La ofensiva de Putin, del legitimo derecho a la defensa a una ocupación innecesaria

Por: Tomás Andino Mencía

En el ajedrez de la política internacional, el ataque sorpresivo de la Federación Rusa contra Ucrania ha pateado el tablero geopolítico en Eurasia. La correlación de fuerzas que antes favorecía al bloque liderado por Estados Unidos se ha volcado temporalmente a favor del gobierno ruso, que ha jugado con pelota adelantada al hacer una ofensiva militar que va más allá del conflicto en el Donbass, dejando al gobierno ucraniano y a la OTAN paralizados y humillados, abriendo una nueva etapa al conflicto.

Desde hace un año al menos, el gobierno de Putin estaba siendo provocado y acorralado por una serie de ejercicios militares de la OTAN en zonas fronterizas y aguas territoriales rusas (como el Mar Negro); también por la instalación de misiles ofensivos en Polonia y Rumania, que podrían alcanzar a Moscú en quince minutos, y por los ataques de los militares y bandas fascistas ucranianas contra las repúblicas de Donetsk y Luhansk, donde habitan unos 800 mil ciudadanos rusos, en violación del Tratado de Minsk.

Todo ese montaje provocador de los norteamericanos y europeos tenía tres objetivos:

1) Ampliar la presencia de la OTAN hacia la frontera con Rusia en violación de un acuerdo establecido con Estados Unidos en 1997. Para lograrlo la alianza atlántica necesitaba deshacer el “colchón” geográfico entre Rusia y Europa que formaron en 2014 las Repúblicas populares de Donetsk y Luhansk, y lograr la colaboración del gobierno ucraniano en su campaña antirrusa. En ese empeño envalentonaron con armamento ligero a los militares y a las bandas neonazis ucranianas, que cuentan con la aquiescencia del gobierno de Volodymyr Selensky, para incrementar las agresiones a los rusos parlantes que habitan el Donbass, lo que hacía temer por una matanza étnica de grandes proporciones en esa región, peor que la ofensiva de 2014 que costó la vida a más de 14 mil personas a manos de los fascistas; un tema silenciado por las agencias de noticias pro-OTAN.

2)  Acorralar a Rusia para que esta se vea obligada a responder militarmente para proteger a sus connacionales en el Donbass, y entonces justificar medidas económicas drásticas que asfixien su economía, en particular sacar a Rusia del mercado europeo, especialmente en lo que a exportación de gas líquido se refiere, con la cancelación del gasoducto Nord Stream II; pero también la expulsión de Rusia del sistema de intercambio financiero Swift, la prohibición a todas las empresas occidentales para vender o comprar a empresas rusas, y colocar limitaciones a la importación de trigo, entre otras medidas ; y,

3) Desprestigiar políticamente a Putin para apuntalar a sectores de la ultraderecha rusa.

En pocas palabras, Estados Unidos y Europa apostaron a que la reacción rusa seria limitada al Donbass y que no se atrevería a ocupar todo el país, lo que les permitiría hacer una jugada de contragolpe desde suelo ucraniano. Su estrategia es darle a Putin donde más podría dolerle, su economía, pero también acelerar el ingreso de Ucrania a la OTAN para posicionar más cerca de Rusia sus baterías misilisticas nucleares. Apostaron a que el gobierno ruso se vería limitado en su reacción por temor a perder su más grande proyecto energético, el Nord Stream 2, entre otras sanciones anunciadas.

Frente a lo anterior, Putin les salió más astuto. Primero, estableció dos “líneas rojas” principales: la no admisión de Ucrania en la Alianza Atlántica y el respeto a los acuerdos de Minsk sobre las repúblicas populares de Donetsk y Luhansk; luego respaldo sus exigencias con una enorme movilización militar, camuflada de “ejercicios”, con la cual posiciono a más de 150 mil soldados alrededor de Ucrania, a la vez que juraba que nunca atacaría militarmente este país sino que se limitaría a defender el Donbass; y finalmente, se la jugo  para atacar más allá del Donbass con el fin de neutralizar en su totalidad la capacidad militar de Ucrania, valiéndose del factor sorpresa y de la máxima militar de que no hay mejor defensa que el ataque, un lujo que solo puede darse una potencia militar de punta como Rusia.  

Habiendo visto la precisión de los ataques contra las más importantes bases militares ucranianas, es evidente que la idea de atacar masivamente en todo el territorio no fue algo improvisado sino meticulosamente planificado desde el inicio, aprovechando el descuido estratégico de su contrincante. Refleja también que Putin midió bien la capacidad de respuesta de Estados Unidos y Europa y calculo que estos no se entrometerían; y como veremos adelante midió sus consecuencias, al menos las inmediatas.

Al corto plazo, Rusia se anotó un gol al abatir de manera fulminante la infraestructura militar ucraniana, como aeropuertos, sistemas antiaéreos, radares, fábricas y almacenes de armas, que podrían haber servido a la OTAN para operar, en el caso de que este país hubiera ingresado a dicha alianza. Sin embargo, dado la impredecibilidad del modus operandi de Putin, aún está por verse si sus objetivos se van a limitar solo a eso, o si está en sus planes derrocar al gobierno de Selensky o negociar con este, dado que sus tropas están ya en la capital, Kiev. Esta pregunta viene a cuento porque es claro que la fuerza armada rusa ha cumplido el primer objetivo de esta “operación especial” que es la destrucción de la infraestructura militar pero aún sigue pendiente su segundo objetivo: la des nazificación de Ucrania, es decir, “limpiarla” de los grupos fascistas pro nazis que son tan activos en ese país.

La humillación no solo es para el gobierno ucraniano sino también para el gobierno de Estados Unidos y Europa que azuzaron a este a hurgar con vara corta al oso, pero que a la hora del té se acobardaron para entrar en defensa del gobierno que habían envalentonado. Nada lo refleja mejor que el patético discurso de Selensky admitiendo que lo dejaron solo y que estaría dispuesto a aceptar su “neutralidad” entre Rusia y la OTAN. Eso significa que Putin se ha anotado no solo un éxito militar sino también uno geopolítico, consolidando su posición de hegemon de Eurasia.

Pero hay más. Las repercusiones de esta osada jugada rusa tendrán se sentirán también en el campo de la economía capitalista europea. Las sanciones prometidas por la Unión Europea y Reino Unido, no parece que vayan a causar más daño a la economía rusa que el que se causaran a sí mismos, tomando en cuenta la gran interdependencia que existe entre Rusia y Europa. Por ejemplo, expulsar a ese país del sistema Swift haría que Rusia no podría pagar sus deudas con bancos, comercios e industrias europeos y gringos, sin que se le pueda achacar responsabilidad; la cancelación del Nord Stream 2, no podrá ser cubierta por Estados Unidos ni por Qatar y, aun cuando lo hagan elevara el costo del precio del gas a más del 40% según estimaciones, empujando a Europa a una espiral inflacionaria sin precedentes, como si la crisis de los suministros y la pandemia no fueran suficientes. Y esto sin hablar del congelamiento de millones de personas que no tendrán acceso a gas para enfrentar los duros inviernos en ese continente. Eso explica que a la hora de aprobar esas sanciones les tiembla la mano de los gobernantes europeos; pero como son gobiernos sometidos a Washington, tendrán que dispararse ese tiro al pie.

Tal vez la oligarquía de Estados Unidos sea la más gananciosa; esta aumentara sus ventas de armas y gas a Europa a niveles récord, lo que no dudo fue un efecto calculado por los estrategas gringos también. No obstante, este logro es relativo porque, así como Europa depende en gran medida de Rusia, así también Estados Unidos depende del mercado europeo para vender sus productos; y la reducción de la capacidad de compra de los europeos a causa de la inflación, al largo plazo afectara a otras ramas de la economía gringa. Por lo dicho no es casual que las bolsas de valores hayan registrado caídas importantes en estos días.

En el campo social, la extensión de las operaciones a toda Ucrania también ha provocado un gran flujo de refugiados que tienen como destino a Polonia y Rumania, extendiendo la crisis más allá del Oeste de las fronteras de Ucrania; obligando a otros países europeos a sufrir las consecuencias colaterales de estas acciones.

Putin ya había calculado este escenario por lo que desde hace ocho años venia preparando su economía para enfrentar también sanciones más agudas que las que ha sufrido desde 2014. Aumento sus reservas internacionales a un equivalente a más 600 mil millones de dólares, a la vez que redujo la dependencia de esta última moneda apostando más por la criptomoneda china y otras; estableció acuerdos comerciales con China en varios campos, principalmente en materia energética con un tratado equivalente a 400 mil millones de dólares, asegurándose de construir otro gasoducto (“Fuerza de Siberia”, abierto en 2019) que compensaría parcialmente la perdida de Nord Stream 2.

Pero ¿hacia dónde va todo esto?

Como bien dice un dicho, uno sabe cómo comienza una guerra, pero no como termina. Las ventajas que obtuvo Rusia en el corto plazo podrían revertírsele al largo plazo.

En el terreno militar, la ocupación de toda Ucrania parece diseñada para quedarse por poco tiempo, confiados en su superioridad militar, pero así también ocurrió en Afganistán. Es muy probable que, posterior a la actual ofensiva,  Rusia  se enfrentara al mediano plazo en Ucrania a un teatro de guerra de guerrillas lideradas por los fascistas, armados y financiados por Estados Unidos, con o sin la aprobación de Selensky, obligando a las fuerzas armadas rusas a quedarse por varios años y a ocupar progresivamente todo el país, con la consecuente secuela de represalias, represión, sostenimiento de un gobierno títere, torturas, asesinatos, políticas de tierra arrasada de parte de ambos bandos y todo lo típico de una ocupación a la que estamos acostumbrados en Vietnam, Afganistán y similares. Recuérdese que el centro y oeste de Ucrania no son lo mismo que el Donbass o Crimea, donde la población es abrumadoramente pro-rusa; en la mayor parte de su territorio el gobierno ruso es temido y repudiado. De esa forma, se pasaría de una operación relámpago a una ocupación en toda la regla; y ya sabemos cómo terminan las ocupaciones al largo plazo. Es decir, el conflicto proseguirá y la única ganancia de Putin es que este se alejara de Moscú, al menos por un tiempo.

También al largo plazo la economía empeoraría. El estado actual de la economía rusa es delicado con un elevado nivel de inflación y desempleo, de tal manera que las sanciones, por débiles que sean, van a agravar estos problemas con el tiempo. Y como las consideraciones de la defensa estratégica militar pesan más que las consideraciones económicas que afectan a la población, a la hora de tomar las decisiones, la situación de pobreza, desigualdad y migración con seguridad irán de mal en peor en Rusia. Asimismo, el mantenimiento de un ejército de ocupación en un país tan vasto como Ucrania, es difícil de sostener económicamente. Putin puede verse obligado a retroceder hasta el Donbass para evitar ese costo, pero eso lo llevaría al punto de partida, así que en poco tiempo volvería a estar acorralado por esta decisión. La única gananciosa de esta estrategia será la industria armamentista rusa, por cierto, una industria privada capitalista, que el año pasado facturo 18 mil millones de dólares en ventas, por lo que no tengo la menor duda ha influido para que Rusia se haya embarcado en este proceso bélico; no obstante, el resto de las ramas de la economía, sufrirán.

Por otro lado, en el campo político-diplomático internacional el prestigio relativamente bueno que tenía Putin antes de esta ocupación militar, como líder mundial de los cuestionamientos a Estados Unidos y Europa por sus acciones arbitrarias, incluso como defensor de los habitantes del Donbass, ahora no tendrán sentido cuando el mismo Putin ha ocupado todo un país, faltando a su palabra, y se ha exhibido como un líder propenso a la violencia militar como método de solucionar conflictos internacionales. Porque una cosa es ejercer el derecho a la defensa propia y de los suyos, y otra tomar por asalto la casa vecina y hacer persecución en esta.

Es previsible que la diplomacia capitalista aprovechara este paso dado por Rusia para tratarlo como un leproso, excluyéndolo de todos los foros internacionales posibles, dependiendo únicamente del apoyo decidido de algunos gobiernos entre los cuales el que realmente cuenta es el de China, que aprovechara esa dependencia para inclinarlo también a sus prioridades de expansión económica. Por otro lado, recuérdese que China tiene mucho que perder con sus socios capitalistas europeos si estos atienden las sanciones económicas que prohibirán todo comercio directo o indirecto con Rusia. Veremos aquí como se comporta el gigante asiático, que hasta ahora ha estado tibiamente del lado ruso.

La combinación de estos factores económicos y políticos puede pasarle factura también al nivel interno a Putin en Rusia, con el crecimiento de la oposición prooccidental al largo plazo; lo cual tendrá como consecuencia el endurecimiento y progresiva militarización de la vida rusa.

En conclusión, Rusia comenzó actuando bien en la medida que defendía a sus ciudadanos de las hordas fascistas ucranianas, y hasta ahí era éticamente aceptable. Pero al dar el paso de extender su ofensiva militar a todo el país pasa la “línea roja” del respeto a la autodeterminación que tiene el pueblo ucraniano. Si bien esa ofensiva puede tener un resultado exitoso en lo inmediato, promete acumular para ese país una bomba económica, social, política y militar que Putin tendrá que enfrentar en un futuro no tan lejano.

Mientras esto sucede los grandes gananciosos de todo este embrollo son los grandes negocios de hidrocarburos y los complejos militares industriales capitalistas de occidente y oriente, que se “lamen los bigotes” con el aumento de sus ganancias en la competencia gasística y la carrera armamentista.

En este contexto, mal hacen varias corrientes de opinión de izquierda con hace culto a la personalidad de Putin ya que el futuro de este líder de derecha conservadora es evolucionar hacia un gobierno cada vez más descarnadamente procapitalista y autoritario. Mas bien, no vendría mal reactivar el movimiento antiguerra internacional para que detenga el brazo militar de los imperios occidentales y de los nacientes imperios orientales, todos capitalistas, que amenazan la vida, la economía y los derechos de los pueblos.

Si la humanidad permite que los señores de la guerra de todos los bandos continúen actuando impunemente, habrá poco futuro para nuestros descendientes.

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

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Un comentario

  1. Quiero dejar constancia que se produjo un error al transcribir el titulo del articulo. Seguramente este comentario llegara cuando se corrija, pero la hago por aquellos que alcanzaron a leerlo en su version incorrecta. El titulo correcto es «La ofensiva de Putin, del legitimo derecho a la defensa a una ocupación innecesaria». Creo que se confunde el análisis que hago de la audacia y la capacidad estratégica de Putin con una posición de apoyo a esta acción, algo que está alejado de mi intención. Yo me opongo a esa guerra y creo que Rusia debe pararla.