Paseo Liquidámbar

Paseo Liquidámbar: el suelo de color de Nelson Salgado

Fotos y texto: Fernando Destephen

redaccion@criterio.hn

Tegucigalpa. –La Peatonal, que engalana el centro de la capital hondureña, sigue siendo un punto de encuentro a pesar de la pandemia; un centro comercial o un mercado, dependiendo de la percepción y el ángulo de quien y de donde se le vea. Restaurantes, tiendas de ropa, zapatos, bancos, farmacias, museos, orates, músicos solitarios, hippies, promociones, panaderías, y el ahora poco tránsito de gente que a diario recorre las mismas calles, hace de esta heterogénea zona de encuentro una terminal de entrada y salida para múltiples destinos.

Paseo Liquidámbar
En cada obra, Nelson Salgado, plasma sus visiones y sentimientos.

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Hasta marzo de 2020, antes de la Covid-19, era una costumbre en el Paseo Liquidámbar ver a artistas, grupos musicales, pintores efímeros— que por un precio simbólico recrean el rostro del que paga o lo satirizan en una caricatura—; estatuas que cada cierto momento se mueven para internarse nuevamente en el papel de material inmóvil, artistas de esos que tienen cierta disciplina y astucia para no moverse.

A pesar de la emergencia sanitaria el centro capitalino aún exhala arte. Al caminar se debe tener un especial cuidado porque se podría pisar una pintura en proceso o ya terminada, elaborada por las prolíferas manos de un hombre viejo, con barba canosa de varios días, descuidado, pero amable y sonriente, quien con voz suave saluda y agradece el aporte económico que los transeúntes le entregan para que continúe pintando en el suelo de los adoquines.

Nelson Salgado de 60 años, es un muralista de la vieja escuela, siempre está rodeado -ahora guardando más distancia- de gente que se interesa al verlo pintar en el suelo, con la alegría de un niño.

En su larga experiencia de 45 años en el mundo de las artes, Nelson ha pintado más de 60 murales que se pueden ver -algunos- en el barrio La Leona, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y en la Fuerza Aérea Hondureña.

Nelson no pudo lograr todo lo que alguna vez imaginó porque desgraciadamente el plomo que contiene el óleo afectó la mielina de su cerebro, “y mató mi motor fino”, dice mientras sostiene el pincel y no pierde chance para plasmar su arte en el suelo. La condición de salud lo condenó a vivir seis años en una silla de ruedas sin poder hablar, escribir, pintar y caminar. Al final venció el diagnóstico médico que le auguró un daño irreversible.

Paseo Liquidámbar
Nelson Salgado tiene seis años de pintar el suelo de La Peatonal de Tegucigalpa.

¿Con qué objetivo hace esto?

El objetivo principal fue sacar del hondureño el instinto primitivo para admirar lo bello, responde con aplomo Nelson, haciendo suyos los versos del Premio Nobel de Literatura, W.B. Yeats (William Butler Yeats) que en su poema “Él desea las telas del cielo”, dice:

Si tuviese yo las telas bordadas del cielo,

recamadas con luz dorada y plateada,

las telas azules y las tenues y las oscuras

de la noche y la luz y la media luz,

extendería las telas bajo tus pies:

pero, siendo pobre, sólo tengo mis sueños;

he extendido mis sueños bajo tus pies;

pisa suavemente, pues pisas sobre mis sueños.

Con una trayectoria de 45 años en el arte, tres de ellos en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) y uno como maestro, Salgado ha trabajado en Olancho, San Pedro Sula, y en varias instituciones públicas que recuerda con dificultad.

  • Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
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