El salvadoreño se diferencia de Ortega y Hernández por su alto nivel de aceptación
Por: Luis Escalante
Ilustración de portada: Guillermo Burgos
Tegucigalpa. – A través de una serie de artimañas, después de haber violentado las leyes y de haber atentado contra la división de los tres poderes del Estado, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha anunciado que se inscribirá como candidato a la presidencia de ese país, buscando la reelección, durante los comicios presidenciales que se desarrollarán el 4 de febrero de 2024.
«Seguro que más de un país desarrollado no estará de acuerdo con esta decisión, pero no serán ellos quienes decidirán, sino el pueblo salvadoreño», declaró Bukele sin ningún escrúpulo el 15 de septiembre, el día en que el pueblo salvadoreño conmemoró los 201 años de independencia de la Corona española en presencia de su esposa, Gabriela Rodríguez, y en medio del aplauso de sus más cercanos aliados, entre ellos el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Óscar López, y el fiscal general Rodolfo Delgado.
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A juicio de abogados, periodistas y representantes de la sociedad civil de El Salvador, consultados por Criterio.hn, el gobernante de las salvadoreñas y los salvadoreños ha seguido al pie de la letra un manual trazado por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y el expresidente hondureño, Juan Orlando Hernández, en años previos.
La Constitución de El Salvador prohíbe la reelección presidencial continua, sin embargo, el 4 de septiembre de 2021 un fallo de la Sala Constitucional ordenó al Tribunal Supremo Electoral «que permita, de conformidad al artículo 152 de la Constitución, que una persona que ejerza la presidencia de la República y no haya sido presidente en el período inmediato anterior participe en la contienda electoral por una segunda ocasión».
Para emitir dicho fallo, irónicamente la Sala Constitucional interpretó que la prohibición establecida en el artículo 152 solo aplica a los candidatos para las elecciones presidenciales, pero no al presidente en ejercicio. Con ese razonamiento, la sentencia concluyó que no era posible interpretar tal artículo para limitar el derecho del presidente a optar por la reelección inmediata.
El Tribunal Supremo Electoral salvadoreño, que preside la magistrada Dora Esmeralda de Barahona y que se llama al silencio con respecto a la reelección de Bukele, inmediatamente acató la orden.
YA SE ESPERABA
Después de lo ocurrido el 15 de septiembre, el abogado Eduardo Escobar, director ejecutivo de la oenegé salvadoreña Acción Ciudadana, asegura que el anuncio de Nayib Bukele, con relación a su intención de reelegirse, no genera sorpresa y que lo único que esperaban era su oficialización.
«Nosotros sabíamos que se tenía que dar este paso, porque esta es la ruta autoritaria que se siguió en Honduras y en Nicaragua (…) Después de ganar elecciones democráticamente, el siguiente escalón era capturar las instituciones y ponerlas al servicio del Ejecutivo. Después viene la reelección y, en última instancia, buscar la reforma de la Constitución», expresó Escobar a Criterio.hn.
El 1 de mayo de 2021, con 64 votos a favor, la Asamblea Legislativa de El Salvador, controlada por el Partido Nuevas Ideas del presidente Bukele, destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y al fiscal general, Raúl Melara, en un movimiento que recibió múltiples críticas, tanto en El Salvador como en otros países, por su evidente violación a la división de poderes.
Meses después, específicamente el 4 de septiembre de ese año, los nuevos magistrados de la Corte, todos impuestos por el presidente salvadoreño, emitieron un fallo que permite que el «pueblo tenga entre su gama de opciones a la persona que en ese momento ejerza la Presidencia».
Al mismo tiempo, la Corte revirtió otro fallo publicado en 2014, mediante el cual se prohibía la reelección presidencial durante los diez años posteriores al cese del cargo.
A criterio de Escobar, existe una gran contradicción en la resolución de la Sala de lo Constitucional salvadoreña, sobre todo en el apartado que deja a voluntad de la ciudadanía reelegir a Bukele durante las elecciones que se efectuarán en febrero de 2024.
«Un pueblo voluntariamente se limita a su poder para vivir en sociedad y se apega a las reglas dictadas en la Constitución, por ello no podemos decir que el pueblo está encima de la Carta Magna», mencionó.
De igual modo, indicó que las resoluciones de la Sala de lo Constitucional son de obligatorio cumplimiento siempre y cuando sean vertidas por magistrados electos legítimamente.
«Pero aquí, en El Salvador, los magistrados fueron destituidos en 2021 y los abogados que están allí actualmente lo único que están haciendo es usurpando cargos. Por lo anterior, estas personas no están facultadas para emitir una resolución de este tipo, lo que publicaron no tiene valor jurídico», apuntó.
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El 12 de diciembre de 2012, cuando era presidente del Congreso hondureño, Juan Orlando Hernández fraguó la destitución de cuatro magistrados de la Sala de lo Constitucional, por oponerse a los proyectos que dieron vida a las hoy conocidas Zonas Especiales de Desarrollo Económico (ZEDE).
El único magistrado que no se opuso, Óscar Chinchilla, posteriormente se convirtió en fiscal general, cargo que, tras una irregular reelección, actualmente ostenta. Chinchilla fue un fiel aliado de Hernández.
Años más tarde, el 24 de abril de 2015, los nuevos magistrados, en un escenario cuasi idéntico al ocurrido en El Salvador, emitieron un fallo que permitió la reelección en Honduras al margen de lo establecido en la Constitución.
Finalmente, durante las elecciones generales de 2017, bajo serios señalamientos de fraude y tras el secuestro del desaparecido Tribunal Supremo Electoral, Hernández resultó reelecto para el período 2018-2022.
Ahora, a ocho meses de haber dejado el poder, el expresidente hondureño enfrenta a la justicia de Estados Unidos, en donde la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York lo acusa por el tráfico de 500 toneladas de cocaína, el tráfico ilegal de armas y la conspiración con dispositivos explosivos.
Nayib Bukele siempre acusó de corrupto a Juan Orlando Hernández y condenó la forma en que se reeligió como presidente de Honduras. Ahora emula sus movimientos.
En Nicaragua, el 19 de octubre de 2009, la Corte Suprema de Justicia declaró inaplicable el artículo 147 de la Constitución nicaragüense, que prohibía la reelección continua, y dio luz verde a Daniel Ortega -amigo cercano de Hernández y guardián de sus compinches- para que se reeligiera durante las elecciones de 2011. Así ocurrió. Cinco años después, en las elecciones generales de 2016, se reeligió nuevamente, y la historia se repitió en los recientes comicios de 2021.
¿PACTOS O COMBATE?
Nayib Bukele, el presidente que utiliza las gorras hacia atrás, que hace estallar las redes sociales con sus mensajes populistas y que modela sus chaquetas Ralph Lauren durante eventos oficiales, ocupa la presidencia de El Salvador desde el 1 de junio de 2019.
El hombre de las «nuevas ideas» rompió con un esquema en el que únicamente la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena) y el izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) habían ostentado el poder desde 1989. Aunque su origen político se deriva del FMLN, de hecho, antes de llegar al solio presidencial fue alcalde de San Salvador por ese instituto político del cual reniega en la actualidad.
Bukele siempre se ha preocupado por dar un aspecto de buen hombre ante las cámaras, cuando sus intenciones explícitas, a partir de 2021, más bien han ido conectadas con un interior deseo de perpetuarse en el poder. El presidente de 41 años se ha caracterizado por aliarse incondicionalmente con el Ejército de su país y por emprender una lucha, sin aparentes treguas, contra las pandillas salvadoreñas.
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El 26 de marzo de 2021, El Salvador reportó 62 homicidios, algo que no se veía desde mucho tiempo atrás. A partir de ello, Bukele solicitó a la Asamblea Legislativa que aprobara un estado de excepción, que en esencia limita la libertad de asociación y suspende derechos de los detenidos. Durante ese tiempo, según cifras oficiales, en el país centroamericano se han capturado a 52 mil 549 personas por estar, gran parte de ellas, acusadas de integrar pandillas o colaborar con ellas.
A nivel salvadoreño e internacional, distintas organizaciones defensoras de derechos humanos han condenado las acciones del presidente de El Salvador, por considerarlas autoritarias y antidemocráticas. El representante de la sociedad civil de ese país, Salvador Martínez, dijo a Criterio.hn que, en el fondo de la lucha contra las pandillas, «Bukele está escondiendo varias cosas».
«Como sociedad civil estamos en contra de todo tipo de agresiones contra la ciudadanía, sea extorsión o asesinatos (…) le decimos basta. Pero lo que Bukele está escondiendo de fondo es el pacto que tiene con las pandillas, algo suficientemente documentado, y que, si fuera mentira, una persona tan autoritaria como él ya habría reaccionado ante ello», expresó.
El 23 de agosto de 2021, el periódico El Faro reveló en una investigación que en 2020 el Gobierno de Nayib Bukele sostuvo negociaciones con las tres principales pandillas que operan en ese país, Mara Salvatrucha-13, Barrio 18 Revolucionarios y Barrio 18 Sureños, quienes, a cambio de mantener el desplome en el número de asesinatos, plantearon mejoras en las condiciones de vida en las cárceles y una serie de beneficios para sus miembros en libertad.
Nayib Bukele, sin embargo, nunca aceptó haber pactado con estas tres organizaciones criminales.
BUKELE GOZA DE POPULARIDAD
A diferencia de Daniel Ortega y Juan Orlando Hernández, el presidente salvadoreño, Nayib Bukele, goza de cierta popularidad en ese país. La periodista de Gato Encerrado, Xenia Oliva, asegura que, a pesar de violar las leyes y la división de poderes, Bukele podría ganar unas elecciones «sin necesidad de un fraude».
«Aunque hay muchas personas afectadas por el estado de excepción, el nivel de aceptación del presidente es muy alto», mencionó en entrevista con Criterio.hn.
Oliva asegura que, para explicar este fenómeno, es necesario apuntar que Nayib Bukele tiene toda la maquinaria del Gobierno a su favor, mediante la cual se ha permitido un exalto a su figura, sobre todo como un enemigo de las pandillas.
«Quienes tienen esa percepción de que algo se está haciendo, la mayoría de los afectados por la violencia de las pandillas, hasta que no vean que se llevan a alguien que no tiene nada que ver con estos grupos, continuarán aplaudiendo estas medidas ‘manoduristas’, que le han ayudado a recibir cierta confianza», añadió.
Según encuestas, el nivel de popularidad de Bukele no bajado del 80%, a pesar de que en un inicio dijo que «en El Salvador un presidente no puede reelegirse» y ahora anuncia que «he decidido correr como candidato a la presidencia«.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
Un comentario
Primera falacia populista, mencionar a los extranjeros, cuando para los pobres y desempleados es precisamente su salvavidas, a donde quieren irse a refugiar y ganar algo de dinero trabajando como sea, a EEUU o EUROPA, unido a esto esta la idea de «paisa extranjero», a que refiere a la gente que viven en estos países, muchos incluso ignorantes de quien es Bukelle o donde queda ubicado el Salvador, o a los respectivos «gobiernos», distinción importante.
La Constitución, suficientemente mencionado. Esta es un acuerdo de convivencia nacional, si el presidente abusando de su poder otorgado en las urnas por un % de la población no la respeta, se convierte en delincuente, similar a los mareros que tampoco respetan la constitución al delinquir.
¿Entonces quien meterá preso al «presidente»?
De paso y en la sombra, esta su ideología fundamentalista (cristiana), la cual le permite hacer lo que hace como fundamento espiritual. (Muy poco analizado).