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Recesión y covid-19 en Honduras (8va parte)

Recesión y Covid-19 en Honduras

¿CÓMO IMPACTA LA RECESIÓN EN HONDURAS Y QUIENES SE BENEFICIAN?

Por: Tomás Andino Mencía

Culminó esta serie con un análisis de las consecuencias de la crisis mundial en Honduras.

Pero explico unos conceptos antes de comenzar.

CONCEPTOS BÁSICOS

El “Producto Interno Bruto” (PIB) de un país es la suma de toda la riqueza que ese país produce en un año. Todo.

La “Tasa de crecimiento del PIB” es el porcentaje de lo que creció en un año en comparación con el año anterior (por ejemplo, 5%, 10% y así sucesivamente).

Una “recesión” es cuando la Tasa de crecimiento del PIB disminuye significativamente durante al menos dos trimestres seguidos. Sus síntomas son: “Aumento del desempleo, ante la incapacidad de generar nuevos empleos porque no hay crecimiento; en el caso de un crecimiento negativo, aumentan los despidos. Disminución del consumo, ya sea por el aumento de precios (inflación), o por la disminución de la capacidad de consumo (menos dinero, mayores tasas de interés en créditos, etc.). Aumento en la cartera vencida de los créditos, provocada por la falta de capacidad de pago de los deudores, que a su vez es provocada por la inflación y el aumento en tasas de interés. Disminución del PIB, ya que disminuye el consumo. Aumento de inventarios, sobre todo en la industria manufacturera.” (elEconomista.es)

Una “Depresión” económica es cuando hay un estancamiento o decrecimiento del PIB durante al menos tres años seguidos, o cuando la caída del PIB es del 10% o más.

En una recesión el capitalismo se debilita, pero en una depresión se paraliza. Una depresión es lo más grave que puede pasarle al capitalismo en términos económicos. Después de una revolución, la depresión es a lo segundo que más temen los capitalistas porque miles de ellos quiebran y son sacados del juego. En Honduras hemos tenido dos momentos de depresión económica en los últimos 25 años; uno fue después del Mitch y la otra después del golpe de Estado de 2009. Son momentos de mucho desempleo, poca comida y mucho sufrimiento humano.

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HONDURAS EN RECESIÓN SILENCIOSA

Pues bien, de acuerdo con el FOSDEH, antes de esta pandemia el PIB de Honduras venía creciendo de la siguiente manera: en 2017 creció 4.8%; en 2018 creció 3.7% y en 2019 creció 2.8%; es decir que de 2017 a 2019 el PIB tuvo una disminución de 2%. ¿Qué significa esto? Que Honduras ha estado en recesión en los últimos dos años.

Esto se debe a varios factores; dos de los más importantes fueron la disminución de las exportaciones y de la inversión extranjera. Las exportaciones pasaron, según el Banco Central de Honduras (BCH) de 3,214.1 millones de dólares en 2018 a 2,949.4 millones en 2019, debido a la caída del precio del café, banano y el aceite de palma, los tres rubros de agroexportación más importantes. En cuanto a la inversión capitalista extranjera, también ha venido disminuyendo. De acuerdo con Hugo Noé Pino, citando al BCH, la inversión extranjera cayó de US$ 1,171.8 en 2017 a US$ 961.3 en 2018 y US$ 498.1 en 2019, o sea a menos de la mitad en dos años. ¿Los motivos? La inestabilidad política y la corrupción.

Lo único que sustentó la estabilidad macroeconómica del sistema en Honduras e impidió que Honduras cayera en una depresión, fue un moderado crecimiento de la maquila (13%) y el ingreso masivo de las remesas generadas por los migrantes, las que alcanzaron un récord histórico en 2019 de US$ 5,400 millones. Las remesas sostienen artificialmente la economía de Honduras porque es un producto externo, que no depende de la actividad económica del país. La capacidad de compra de muchos hogares pobres y por tanto el bienestar de muchas empresas, dependen de estas remesas. También la estabilidad de la moneda.

Todo esto ocurría sin la existencia del famoso COVID-19. O sea que la recesión en Honduras no ha sido a causa de un virus, sino de las deficiencias internas propias del capitalismo y la narcodictadura. El virus solo vino a rebalsar la copa y acelerar su caída.

LA DEPRESION QUE SE NOS VIENE

Honduras es un país muy sensible a los cambios que se producen en el capitalismo mundial y este, como hemos visto, la está pasando muy mal debido a sus contradicciones internas, exacerbadas por el efecto de la pandemia. El FMI ha estimado que la depresión mundial será del -4%, o sea 4 puntos por debajo del cero como promedio mundial.  En Honduras el Banco Central ha estimado oficialmente que en 2020 el PIB crecerá entre un 1.5 a 2.5%, lo cual es demasiado optimista (El país, 20/3/2020), como si fuéramos una isla en el mundo. Un cálculo más realista es el análisis realizado por el banco inglés Barclays indican que las economías de Honduras y Costa Rica serán algunas de las más afectadas por la recesión mundial, en ese sentido, estimó que el crecimiento para finales de diciembre podría ser de -4.4% para nuestro país (FOSDEH, Análisis y propuestas frente a la crisis. Abril 2020)

Los mismos factores que nos tenían en recesión, empeorarán la recesión o, en el peor de los casos, nos llevaran a la depresión. Los precios de la mayoría de los productos de exportación principales de Honduras están por los suelos, a excepción del café, que todavía presenta cierta estabilidad, pero la capacidad de los productores hondureños ha disminuido por el cierre del país. Como sabemos la maquila está semiparalizada y no estará a pleno funcionamiento por un buen tiempo. Y en lo que concierne a las remesas, este es un fenómeno muy dependiente de la situación económica del país de destino (principalmente EE. UU. y España) que como sabemos pasan un difícil momento por la pandemia. Adicionalmente tenemos los efectos del tratado de “Tercer país más seguro” que Estados Unidos impuso a los gobiernos de México y Centroamérica bajo amenazas; así que las remesas tampoco nos salvaran. Mientras sigan vigentes estos factores Honduras se encaminará a una depresión económica, que puede durar meses o años, dependiendo de lo que ocurra en el mundo.

¿Cómo afectará esta situación a Honduras? Para efectos de una mejor comprensión, dividiré la presentación de las consecuencias de la crisis en dos áreas: el sector externo y el interno de la economía. Advierto que lo que sigue son estimaciones basadas en la experiencia de otras depresiones que ha habido en el país y en otros países. No todo lo que viene se cumplirá necesariamente, todo depende de cuánto tiempo el país esté en esa situación. De paso agradezco al economista Hugo Noé Pino por la asesoría que me brindó en este campo.

SECTOR EXTERNO

En el sector externo, el principal problema es la drástica disminución de las exportaciones hacia Estados Unidos y Europa, los principales mercados de Honduras. Como explique atrás, desde hace tres años las exportaciones de café, banano y aceite de palma venían cayendo por los malos precios; y con la actual recesión eso empeorara, afectando a todas aquellas familias que dependen de estos cultivos. El otro rubro exportador fuerte es la maquila que emplea a unos 140,000 obreros(as). Este actualmente está semiparalizado, por la misma razón, con más de 70,000 trabajadores cesanteados.

Ambos sectores juntos concentran la mayor parte de los productos de exportación del país e involucran a cerca de millón y medio de obreras(os), trabajadores estacionales y pequeños propietarios con sus familias que desde ya están siendo severamente afectados. A su vez, el Estado está dejando de percibir ingresos fiscales de estos sectores que son vitales para la economía.

Por otro lado, la recesión económica que ya comenzó en el mundo ha lanzado al desempleo a millones de personas en los países capitalistas desarrollados; muchos de estos y estas son hondureños y hondureñas que no podrán enviar remesas a sus familiares en nuestro país. Como fue mencionado, la enorme inyección que suponen las remesas (unos 5400 millones de dólares) es lo que prácticamente sostiene la estabilidad monetaria de Honduras; y si estas caen, caerá también la estabilidad monetaria. Este sería el segundo gran problema macroeconómico del sector externo.

Al mediano plazo, la disminución de las exportaciones, de las remesas y de la inversión extranjera producirá fuertes presiones para la devaluación de la moneda frente al dólar, para estimular a los exportadores y a quienes han sacado sus capitales del país para que los retornen. Este sería el tercer gran riesgo macroeconómico de la coyuntura, con consecuencias desastrosas para los ingresos de nuestro pueblo. Si se produce esta devaluación, lo que es muy probable porque ya está ocurriendo en muchos países de Latinoamérica, el poder adquisitivo del Lempira caerá en picada y con ello se producirá una fuerte inflación, es decir, una elevación sostenida de precios, llevando a la miseria a enormes masas de personas.

Por otro lado, con la disminución de las exportaciones y una eventual devaluación, otro fenómeno que muy probablemente ocurra sería la disminución de la Reserva Monetaria, que es la reserva de divisa (dólares) que el país tiene para importar productos esenciales para la sobrevivencia de la gente, como medicinas, alimentos, maquinaria, materiales, fertilizantes, combustibles y todo lo que comúnmente se utiliza para el consumo y para mover el aparato productivo del país. Este sería el cuarto gran problema que se prevé podría ocurrir.

La disminución de la Reserva Monetaria y la desconexión internacional de gran parte del comercio también reducirá la oferta de los bienes de consumo importados porque cada país prioriza abastecer su propio mercado interno. Esto supondrá que en los próximos meses los escases será un tema crítico en Honduras cuando la situación apriete duro. Este sería el quinto gran problema al que nos enfrentaremos

Otro impacto de una devaluación sería el incremento de la Deuda Externa que tendrá un efecto desastroso sobre nuestro presupuesto, ya que tendrán que presupuestarse más lempiras para amortizar la misma cantidad de dólares. De por sí, el presupuesto está dedicado casi en un 50% al pago de esta onerosa deuda externa y a una parte a la Deuda Interna que corresponde a la banca privada oligárquica; con la devaluación del Lempira se tendría que destinar aún más recursos. Ambas representan una carga insostenible e impagable. Este sería el sexto gran problema desde la influencia del sector externo de la economía.

No obstante, un factor que momentáneamente es favorable del contexto externo es que el precio del petróleo se desplomó por la competencia ruso-árabe. Sin embargo, la dictadura de JOH, como buen bandido que es, ha trasladado apenas un reducido porcentaje de rebaja al consumidor final, y se ha reservado la mejor parte del plus del diferencial para su enriquecimiento.

Otro aspecto que es positivo al corto plazo, pero nefasto al mediano y largo plazo, es que la banca internacional (FMI y BM) han ofrecido suspensiones del pago de las obligaciones con la deuda externa por algunos meses, y a cambio ofrecen nuevos empréstitos para los países más pobres, como es el caso de Honduras. Pero este es el “beso de Judas” del capital financiero. Después esa misma banca apretara tuercas para sacarnos esos créditos en condiciones aún peores, sea a costa de nuestro presupuesto nacional o de los recursos naturales del país puestos en garantía.

SECTOR INTERNO

En el sector interno, el primer problema que existe, en el corto plazo, es el brutal golpe sufrido a la clase trabajadora en su nivel de vida, ya que los empresarios se han puesto de acuerdo para hacer cancelaciones y suspensiones de trabajo masivamente (más de 70 mil según el último dato) y recortes de salarios por los días supuestamente “no trabajados”, cuando en realidad hubo más recargo de trabajo, vilmente descontados de los días de “vacaciones”. De esta forma los y las empresas transfieren a la clase trabajadora las pérdidas de la crisis en el sector formal de la economía.

El segundo problema es el saldo de las pequeñas y medianas empresas quebradas, endeudadas y paralizadas por los setenta o más días de “cuarentena” a nivel nacional. Esto ha provocado en los micronegocios pérdidas de mercadería, quiebras masivas, hambrunas y sufrimientos indescriptibles a sus familias, de tal forma que los pobres saldrán del confinamiento forzoso más miserables y a buscar desesperadamente el sustento a través de la mendicidad o involucrándose en estrategias de sobrevivencia de alto riesgo, con pocas posibilidades de encontrarlo en esta época de contracción económica.

El tercer problema es que la obstaculización vial que practicaron las municipalidades en todo el país por el pánico al virus produjo la ruptura parcial de la cadena de suministros de materias primas, insumos y bienes comercializables generados por los agricultores(as), como alimentos y otros bienes de consumo que van del campo a la ciudad y viceversa, produciendo la ruina de muchísimos agricultores y agricultoras. Además, eso pronostica que al salir de la “setentena” nos encontraremos con escasez y altos precios.

El cuarto gran problema es que la parálisis económica pone en peligro las labores de preparación de la siembra y cosecha en la agricultura para el ciclo de granos básicos que debió iniciar en mayo (la siembra de “primera”) porque la poca actividad productiva derivada la parálisis de las ciudades y de la no circulación vial, le impide a muchos agricultores tener los insumos necesarios para una exitosa actividad agrícola (fertilizantes, pesticidas, instrumentos). Esto traerá consecuencias en la disminución de la seguridad alimentaria y la posibilidad de hambrunas en la población más vulnerable, especialmente en el área rural. Recuérdese que el año pasado el invierno fue deficiente y se perdieron muchos cultivos. El único consuelo es que este año el invierno parece haber comenzado bien.

El quinto problema es que la agudización de la miseria en el área rural producirá una migración masiva del campo a la ciudad, ante las crecientes dificultades de migrar hacia Estados Unidos. Paralelamente también se producirá una masiva migración interna, o más bien el desplazamiento forzado masivo de una población flotante de unas ciudades a otras en busca de la sobrevivencia. Esto recargará la presión social sobre la necesidad de servicios públicos de salud, educación, vivienda, agua, alimentación, en las principales ciudades del país, así como la formación de más cinturones de miseria. Un segmento se atreverá de todos modos a migrar, pero las condiciones en que lo harían serán mucho más peligrosas.

El sexto problema macroeconómico inmediato es la subsistencia de los desempleados y del sector informal de la economía, así como los trabajadores que en este contexto han perdido sus empleos de manera definitiva, reduciendo el mercado interno nacional aún más de lo pequeño que es. Este es el colectivo que más va a sufrir el impacto de la crisis.

El séptimo problema es a nivel comunitario, la ausencia de fuentes de trabajo y la lucha por la sobrevivencia tiende a canalizarse individualistamente si no existe una fuerte organización comunitaria. Donde esto ocurre se erosiona el tejido comunitario y los lazos de solidaridad. En ese sentido, el “sálvese quien pueda”, favorece el surgimiento de grupos violentos y delictivos o potencia los ya existentes, que tenderán a enseñorearse de las comunidades, como es el caso de las “maras” y grupos delincuenciales de todo tipo.  

El octavo problema es al nivel de la economía familiar. Hoy día existe un aumento de la carga laboral en la mujer, que además de teletrabajo debe hacer frente a las faenas domésticas, sin que por ello cambie la distribución del ingreso. Esta recarga está siendo motivo de conflictos y violencia doméstica e intrafamiliar.

El noveno problema se da en las familias más pobres sobre todo en hogares jefeados por madres solteras ya que buena parte de la recarga laboral recaerá en los niños y niñas, que en estas situaciones son impelidos a contribuir a la sobrevivencia del hogar, asumiendo trabajos de alto riesgo en la calle o viéndose comprometidos en círculos de sobrevivencia basados en actividades ilícitas y violentas, incluidas actividades de crimen organizado, explotación sexual comercial o trata de personas en el caso de los y las jóvenes. 

El décimo problema económico social tiene que ver la recarga de la migración externa de países más pobres que Honduras, como es el caso de Haití y países africanos que desde ya entran masivamente por la región sur, acogidos por el Convenio de “Tercer País más Seguro”.

LA CRISIS NO GOLPEA A TODOS POR IGUAL

Usted supondrá que este preocupante panorama ha afectado a todos los hondureños por igual, y que con la crisis económica también nos afectará a todos de la misma manera.  Pues si piensa así, se equivoca. Ciertamente en Honduras la gran mayoría de la población (un 65%) vive en la pobreza y alrededor del 40% en la más absoluta miseria, la que ha empeorado con el confinamiento de los últimos dos meses. Pero ¿realmente todos estamos en la misma situación?

La riqueza disponible que detentan burócratas y burgueses en Honduras para soportar este terrible panorama, supera nuestra imaginación. Vea Usted: los ingresos de los 178 burócratas mejor pagados del Estado sumaban hace dos años L.20,452,774.00 mensuales o sea L. 286,338,836.00 al año (Confidencialhn, 20/8/2018); hoy deben ser mayores. Pero los ingresos de la gran burguesía de Honduras son aún mayores, insultantes. Para que tenga una idea, las cinco familias más ricas de Honduras acumulan una fortuna de más de 236 mil millones de Lempiras, es decir, una cantidad similar al Presupuesto General de la República que en 2019 fue de 261 mil millones (La Prensa, ,3). Los banqueros tenían tanta plata que a fines del año pasado no hallaban dónde colocar 40 mil millones de Lempiras ya que tenían un exceso de liquidez de un total de 100 mil millones de capital (Claudio Salgado, 2019).

Con fortunas como esas no se pasa nada mal una “cuarentena”. Así es fácil regañar y culpar a los más pobres de propagar la enfermedad porque salen a buscar el sustento diario.

¿Quién en su sano juicio diría que estos “pobrecitos” burgueses merecen ser “rescatados” y “reactivados” en medio de la actual crisis económica? Por ilógico que parezca, eso fue lo que sucedió. Sumando todos los fondos aprobados y autorizados, el FOSDEH contabiliza, hasta el momento, una suma total de L.80,640.71 millones, supuestamente dirigidos a atenuar las consecuencias de la pandemia. Pero la realidad los desmiente. Los equipos de protección no llegan a los Médicos y enfermeras, las “Bolsas solidarias” ajustaron apenas para unos miles de activistas cachurecos y las pruebas PCR son mínimas. Su destino es el bolsillo o las cuentas de la familia de JOH y su círculo cercano de empresarios de la oligarquía, así como políticos y militares QUE ESTÁN ROBANDO A MAS NO PODER.

SI siguen las cosas así ¿Quiénes creen que van a salir beneficiados y quiénes perjudicados en medio del a depresión que se nos viene? Ni lo dude. Los de siempre. Los desposeídos, la clase trabajadora y la clase media.

¡A menos que no lo permitamos!

¿Vamos a quedarnos de brazos cruzados esperando que la narcodictadura pase por encima de nosotros o vamos a tomar la iniciativa ya, organizándonos para salir de nuevo a la lucha?

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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