Por: Jaime A Flores P.
Cuando de impunidad se trata de inmediato se relaciona a la élite política, a la burguesía y en otros grupos de poder, pero nunca a la sacrosanta Iglesia Católica, quien da cátedra en ese sentido, al hacer uso de esa falencia del sistema para proteger a uno de los suyos; al obispo auxiliar Juan José Pineda Fasquelle.
El “Santo Padre” – que de santo tiene muy poco y de padre no sabemos- aceptó la renuncia que le presentó Pineda Fasquelle de obispo auxiliar de la arquidiócesis de Tegucigalpa, después de conocerse una investigación realizada por el Vaticano, en donde se señala al alto prelado de abuso y acoso sexual en contra de seminaristas y de otros actos de corrupción.
Ante tales señalamientos lo menos que se podría esperar del “Santo Padre” es que sancionara a Pineda Fasquelle, no sólo que le aplicara el fuero interno de la Iglesia, sino que ponerlo a la disposición de los Tribunales de Justicia del país, como una muestra de respeto a la dignidad de las víctimas.
La renuncia, más que una sanción es un distractor mediático para engañar a los fieles, a la opinión pública en general y en especial a las víctimas, debido a que a este individuo no se le ha suspendido de su ejercicio sacerdotal, por ende continuará con los actos sacramentales correspondientes.
Si hubiese querido sentar un precedente de lucha contra la impunidad, el papa jesuita tenía varias alternativas para aplicarle a Pineda Fasquelle; la suspensión de toda su actividad sacerdotal (suspenderlo), expulsarlo de la iglesia o reducirlo al estado laical, entre otras.
No obstante, el señalado Obispo continuará en el ejercicio sacerdotal y gallina que come huevos ni así le quemen el pico, por lo que no es de extrañar que siga acosando y abusando y ahora con la certeza que el Vaticano le garantiza impunidad, el papa Francisco así lo demostró y la conferencia episcopal lo felicita por su trabajo “pastoral”.
Pero la impunidad de la cual goza hasta ahora Pineda Fasquelle es extensiva también a su tutor, maestro y protector el cardenal Oscar Andrés Rodríguez, quien es señalado por los mismos delitos. ¡Quién iba creer que el obispo de Roma protegiera a delincuentes!
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