Por: Sema Sgaier y Prashant Yadav
WASHINGTON DC – Mientras el mundo entra en el segundo año de pandemia por el coronavirus, los responsables de formular las políticas pusieron en primer plano a la vacunación entre sus respuestas. Pero aunque las vacunas ofrecen la salida más segura de la crisis, los países tienen enfoques diferentes. Algunos se apuran a vacunar a sus poblaciones, otros esperan a contar con datos sobre su eficacia en el largo plazo antes de comenzar y hay quienes quedaron atrapados en una larga fila de espera para recibir o comprar las dosis que necesitan desesperadamente.
Muchos notaron la rápida tasa de vacunación en Israel, la ambición del Reino Unido —el primer país en aprobar una vacuna contra la COVID-19 para su uso de emergencia— y los tropiezos en la distribución en Estados Unidos y la Unión Europea, pero para quienes buscan lecciones sobre cómo proteger a una población mediante la vacunación, hay otro país de referencia: la India.
Con 1300 millones de personas y una cantidad estimada en 11 millones de casos de COVID-19, la India parece enfrentar un gigantesco desafío de vacunación. El gobierno anunció recientemente un plan para vacunar a cerca de 300 millones de personas para principios de agosto. Y, de acuerdo con los preparativos y las acciones del país hasta el momento, es posible que esté bien equipado para ello.
Eso se debe a que la India puede solucionar los desafíos de escala con una capacidad de producción masiva, una sólida infraestructura de salud pública experimentada en la entrega de vacunas, un ejército de trabajadores de primera línea y una meticulosa planificación. Sumemos a eso un seguimiento digital innovador y los resultados podrían poner al país en una posición envidiable más adelante en este año.
Los profesionales de la salud de primera línea son una pieza clave para la implementación de la vacunación en la India… y los primeros en ser vacunados. La campaña para vacunar aproximadamente a 30 millones de profesionales de la salud, de primera línea y otros, comenzó el 16 de enero. En los primeras 34 días la India logró aplicar 10 millones de vacunas. A EE. UU. le llevó 31 días vacunar a la misma cantidad de personas una vez que hubo autorizado las vacunas (no está claro cuál es el ritmo de vacunación en China).
Una vez que los profesionales de la salud estén vacunados, los trabajadores de primera línea y las personas de más de 50 años de edad —junto con los jóvenes con problemas graves de salud— serán los siguientes en la India. Son 260 millones de personas más que el gobierno planea vacunar en menos de siete meses.
La India tiene la capacidad para fabricar localmente todas sus vacunas contra la COVID-19. Serum Institute of India, el mayor productor de vacunas del mundo, amplió su capacidad para producir 1000 millones de dosis de la vacuna AstraZeneca-Oxford (conocida localmente como Covishield), mientras que Bharat Biotech producirá la Covaxin, que cuenta con el respaldo del gobierno. Eso sería suficiente para vacunar a los grupos prioritarios del país en este año y, como las vacunas producidas localmente tienen los precios más bajos del mundo, la India ya entregó dosis con un valor de 47 millones de dólares a 13 países.
La India dependerá mucho de su infraestructura de salud pública para ampliar la escala de su campaña de vacunación. Se establecieron en el país 3000 centros de vacunación contra la COVID-19, junto con 27 000 puntos de cadena de frío para mantener refrigerados los suministros durante el transporte y en sus destinos. Aproximadamente 150 000 personas en 700 distritos fueron entrenadas especialmente para administrar las vacunas.
La India ya cuenta con los mayores programas de salud pública para inmunización en el mundo, que cubren a 27 millones de niños y 29 millones de embarazadas cada año. Desde que comenzó una campaña nacional para vacunar a los niños contra el sarampión y la rubéola hace cuatro años, muchos estados lograron tasas de cobertura superiores al 90 %. La campaña de vacunación contra la COVID-19 es ciertamente ambiciosa, pero su escala no es fundamentalmente diferente.
Como descubrieron algunos países —entre ellos, EE. UU.—, los sistemas gubernamentales multinivel pueden incidir sobre la velocidad de vacunación si no hay un flujo adecuado de información, no queda clara la autoridad entre los distintos niveles de autoridades encargadas de tomar decisiones y no se definen las responsabilidades con precisión. La India se ocupó proactivamente de este problema cuando planificó la entrega de las vacunas contra la COVID-19 estableciendo una estructura de gobernanza bien definida entre el gobierno central, los gobiernos estatales y distritales, y los bloques administrativos locales. Los roles y las responsabilidades de cada nivel están claramente definidos y eso permite una respuesta coordinada a nivel nacional.
Además, la India está utilizando la tecnología para optimizar el rastreo y la rendición de cuentas: las autoridades crearon, en tiempo récord, el sistema especializado Co-WIN para rastrear el aprovisionamiento y la distribución de las vacunas y permitir que la gente se registre con antelación para las vacunaciones. El Co-WIN hace uso de otro sistema con el que cuenta el país, el Aadhaar, que permite la identificación digital a nivel nacional. Del lado de la oferta, aprovecha el e-VIN, el sistema de información nacional sobre vacunas. Combinarlos fue fundamental para que el sistema funcionara (los problemas técnicos se solucionaron rápidamente). Los ciudadanos pueden recibir mensaje de texto que les informa cuándo y dónde vacunarse, y obtienen un certificado a través de un código QR único después de recibir la segunda dosis.
Aunque las perspectivas son buenas, la India aún debe superar obstáculos significativos. La creación de una base de datos integral y precisa de personas con comorbilidades, para priorizar su vacunación, continúa siendo un enorme desafío.
Por otra parte, al igual que en otros países, existen niveles preocupantes de reticencia a la vacunación. Las impresionantes cifras de vacunación contra la COVID-19 en la India durante las primeras semanas pudieron haber sido aún mayores, pero parte del personal médico se negó a vacunarse, especialmente porque la vacuna Covaxin, desarrollada localmente, recibió una autorización de emergencia antes de que se revisaron todos los datos de los ensayos sobre su eficacia. El gobierno necesitará buenas campañas de comunicación para persuadir a los mayores y a quienes tienen enfermedades de que las vacunas son seguras.
La experiencia de la India ofrece al menos tres lecciones para el resto de los países. En primer lugar, deben aprovechar al máximo sus fortalezas. No todos los países pueden desarrollar o producir sus propias vacunas, pero casi todos pueden recurrir al compromiso de los trabajadores de primera línea, la infraestructura de salud pública, o a su experiencia derivada de epidemias o campañas de vacunación anteriores.
En segundo lugar, se debe incorporar en la campaña desde un primer momento la priorización del acceso a las vacunas y el seguimiento de su implementación. Para estudiar los datos en profundidad y asignar las vacunas de la manera más eficaz puede ser necesario ampliar los sistemas de información existentes o usar nuevas herramientas, como el Planificador para la asignación de vacunas contra la COVID-19 en Estados Unidos y el Índice de cobertura vacunatoria, que indica tanto las regiones donde probablemente será más difícil lograr niveles elevados de vacunación contra la COVID-19 como los motivos.
Finalmente, la reticencia a la vacunación requerirá una respuesta personalizada en cada país. Los responsables de las políticas y los expertos en salud pública deben diseñar estrategias eficaces para convencer a la gente de que la vacunación es segura… y que es el único camino para salir de la pandemia y comenzar la recuperación.
Sema Sgaier, profesora asistente adjunta en la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de Harvard, es cofundadora y directora ejecutiva de Surgo Ventures. Prashant Yadav, investigador superior en el Center for Global Development (Centro para el Desarrollo Global), es profesor afiliado del INSEAD y profesor en la Escuela de Medicina de Harvard.
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas