobre el escenario, está genuinamente interesado en ninguna paz, que solo los no alineados pueden siquiera concebir. Sin traicionar a nadie, puesto que tanto nos afecta, en vez de convertirnos en otro escenario de guerra, Centroamérica debe resistir las presiones para alinearnos y coaligarnos, para subir a ese escenario de locos, y explicar la razón de, y la necesidad de alguna paz que, con todas sus desventajas, es mejor que la guerra más justa, decía Erasmo. Tenemos demasiado que perder.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas