Por: Ronnie Huete/ Criterio
De nuevo las políticas represoras, nacidas paradójicamente en la alma mater de Honduras, pone en riesgo la vida de los universitarios de la UNAH, quienes se salvaron de no morir asesinados por los disparos que realizó el personal de seguridad de esa institución universitaria.
Terribles imágenes de un rostro fracturado le dan la vuelta
al mundo al comenzar el segundo semestre de 2016.
Nuevamente es Honduras. Desde la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), los estudiantes universitarios son víctimas de la crueldad humana.
Gases lacrimógenos prohibidos en convenios internacionales, una tanqueta de presión para reprimir manifestaciones y hasta balas de plomo son la política que la autonomía de la Universidad Nacional de Honduras, aplica a quienes se oponen a las medidas académicas impuestas por su rectora Julieta Gonzalina Castellanos.
Y es que un rosario de medidas impositivas aproxima a la Universidad Nacional de Honduras, a una privatización de la educación superior, según lo denuncian movimientos estudiantiles, quienes señalan también que la autonomía de este centro universitario, ha dejado de existir.
Miembros de la policía nacional y entes de seguridad privada que trabajan dentro de la UNAH, reprimieron una manifestación pacífica que efectuaron hoy los estudiantes de la máxima casa de estudios.
Los universitarios exigen la derogación de estas disposiciones de la rectoría, y también requieren el uso de su derecho a participar en las decisiones de la UNAH.
Los universitarios, que por razones de seguridad, no se revela su nombre confirmaron que los guardias de seguridad privada, que trabajan dentro de la UNAH, dispararon en su contra, poniendo en peligro sus vidas.
Julieta Castellanos, en ningún momento solicitó la opinión de los estudiantes universitarios, por lo que sus medidas son arbitrarias, características sociales de una dictadura, dijo indignado uno de los estudiantes reprimidos.
En los últimos años, Julieta Gonzalina Castellanos, ha hecho uso de su represión para acallar la libertad de expresión y de pensamiento de los universitarios, derechos humanos universales, que se les ha negado a los estudiantes.
La represión y Julieta se han convertido en palabras sinónimas, reflejadas en la criminalización que sufren los universitarios de la UNAH.
Es imperativo que organismos de derechos humanos nacionales e internacionales se pronuncien contra este salvajismo que pone más en precariedad la institucionalidad estatal de Honduras, y sobre todo viniendo de una Casa Superior de Estudios, como lo es el Alma Mater de Honduras.
Pese a los disparos efectuados por guardias de seguridad que trabajan en la UNAH, no resultó gente herida de bala, pero sí hubo un herido, producto de un golpe que propinó un elemento de la Policía Nacional contra un universitario, lo que resultó en una fractura en la cara.
De igual forma, se agredió al periodista y defensor de derechos humanos, Felix Cesario Padilla, quien se encontraba brindando cobertura de lo sucedido.
El gas lacrimógeno lanzado por la Policía Nacional dejó las instalaciones de la UNAH, totalmente contaminadas y el efecto fue tal, que una comunidad de viviendas cercanas al centro universitario, también se vieron impresionadas de gas lacrimógeno, según lo informaron, estudiantes y vecinos aledaños.
Cualquier atentado o amenaza para el autor de este artículo es responsabilidad de quienes representan y gobiernan el Estado de Honduras y sus invasores o los que menciono en el presente artículo.
El autor de este artículo es corresponsalía voluntaria de http://conexihon.hn la revista Caros Amigos editada en são Paulo, Brasil para Centroamérica, la organización Casa Mafalda São Paulo, Brasil , La Agencia informativa Latinoamericana Prensa Latina, Kaos en la red y El portal http://desacato.info editado en Florianópolis, Brasil.