Al aproximarse cada vez más el día de nuevas elecciones generales y estando plenamente conscientes de que aun con sus profundos defectos (los congénitos y los deliberados) la opción preferible para una sociedad sigue siendo disputar y distribuir el poder formal a través de procesos comiciales, aunque estos, sigan presentando muchas irregularidades, incertidumbres y que, no se haya logrado -después de décadas y enormes gastos- construir una estructura de solida democracia real que integre las diferentes dimensiones de una vida decente para la mayor cantidad posible de población. Con mucho respeto y franqueza me animo a dirigir un mensaje principalmente a los partidos que conforman la nueva realidad nacional del tripartidismo. Lo vamos a hacer en el siguiente orden: Partido Libertad y Refundación LIBRE; Partido Nacional PN; Partido Liberal PL y finalmente; también para el PINU, la Democracia Cristiana y una visión general de las pequeñas formaciones políticas.
Para el Partido Libertad y Refundación, Libre: Siendo ustedes los actuales gobernantes debieron tener “prohibido olvidar” que cuatro años transcurren rápido y que, por eso, debieron aprovechar para avanzar en cumplir con el plan de gobierno desde la primera semana en funciones. Que siendo más o menos unas 200 semanas efectivas, había que hacer funcionar la administración pública de ser posible como un reloj o un motor. No perder tiempo inventando distractores que terminan afectando a ustedes mismos. Que en las primeras 50, 100 o, 150 semanas debieron ejecutar lo más posible. Que, en el caso concreto de ustedes, se esperaba tanto y que, reconociendo que no les iba a tocar fácil “rearmar” un país en pedazos, precisamente por eso, debieron ubicarse y ser muy disciplinados, coherentes, serios y francos, para cumplir con la mayor parte del plan de gobierno (que parece se los redactaron, lo empastaron, lo presentaron, y lo engavetaron). No lo volvieron a leer. Se resistieron a cumplir. Para “refundar” o transformar realmente a Honduras, se necesita primero refundar el propio partido, al grupo que lo conduce y el actuar cotidiano de sus miembros líderes.
Ustedes, efectivamente irrumpieron contra el “bipartidismo” pero, traían en su ADN un comportamiento, sectario, fanático, voraz y plagado de ambiciones personales que los llevaron simultáneamente a ser fundadores del “tripartidismo” entendido como un escenario mutante en el que persisten muchos de los mismos actores bipartidistas y algunos nuevos, pero, contaminados con los mismos comportamientos nocivos de siempre. Imbuidos en la cultura de tomar al gobierno como botín de guerra. Igual que sus antecesores. Además, carentes de voluntad real y audacia para transformar el país. Esas desviaciones, no son responsabilidad de los simpatizantes independientes y votantes sinceros del partido, son responsabilidad de sus principales operadores políticos y del círculo más cercano al núcleo coordinador.
Surgieron en las calles contra el golpe de Estado, sufrieron represión, pero no todos eran ni son simpatizantes del “melismo”. A futuro, deben dilucidar esa disyuntiva si pretenden sobrevivir y crecer. Será crucial para el partido y el país puesto que, debemos cerrar de una vez por todas esa fase feudal y anacrónica en la historia del país. Ese caso de caudillaje, debe ser el último si aspiramos a dar un salto cualitativo en la evolución histórica de Honduras. En esos tan repetidos doce años siete meses en el discurso oficialista, hubo tiempo para prepararse mejor al asumir el poder y, demostrar ser realmente diferentes en los tres años seis meses hasta hoy. No basta con decirlo, los hechos deben marcar diferencia concreta. De otra manera y para fines prácticos, siguen siendo iguales a sus predecesores, con asomos de ser considerados como peores.
Hay que reconocer que hubo algunos asomos de mejor manejo de los recursos públicos, pero, sin llegar a lo sustancial y palpable. Por ahora, es aconsejable como competidor partidista, contemplar serenamente la posibilidad de perder las elecciones, si es el caso, salir civilizadamente del poder y prepararse para hacer una buena oposición, mejor que la realizada en el tiempo pasado. Un difícil escenario que permitirá probar si realmente son de resistencia.
En realidad, el partido Libre en su tiempo, no supo hacer verdadera oposición y alcanzó la victoria electoral en una coyuntura básicamente “anti Joh”. Libre y todos los partidos deben aprender que, sin haber construido verdadera capacidad para actuar responsable y beligerantemente en la oposición, no sabrán gobernar bien y realmente cambiar lo que se critica a los gobernantes de turno. Cuando no se ejerce verdadera oposición, desde allí se vislumbran las deficiencias cuando toca estar en el ejercicio del Poder.
Libre debe asumir gran parte de ese costo. Por el contrario, si les toca continuar gobernando (con o sin cuestionamientos en los resultados electorales), se requiere un replanteamiento total en la administración del presupuesto, en la contratación del recurso humano, en las relaciones con los demás poderes del Estado. Seguir en lo mismo, con igual discurso, practica y manejo del poder, sería dañino para el país.
Hay mucho más que decirles, pero, seguiremos en otra oportunidad.
Para el Partido Nacional: Ustedes gobernaron el país durante doce años después del golpe de Estado de 2009. Reafirmando su historia vinculada a situaciones de ese tipo desde inicios de los años treinta del siglo XX con el régimen de Tiburcio Carías, un caudillo surgido en el partido liberal al que le burlaron triunfos electorales y cuando alcanzó el poder, se metamorfoseó en un dictador. Ya es tiempo de que el PN se desprenda de ese referente. Luego de la contundente derrota electoral en 2021 y las incriminaciones (internas, y sobre todo externas) al exgobernante Hernández Alvarado sintieron la necesidad de una reestructuración de la institución partidaria. Se contempló la posibilidad de un replanteamiento y hasta de una “limpieza” de liderazgos a fin, de lavar la cara (y el cuerpo entero) a la institución e incluso, hasta planes concretos de cambiar el nombre al partido y otras medidas de renovación. Todo eso quedó en palabras. Se les terminaron las ganas de renovarse muy rápido y no se realizó la anunciada convención partidaria en 2022 para impulsar y cumplir plenamente con esa transición. Lástima, porque el partido y sobre todo el país, lo necesitaban. Hubiese sido una contundente acción política para marcar nueva y aleccionadora historia.
Lástima también por sus simpatizantes decentes y de buena fe que quedaron esperando rectificaciones. Pareciera que algunas cúpulas del PN dejaron pasar el tiempo confiados a la fragilidad de la memoria colectiva que ha mantenido maniatada a la población hondureña durante décadas. Varios de los dirigentes nacionalistas confían -y con bastante base- en que los yerros del actual partido gobernante desviarán la atención del público y que, el voto duro y testarudo de los nacionalistas será suficiente para retornar al poder muy pronto mientras sus competidores directos se desgastan, trastabillan y se desmoronan. Quizás estén muy confiados en que todavía conservan el voto más duro respecto a todos los demás partidos en la nueva tripleta dominante.
Este tipo de pensamientos perversos se reafirmaron con los resultados de las elecciones primarias de marzo de 2025, en las que a pesar del tremendo desprestigio de los cachurecos (lo reciente, sumado a lo histórico), lograron ser el partido con mayor votación (casi 900 mil electores) que, aunque fue inferior a lo obtenido en las primarias de 2021, logró superar en cien mil votos al partido oficialista que de por sí, tuvo una inmensa cantidad de votos en blanco y nulos. Pareciera que, en esta ocasión, el caudal electoral apunta a que, aunque la candidatura más votada individualmente corresponde al partido Libre, a nivel de partidos que es lo determinante, se la lleva el PN. Es justo la situación inversa a lo ocurrido para las elecciones de 1985 con la “opción B”, cuando el candidato más votado era del PN, pero el partido con mayor sufragio era el partido Liberal.
Quedan flotando grandes interrogantes: Si el PN retornara al poder, ¿Volverían a darse los escándalos de corrupción? ¿Se continuaría endeudando al país como lo hicieron en sus tres administraciones consecutivas y, lo continuó haciendo el gobierno de Libre? ¿Habría combate decidido contra el narcotráfico y la inseguridad humana? En realidad, ¿Cómo administrarían la debacle que ustedes mismos dejaron sumado a lo que les haya dejado el gobierno al que sucederían?
Por el contrario, si les tocara volver a perder, ¿Harían verdadera oposición o, se prestarían a maniobras del actual oficialismo a cambio de “protección” judicial para algunos de sus líderes? ¿Exigirían se cumpla la Constitución y se respeten las leyes, justo aquello que ustedes no cumplieron en su tiempo? ¿Realmente, tomarían el reto de transformarse para transformar el país y dar un giro significativo en su historia?
Vamos con el Partido Liberal: Ustedes son el partido político más antiguo. Ciento treinta y cuatro años de existencia y, a punto de entrar a unos comicios generales acumulando veinte años sin triunfos electorales en la presidencia.
En 2009, sus dirigentes cayeron en el contrasentido histórico al propiciar y ejecutar un golpe de Estado contra alguien de su propio partido y, más allá de eso, fueron inconsecuentes con la memoria del derrocamiento del destacado presidente Villeda Morales en octubre de 1963 apenas 10 días antes del inminente triunfo de Modesto Rodas Al, otro de sus caudillos históricos. En 2009 el PL lastimosamente traicionó su vocación histórica de estar al lado de los perseguidos políticos y se tornó en represor, muy similar a lo ocurrido con el expresidente Suazo Córdova en el retorno a la democracia formal en 1982.
El último gobierno liberal irónicamente fue encabezado por Manuel Zelaya, caracterizándose por una fuerte dosis de improvisación y debilidad derivada de su minoría electoral. Frente al derrocamiento de Zelaya en su tentación y amago continuista en junio de 2009 hubo un apoyo significativo e inesperado de un movimiento social de resistencia aunado al respaldo de una diversa comunidad internacional que unánimemente rechazó el derrocamiento y desconoció al régimen de facto.
Estas circunstancias fortalecieron a la futura fracción disidente en el PL que llevó hasta la conformación de un nuevo partido. Los derrocadores calcularon mal el golpe y no lograron borrar del mapa político a Zelaya, por el contrario, le hicieron el favor de dibujarle una imagen de caudillo vinculado superficialmente a la izquierda. El golpe, estancó al país en mayor atraso histórico y particularmente, hundió al partido liberal en una crisis que todavía no supera plenamente. Algo peor ocurrió con la economía nacional, profundizando los desequilibrios estructurales.
El rompimiento del orden constitucional favoreció al PN contando con la ayuda de los cabecillas del PL. Desde los comicios generales de noviembre de 2009 el PL sufrió cuatro derrotas al hilo, con caídas sucesivas en cada elección, a tal grado que, en 2021, descendieron a una votación presidencial menor a su resonante victoria en el retorno a gobiernos civiles. Basta contrastar los 350 mil votos en 2021 con los 700 mil sufragios en 1981, con población total de 4.0 y 9.8 millones en ambos años, respectivamente. En otras palabras, en cuatro décadas con población más que duplicada, el partido tradicionalmente mayoritario en Honduras, se redujo a la mitad de votantes.
Decepcionante, también ha sido ver al PL actuando como partido “bisagra” o “rémora” en los regímenes post-golpe del PN y la primera mitad del régimen de Libre. Se recuerda con asombro, la coyuntura del año 2014 cuando el recién formado pero pujante partido Libre, ofreció sus votos para que el partido nombrado por otro de sus caudillos (Zúniga Huete), como el de las “milicias eternamente jóvenes”, encabezara el poder legislativo a pesar de haber sido desplazado al tercer lugar. Similar error, fue dejar pasar la oportunidad de una posible coalición electoral “anti Joh” en 2017.
En la actual coyuntura, frente a los comicios generales de 2025, el PL realizó recientemente, una estrategia sorpresiva abriendo sus puertas para la incorporación o retorno de facciones disidentes en este caso en ruta “inversa”, propiciando la integración de miembros y anteriores aliados de Libre habilitándolos para participar en sus elecciones primarias de marzo. Sin duda, con la participación de Nasralla, Calix, Espinoza y Zelaya se adquirió nuevos brillos, pero, de acuerdo a los números de las primarias, aun son insuficientes para superar la crisis acumulada. Se puede y se debe hacer mucho más.
De cara a las generales del 30 de noviembre, el PL se percibe como el potencial capitalizador del voto independiente que antes tuvo Libre haciéndolo triunfar. Volver a crecer y retornar al poder, dependerá de la audacia, sobriedad, carisma, sinceridad y coherencia de sus candidatos.
En cuanto al mensaje dirigido al resto de partidos, es decir los denominados “pequeños” o minoritarios, desafortunadamente no son muchas las cuestiones relevantes que se pueden destacar. Con el anterior esquema bipartidista, transcurridos varios decenios, los partidos PINU y Democracia Cristiana PDCH no lograron avanzar. Fueron envejeciendo y siguen teniendo votación de partidos “recién nacidos”.
En el presente, con un esquema tripartidista, las oportunidades de crecer se perciben todavía más reducidas. Hace mucho tiempo dejaron de ser partidos “emergentes” y, por falta de beligerancia, compromiso y estrategia, se quedaron como grupos en crisis, en evidente emergencia de “cuidados intensivos”. Solo una gran “sorpresa” electoral puede cambiar esa tendencia en noviembre de 2025. En realidad, venimos esperando esa sorpresa desde hace más de 10 procesos electorales, casi medio siglo.
Su “gran hazaña” es seguir sobreviviendo y cumplir los requisitos para mantener la inscripción en el CNE de acuerdo a lo exigido por la Ley. En cuestión de meses el tripartidismo sacó del juego electoral a 11 partidos pequeños. La percepción y decisión del “voto útil” entre tres grandes contendores, reducirá todavía más las posibilidades de votos independientes o de rechazo contra el tradicionalismo político (ahora, tripartidismo). En el escenario clásico bipartidista (partidos liberal y nacional), las posibilidades de votos a favor del PINU, DC y UD, siempre fueron pocas porque los votantes se inclinaban por alguno de los bandos con posibilidades de triunfo. La búsqueda talvez equivocada del voto “útil” hace pensar al electorado, que son inútiles los apoyos para los partidos pequeños. En otras palabras, votar por los partidos pequeños significa “desperdiciar” el sufragio. En general, los partidos pequeños no han hecho ni hacen nada significativo que motive a la gente a cambiar de opinión. No es solamente culpa de la “ignorancia y terquedad” de la gente.
El Pinu, la DC y la UD, nacieron generando alguna novedad y esperanza de cambios alternativos. En corto tiempo, comenzaron a mostrar los mismos comportamientos de los partidos centenarios, destruyendo ellos mismos, la expectativa de que podían ser opción real de cambio. Transcurrió escaso tiempo para que se convirtieran en pequeñas agrupaciones legalizadas corroídas por el clientelismo y el chamberismo. Nunca desarrollaron verdadero “musculo político”, estructuras orgánicas, verdadera identidad ideológica, se fueron acomodando a ser minúsculas plantas “bonsai”, descuidadas sin “riego” popular, literalmente estériles, machorros vegetando. Por supuesto, hubo excepciones a estas características, pero, los “dueños”, socios anónimos y hasta parientes de las elites de los partidos tradicionales, convenientemente se prestaron a marginar y descabezar a todo aquel elemento que pudiera irrumpir para que en lugar de bonsai hubiese siembra y cosecha verdadera de numerosos simpatizantes y auténticos cuadros políticos. Lo lograron.
Es necesario reconocer que los partidos emergentes tuvieron al menos 3 oportunidades históricas de hacer valer su cantidad de diputados como votos claves en la correlación de fuerzas en el plano de las diferencias y pugnas de los partidos tradicionales (PL y PN); esas ocasiones fueron: la asamblea nacional constituyente (1980-1981); periodo 2002-2006 y; período 2006-2010. Desafortunadamente esas oportunidades fueron desaprovechadas por los partidos emergentes debido a la abyección, corrupción, traicion y falta de visión estratégica. En parte, pagaron las consecuencias en 2013. Generalmente, en lugar de incidir con sus pocos, pero decisivos votos legislativos o en espacios municipales, tomaron el camino de ser “bisagras” o caja “chica” de los grupos de poder de turno tranzando con el mejor postor.





