Los Campesinos

Por: Redacción CRITERIO

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Tegucigalpa.- El siete de julio de 1984,  el fallecido abogado  Gautama Fonseca,  escribió este comentario en el ya desaparecido Diario Tiempo: «los Campesinos». Hoy 34 años atrás sigue teniendo la misma vigencia. Es como si el tiempo se hubiese detenido o peor aún, no enseña que en Honduras nada ha cambiado pese a las iniciativas de «Reforma Agraria» y a las decenas de proyectos de desarrollo del campo que han  fracasado uno tras otro.

Emilio Fonseca, su hijo nos lo ha hecho llegar para compartirlo con los trabajadores hondureños en su día:

 

Los Campesinos

Por: Gautama Fonseca

No hay ser más triste que un campesino- hondureño.

Son hombres abatidos, derrotados, sin claridad ni esperanza alguna en su alma.

Cuando de ellos se trata, al otro lado de las cercas está la muerte, está la cárcel, está la golpiza. La Reforma Agraria es una mentira.

No importa si comen o no comen; si trabajan o no trabajan; si tienen ingresos o si no tienen.

Las vacas valen más que ellos. No. es por pisto las que aquellas pastan en las mejores tierras del país. En las tierras que deberían estar a su servicio.

De los campesinos se dicen las cosas más negras. Se dice que son haraganes, pero no se repara en que son enfermos, en que son analfabetas, en que carecen de tierra, en que no tienen con qué comprar los instrumentos requeridos ni las semillas precisas. Son haraganes. Así lo ha dispuesto la Divina Providencia y e aquellos que se valen del de la Divina Providencia para estrujarlos aún más.

Se dice, de ellos, que son borrachos. Y cuando esto se predica no se repara en que el aguardiente es producido por quienes lanzan la afirmación como un escupitajo, o por miembros de su clase social.

En un país de pobres no hay peor delito que ser miserable. Y los campesinos viven en las esquinas más obscuras de la miseria.

Para ellos están las aguas podridas, los frijoles sancochados, los pies descalzos, las bocas desdentadas, los cuerpos malolientes, la servidumbre, las chozas.

Para ellos son los hospitales de caridad. vacíos de médicos y de medicinas. Para ellos los maestros empíricos, las aulas destartaladas, lo que sobra.

Los chulos y los alcahuetes graduados en las universidades y en los colegios o que han pasado por las escuelas urbanas, le han quitado todo a los campesinos, hasta la dignidad.

Ellos hacen las leyes. Ellos formulan y ponen en obra el presupuesto nacional y fijan las prioridades. Ellos controlan la fuerza y la poca inteligencia penumbrosa que hay en el medio.

Los campesinos son el pueblo porque son los más. Pero una mimarla insignificante los domina.

Para lograr esa dominación se ha valido y se sigue valiendo del analfabetismo.

Lo que ha hecho es alimentar el fuego de la ignorancia popular con la madera seca de la demagogia.

Ningún mal es peor en una sociedad atrasada que el político de oficio. Que el político hecho de subdesarrollo, de codicia, de estulticia.

Ellos son, entre nosotros, los culpables del estado en que se encuentran los campesinos. Los que se hartan y viven gracias a su miseria.

Sólo se acuerdan que esos infelices en tiempos de guerra para que los maten como si fueran animales y en tiempos de elecciones, para que sufraguen en su favor.

No hay ser más triste que un campesino hondureño

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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