Partidos emergentes en situación de emergencia

Por: Martín Barahona

El sistema político de Honduras ha estado marcado por el predominio de los partidos tradicionales. El siglo XX y lo transcurrido del XXI han sido escenarios casi exclusivos para los partidos Liberal y Nacional. En el periodo reciente, se agregaron dos protagonistas (LIBRE y, Nasralla con sus dos partidos, PAC primero y PSH después) que entraron al escenario a disputar importantes cuotas de poder con el bipartidismo tradicional.

En términos muy realistas, estos nuevos actores (LIBRE y PSH) son las excepciones honrosas de partidos debutantes con verdadera fuerza irruptiva en la política hondureña; aún están envueltos en el soliloquio de “ser o no ser” parte del tradicionalismo.  Como efecto colateral, también han contribuido al debilitamiento de los partidos o agrupaciones pequeñas surgidas en los años 70`s y que, de acuerdo a las diferentes coyunturas las identificamos con términos que van en el rango desde el optimismo hasta la descalificación, como los siguientes: partidos “emergentes”; “alternativos”; “minoritarios”; “no tradicionales”; “acompañantes”; “bonsái”; “rémoras”; “de maletín”; “bisagras”, etc., etc.

El surgimiento de los partidos “emergentes” o “alternativos”, fue presentado e interpretado –en varios momentos históricos- como una esperanza de cambio, al menos por una parte importante de la población. Su aparición fue una reacción de inconformidad, necesaria pero aun tímida contra el bipartidismo tradicional.

No obstante, transcurrido un tiempo (más de medio siglo) y varios procesos electorales, estas esperanzas de cambio se fueron desvaneciendo por la escasa votación obtenida particularmente en el nivel de las candidaturas presidenciales.

El retorno a la democracia formal en Honduras a principios del decenio de los 80, en realidad ha sido competencia electorera de los partidos y candidatos, escenificada en una “cancha” o reglas muy primitivas e imperfectas.

Por ejemplo, en los comicios posteriores a la constituyente en abril de 1980, es decir las generales de 1981, 1985 y 1989 todavía se utilizaba una papeleta única para los tres niveles de elección (presidencial, corporaciones municipales y diputados).

Con un esquema tan arcaico como ese, el voto “duro” de los partidos tradicionales era más difícil de “arrancar” por parte de las candidaturas de los partidos emergentes o pequeños de esa época. Aun así, una lucha en esas condiciones, aunque frustrada, no puede dejar de reconocerse por los luchadores contra el bipartidismo contemporáneo. Fue a partir de los comicios de 1993 cuando se empezó a utilizar papeletas separadas para cada nivel de elección, y así sucesivamente hasta llegar a las opciones de voto individual con fotografía para los candidatos a diputados, utilizado a partir de 2005. Para los politólogos serios, esos cambios son mínimos e insuficientes para conformar una democracia sólida. Hubo algunas mejoras en los procedimientos electorales, pero, la calidad de la representación sigue siendo muy baja.

Es comprensible que, al no lograrse una buena votación a nivel de candidatos presidenciales había que buscar un “reducto” o refugio en los escaños del congreso nacional tratando de aumentar la participación en ese poder del Estado.  Fracasado también ese intento, hubo que buscar el último reducto, intentando aumentar la cantidad de miembros en las corporaciones municipales (alcaldes y regidores).  

Es necesario reconocer que los partidos emergentes tuvieron al menos 3 oportunidades de hacer valer su cantidad de diputados como votos claves en la correlación de fuerzas en el plano de las diferencias y pugnas de los partidos tradicionales (PL y PN); esas ocasiones fueron: la asamblea nacional constituyente (1980-1981); periodo 2002-2006 y; período 2006-2010. Desafortunadamente esas oportunidades fueron desaprovechadas por los partidos emergentes debido entre varias razones a la abyección, corrupción y falta de visión e integridad de los propietarios y una gran parte de los representantes de dichas agrupaciones.

Entre tantas causas del debilitamiento y falta de crecimiento de los partidos emergentes, se puede destacar el haberse quedado como partidos “clientelistas” llegando al extremo de que sus pocas estructuras directivas fueron monopolizadas por personas únicamente interesadas en los cargos públicos derivados de la “cuota” en los organismos electorales y registrales.

Retomando el punto, al fracasar los partidos no tradicionales o emergentes en sus intentos a nivel presidencial, se recurrió a estrategias para tratar de ganar más diputaciones.

Al fracasar también esa opción, hubo de agotar el “último reducto” es decir, buscar mayor participación a nivel municipal. La papeleta separada sirvió un tiempo para ello, pero el anquilosamiento de estas pequeñas facciones políticas, no mejoró las opciones de lograr mayor número de diputados y miembros de corporaciones municipales.

De manera que, si tomamos como referencia inicial los comicios generales de noviembre de 2021, se ha evidenciado por lo menos tres resultados: primero, un cambio en el monopolio de los dos partidos históricos (Nacional y Liberal), segundo, una cuota importante de participación de LIBRE y PSH y, tercero y como corolario, la casi desaparición real y formal de los partidos emergentes. Literalmente: los partidos antes “emergentes” se encuentran en una peligrosa situación de emergencia.

En el proceso de noviembre de 2021, de un total de 298 presidencias ediles (alcaldes y alcaldesas) únicamente lograron ganar en 7 de ellas que representan un 2.3% del total del país. Los logros en estos municipios se juzgan “furtivos” en el sentido de ser resultado de coyunturas muy particulares, existiendo fuertes dudas de si van a significar posiciones sostenibles en el próximo proceso de 2025; en periodos anteriores, no ha sido posible. De esta conclusión, habría que excluir el caso del municipio de Nueva Armenia, Francisco Morazán, en el que el Partido Democracia Cristiana PDCH ha venido ganando sistemáticamente en los últimos 6 procesos no obstante la conocida tradición histórica de la población de este municipio inclinada mayoritariamente al Partido Liberal.

La exigua cuota de poder a nivel de los cargos de alcaldes o presidentes municipales se confirma como resulta lógico, con el reducido número de regidores o miembros de corporaciones ediles. De un gran total de 2,132 cargos de regidor, apenas se sumó -en conjunto- unas sesenta (60) posiciones que significa un 2.8% de ese total. Esta exigua participación en los gobiernos locales se refuerza también con la casi nula cuota en el parlamento (2 escaños de un total de 128, que apenas equivale a 1.6%). Dos de los partidos pequeños más antiguos, por primera vez no lograron ni un solo diputado y, uno de ellos, ni siquiera ha tenido candidato presidencial propio en los últimos procesos electorales.

Estos resultados tan precarios a nivel del Congreso Nacional y de las corporaciones municipales coincidieron con la proliferación o inscripción de nuevos partidos. Es más, los resultados electorales de noviembre de 2021 marcaron el extremo de que varias de las agrupaciones políticas no alcanzaron a cumplir con los requisitos mínimos exigidos en la nueva ley electoral (Articulo 148 numeral 5)[1], dando pie a la cancelación de sus personerías jurídicas, que, por cierto, no se ha hecho y eventualmente, generará más de algún conflicto en el futuro.

Otro dato revelador es que, estas 60 posiciones de regidores municipales se repartieron entre once (11) de las pequeñas agrupaciones partidarias (sin tomar en cuenta candidaturas independientes o alianzas); lo que comparado con las cuotas logradas en comicios anteriores (especialmente 1997; 2001; 2005; 2013 y 2017) evidencia el estancamiento y el extremo debilitamiento de los denominados partidos pequeños tanto los de reciente aparición como de los más antiguos en el escenario electoral. Dicho, en otros términos: a un aumento en la cantidad de partidos pequeños correspondió paradójicamente un declive en el caudal electoral de estas agrupaciones, siempre vistas en conjunto.

En resumen, los partidos pequeños han aumentado en gran número en el transcurso de medio siglo, pero al mismo tiempo, han visto reducido su nivel de votación –individual y colectivo- en el total y de representación en todos los niveles electorales. La emergencia está confirmada. A nivel presidencial en los mejores tiempos, alcanzaron en conjunto un 3,9 % (sumados los 2 partidos en los comicios de 1993) se observa un evidente contraste con el proceso de 2013, en el que, en conjunto, los 5 emergentes (antiguos y recientes) apenas totalizaron el 0.6% de la votación presidencial.

A nivel de diputados, las mejores participaciones fueron en los procesos electorales de: 2001 y, 2005 con 12 escaños en conjunto y finalmente; A nivel municipal, la mejor participación ocurrió en los comicios de 1997 y 2001 con un número de regidores que superó el centenar que, de todos modos, no tuvo ninguna incidencia significativa en la distribución del poder, en el uso de los recursos públicos, las decisiones claves o, en el rumbo del país.

En perspectiva, es muy probable que se autorice la inscripción de nuevos partidos políticos (posiblemente 4), que ojalá aprendan de la experiencia de sus antecesores. Estos nuevos emprendimientos partidarios, enfrentarán el desafío de aprovechar la desafección y decepción de gran parte del electorado respecto a la conducción y uso del poder que han practicado los partidos tradicionales y esas 2 nuevas fuerzas políticas que todavía transitan en el “soliloquio”.

Por un lado, las expectativas de la población ya no están para seguir observando la aparición de nuevos partidos y por otro, los partidos que aparezcan no pueden replicar ese camino vegetativo que han recorrido tantos otros partidos que durante medio siglo se presentaron o buscaron ser opción real frente al tradicionalismo pero que, en el camino, fracasaron y que, en la mayoría de las ocasiones, se acomodaron para quedarse como “rémoras” o, se marchitaron como “bonsái” descuidado, sin frutos, ni raíces a pesar del terreno fértil y de la atmosfera favorable con el que un día la población los recibió .

De nuevo, urgen reformas electorales más profundas y consistentes para avanzar -por lo menos en la democracia formal y tutelada-, más allá de evitar una simple papeleta de al menos 20 candidaturas presidenciales y municipales, y sobre todo, una papeleta para diputados (de no haber cambios) con casi 500 fotografías en los departamentos más poblados.  Previo a ese proceso de necesarias reformas políticas, además de las reformas económicas, es indispensable cumplir las leyes ya existentes como la propia ley electoral y la mismísima constitución de la Republica, tantas veces adulterada.


[1] ARTICULO 148 de la Ley Electoral establece lo siguiente: “El Consejo Nacional Electoral cancelará la inscripción de uno o más partidos políticos, en los casos siguientes: 1) …;.2)…..;5) Por no haber obtenido por lo menos un diputado al Congreso Nacional o un alcalde a nivel municipal en las elecciones generales; 6)….”. Diario Oficial La Gaceta, Decreto No. 35-2021  Publicado el 21 de mayo de 2021 en La Gaceta Num. 35610.

  • Martín Orlando Barahona
    Economista graduado de la UNAH, obtuvo Maestría en Economía y Política Internacional en el Centro de Investigación y Docencia Económica CIDE en México. Catedrático en varias universidades a nivel de Pre-Grado y Maestría durante 35 años. Expresidente del Colegio Hondureño de Economistas CHE y fue sub director del Instituto Hondureño de Seguridad Social 2000-2001. Ver todas las entradas

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