La huelga estudiantil

La huelga estudiantil contra el cambio climático: críticas y excusas

Por: Tomás Andino Mencía

En los últimos días, he leído a buenos amigos y camaradas criticar duramente la campaña que hace la adolescente sueca Greta Thunberg quien, junto a millones de personas en el mundo, especialmente en Europa, exige a sus gobiernos que “hagan algo” en estos próximos 18 meses para evitar que en 2030 lleguemos sin haber disminuido en un 45%, por lo menos, las emisiones de gases invernadero, porque si no se logra esa meta, como lo han advertido los científicos que estudian este fenómeno, no podremos detener procesos climáticos que calentarán al planeta en los subsiguientes años hasta 2 y hasta 3 grados Celsius , con consecuencias muy graves para la seguridad alimentaria, la proliferación de enfermedades, la ocurrencia de catástrofes climáticas extremas, la extinción de buena parte de la biodiversidad, las migraciones humanas, etc.

Tratándose de un movimiento mundial por una causa justa, a primera vista resulta incomprensible la ferocidad de las críticas y ataques a esta niña y a muchísimos más jóvenes que hoy día salen a las calles a hacer paros con el objetivo de mitigar el calentamiento global.

Esas críticas no son inocentes: muchas obedecen a intereses mezquinos y otras a incorrectas interpretaciones del fenómeno que está ocurriendo. De hecho, las críticas vienen tanto sectores de ultraderecha como de la izquierda.

LAS CRÍTICAS DESDE LA DERECHA

Las críticas que vienen de la derecha son muy interesadas y malintencionadas. Obedecen al lobby de las transnacionales del petróleo, del complejo industrial militar y de Trump, los cuales tratan de evitar la disminución de la actividad industrial vinculada a la utilización de los hidrocarburos, porque se les viene abajo el más grande negocio del último siglo. Este es el grupo de los llamados “negacionistas”, que como su nombre lo indica, niegan que este proceso de sobre calentamiento se esté produciendo, a pesar de la abundante evidencia científica, y quieren que sigamos la fiesta de la sociedad de consumo hasta auto liquidarnos. No por otro motivo se negaron a asistir a la Cumbre Mundial para la Acción Climática que se celebra en estos días en New York. Los acompañan gobiernos descerebrados como el de Bolsonaro y JOH, que tampoco fueron a la Cumbre sobre la Tierra, por orden de Trump.

Estos son los que están detrás de muchos medios y voceros, centros de pensamiento (think tanks) y charlatanes, que hacen críticas feroces al movimiento juvenil mencionado. No me ocuparé de las críticas que vienen de este sector, porque sus impresentables voceros nos hacen el favor de desautorizarlas.

Nota relacionada Cuatro millones de personas salen a las calles durante la huelga mundial por el cambio climático

LAS PENOSAS CRITICAS DESDE LA IZQUIERDA

Por su parte, las criticas que vienen de la izquierda y de los llamados “progres” (estos últimos no son de izquierda pero son contrarios al capitalismo salvaje), parecen bien intencionadas, y no dudo que muchas lo son, pero en el fondo le hacen un favor al neoliberalismo y a la forma más salvaje del capitalismo: el extractivismo.

Las críticas desde los progres y compas de izquierda se centran en la figura de la adolescente Greta Thunberg, la figura que ha sido resaltado por los medios de comunicación como “lideresa” del movimiento. Sus argumentos son más o menos los siguientes:

Que es una niña sin experiencia (a los 17 años) fácilmente manipulable.

Que es una niña blanca de clase media, nacida en un país rico (Suecia) y por tanto que no ha sufrido las penurias de los pobres de nuestros países indios y mestizos.

Que tiene una discapacidad (Síndrome de Asperger) y no sabe lo que dice.

Que ella no hace un reconocimiento de todos los mártires que han dado su vida por la causa ecologista en el mundo. En el caso de Honduras, se llega a afirmar que no es como Berta Cáceres de revolucionaria.

Y, tal vez la más “seria” de todas: que es utilizada por el lobby empresarial del capitalismo verde, el que supuestamente la financia y se beneficia del movimiento porque busca destrabar multimillonarios créditos y subsidios a sus industrias que invierte en hidroeléctricas, generación eólica, solar y de biomasa, bonos de carbono, entre otras.

OBSERVACIONES A ESAS CRÍTICAS

MI primera observación es que este tipo de críticas desvían la atención del problema principal: el capitalismo salvaje extractivista que causa el calentamiento global. En cualquier país del mundo, la lucha contra el capitalismo pasa por luchar contra las políticas de los gobiernos pro-capitalistas que lo defienden. Esa lucha se hace concreta cuando exigimos a los gobiernos que aprueben leyes, presupuestos y medidas que obliguen a las empresas a proteger los pueblos de sus abusos contra el medio ambiente. En este caso, el movimiento juvenil, al que nos referimos, exige a los gobiernos que aprueben medidas urgentes para reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Ese es el punto más importante sobre este tema; esto es lo que deberíamos estar discutiendo; pero en su lugar, discutimos sobre una niña sueca y sus “defectos”. Esto es un error que le hace el juego a los que no quieren que se discutan los temas principales.

El efecto de este error es que la atención se centra en una sola persona, una niña sueca de 17 años, a la que se hace responsable de las virtudes y errores de todo un movimiento, cuando quienes luchan contra el cambio climático y por la defensa del medio ambiente hoy día son muchísimas pero muchísimas más personas alrededor del mundo. Al centrar sus críticas en ella, se está negando, se está invisibilizando a esos millones de jóvenes, niños, niñas, adultas y adultos, originarios de países ricos y pobres, varones y mujeres, que hoy salen a las calles a hacer algo concreto, lo que muchos de los que critican, no se atreverían a hacer o no están haciendo.

La pregunta no es “¿Quién es Greta Ghunberg?” como suele hacerse en los medios masivos de prensa; la pregunta es: ¿Tienen razón esos millones de jóvenes que luchan por exigir a los gobiernos medidas para impedir el calentamiento global? Si la respuesta es “SI”, ¿por qué en lugar de criticarlos no los estamos apoyando? ¿Por qué nosotros mismo no estamos saliendo a hacer huelga? No importa como sean ni de donde vengan; ellas y ellos al igual que nosotros, nos estamos jugando el futuro como humanidad.

Mi segunda observación es que muchos críticos tratan de contraponer la lucha de los ambientalistas de los países ricos, a la de los ambientalistas de los países pobres, cuando ambos enfrentamos al mismo enemigo. Este movimiento que comentamos tiene su corazón en Europa y, a su manera, viene a sumarse a las luchas que hacen los pueblos de los países dependientes contra el capitalismo extractivista que prevalece como modelo de explotación y expoliación mundial.  Al final las luchas de ambas regiones impactan negativamente en el mismo enemigo; o así debería ser.

Por supuesto, los jóvenes europeos, australianos o gringos, normalmente no enfrentan los mismos problemas que nosotros y no es su culpa; para ellos lo cotidiano es la polución, la saturación del plástico, el encarecimiento del agua, etc. Para nosotros es la destrucción del medio ambiente por las mineras, hidroeléctricas, la contaminación del agua y las sequías, etc. Pero el calentamiento global nos afecta a ambos por igual en otros aspectos; en Europa hay fríos extremos, aquí sequías extremas; en Estados Unidos  y en Honduras somos víctima de poderosos huracanes debido al mayor calentamiento de los océanos. De hecho, Honduras es uno de los tres países del mundo más vulnerables a los efectos del llamado “Cambio Climático”. Entonces, los problemas por los que luchan los jóvenes gringos y europeos se conectan con nuestras luchas pues al final peleamos por la misma causa; combatir al capitalismo global, en su modalidad neoliberal y extractivista, y a sus consecuencias de largo plazo en el planeta.

Mi tercera observación es que muchas de estas “críticas” en realidad son prejuicios, lo cual solo evidencia las miserias que aun debemos superar en nuestra forma de pensar. Criticar a una adolescente que hace una lucha justa, por su edad, por su origen blanco, porque es de clase media y porque viene de un país rico, no solo es desviar la atención del tema principal (el calentamiento global) sino que raya en una especie de racismo inverso, en una concepción adulto-centrista (menosprecio a los de menor edad), misógina (odio al sexo femenino) y discafobia (desprecio a los discapacitados).  El origen nacional, el sexo y el color de piel no son el problema; el problema es la ausencia de consciencia y de acción. ¿Qué culpa tiene la chica de ser niña, blanca, discapacitada, de clase media y sueca? Lo que importa es que lucha. Lo que importa es que es parte de los millones que se movilizan en países de todo tipo para frenar nuestro camino al abismo climático. Lo que importa es que hace lo que nosotros aquí, cómodamente criticando desde el Facebook, no estamos haciendo.

Lo peor es que esas críticas prejuiciadas, están cargadas de contradicción. Bien que nos alegramos cuando los “blancos” defensores de derechos civiles en Estados Unidos se solidarizan con nuestros compatriotas migrantes. Bien que aplaudimos cuando Leonardo Di Caprio, otro blanco patrocinado por Naciones Unidas, se solidarizó con el pueblo de Honduras y con la lucha de Berta Cáceres, siendo la primer personalidad en lamentar su asesinato. No decimos nada cuando Nuestra Berta recibió el Premio Goldman, en un país “blanco”. Otros blancos como Sally O’ Neill, ex directora de Trocaire, que tanto apoyo las luchas populares en Honduras en vida, y el Padre Guadalupe Carney, el cura guerrillero asesinado en Olancho por Álvarez Martínez, también eran de clase media y de países ricos, y prefirieron morir en Honduras apoyando a los pobres, uno más radical que la otra, que gozar de un mejor nivel de vida en sus países de origen. El problema no es ser blanco ni haber nacido en un país rico; el problema es si sos un blanco o un clase media explotador, pro imperialista y racista; el blanco que sea lo contrario, es de los nuestros.

Tal vez la niña sueca y los millones de jóvenes estudiantes no vendrán a Honduras a dar su vida, seguramente seguirán siendo blancos, de clase media y europeos o gringos; probablemente no leerán a Marx, Lenin o no empuñaran una ametralladora como el Che, pero lo que a mí me importa es que hoy día tienen la misma causa que la mía y que luchan en las calles a pelear contra sus gobiernos a su manera, como saben hacerlo, para salvar la vida en el planeta. ¿No es eso lo importante?

EL CAPITALISMO VERDE, O LA EXCUSA PARA NO LUCHAR

Y ahora la reina de las críticas: muchos aseguran que la niña sueca es manipulada por el lobby del llamado “capitalismo verde”, es decir, el sector empresarial que invierte en fuentes de energía renovable y “limpia”, así como inversiones en los llamados “bonos de carbono”.

A diferencia de las criticas anteriores, esta tiene un fundamento real, porque efectivamente hay un sector empresarial, aun no dominante en el capitalismo mundial, que trata de aprovechar las críticas al extractivismo para, a su vez, fortalecer sus inversiones “verdes”.  Se habla mucho de que este sector ha cooptado a la niña sueca y que la financia, mencionándose al empresario Ingmar Rentzhog, responsable de la plataforma We Don’t Have Time, desde donde se promovería la imagen de Greta, como hizo en el pasado con otra joven (Jamie Margolin)[1]. Se dice mucho que Greta promueve esas inversiones, aunque hasta la fecha no he oído ni leído un discurso suyo en el que haga tal cosa. 

En fin, aunque asumiésemos que esas conexiones son tan reales como se pretende y que la niña ha sido cooptada, eso no cambia la esencia del asunto. Como ya se dijo, la niña sueca no es el movimiento en sí, es su imagen representativa y su lideresa principal. Ella es la imagen mediática que la Organización de Naciones Unidas y los promotores de ese capitalismo “limpio”, quieren que conozcamos y veamos como lideresa. Pero, así como ella, hay decenas de miles de dirigentes y activistas, organizados en centenares o miles de grupos de base, muchos de ellos de izquierda, que están a la cabeza de este movimiento.  En ese sentido, se comete el error de hacer una mezcolanza entre dos procesos distintos: Por un lado, el movimiento social que ha sacado a la calle a millones de personas, a luchar por una causa justa, anti capitalista, y por otro, la cooptación que el lobby empresarial haya podido hacer de su icono principal. Quien mezcle esos dos procesos, concluirá que hay que quedarse en casa y no salir a la calle.

No hay duda de que sectores del llamado «capitalismo verde» están interesados en orientar su movimiento para que sirva al destrabe de millonarios préstamos y subsidios de la banca internacional y los Estados a las empresas de generación «limpia» de energía. Y hay indicios de que lo están logrando.[2] Recientemente el Banco Mundial, el Banco Interamericano para el Desarrollo, y otros similares, desembolsaron más de 500 millones de dólares para financiar fuentes de energía renovable y “limpia”, así como inversiones en los llamados “bonos de carbono”. Esa es la tajada que el llamado “capitalismo verde” está sacando de esta situación. No me chupo el dedo sobre eso. Lo único que eso demuestra es que los burgueses oportunistas de siempre, tratan de favorecer sus intereses con cualquier movimiento social que tenga potencial de generar motivos de inversión. Lo cual no es nuevo.

Esto significa que los empresarios verdes hacen su trabajo como ya sabemos que lo harían. Obvio que como gente de izquierda y progresista, ese interés no es el nuestro.  Por eso, en el otro lado de la moneda, muchas organizaciones de izquierda y “progres” en otros países del mundo, están respaldando este movimiento juvenil para potenciar la lucha contra el capitalismo, como se supone que la izquierda debe hacerlo. Organizaciones revolucionarias de todo tipo en el mundo se están sumando a estas movilizaciones estudiantiles, haciendo su propia crítica al capitalismo extractivistas y criticando también el capitalismo “verde”. Esta izquierda plantea que no basta con exigir a los gobiernos que tomen medidas, sino que debemos sacarlos del poder y construir un socialismo democrático y respetuoso de la naturaleza, porque sólo una economía socialista ecológica puede ser una solución al actual caos medioambiental capitalista.  Esta izquierda si está haciendo lo que debe hacer; le disputa el movimiento a los sectores que ingenuamente confían en el capitalismo “limpio”.

Pero hay otra “izquierda” que se hace la tonta; pone los mismos argumentos de la derecha para atacar al movimiento juvenil como excusa para no sumarse a la lucha. Triste papel el que hace. Es la misma que en las redes se hace eco de las criticas derechistas a los jóvenes por “Ingenuos”, “blancos”, “de clase media” o “de países ricos”, sin arriesgar nada para hacer algo mejor.

No me cabe duda de que, si Berta Cáceres viviera, estaría haciendo algo para conectarse con esta ola de indignación mundial que hoy recorre el planeta para potenciar la lucha revolucionaria contra el sistema capitalista global. Por supuesto, combatiría los sectores reformistas, ingenuos y oportunistas que encontrara, pero habría tratado de coordinar acciones con esos millones que hoy día levantan el mismo grito que ella levantó poco antes de ser asesinada: “Humanidad, el tiempo se acabó.”

Y aquí en Honduras ¿Qué estamos haciendo para no ser victimas seguras del Calentamiento global?

[1] https://www.libremercado.com/2019-08-25/la-operacion-greta-thunberg-busca-desbloquear-billones-de-dolares-en-inversiones-verdes-1276643635/

 

[2] https://www.dw.com/es/cumbre-del-clima-en-la-onu-66-países-se-comprometen-a-la-huella-de-carbono-cero/a-50549118

  • Jorge Burgos
    Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. jorgeburgos@criterio.hn

Compartir 👍

Podría interesarte

Un comentario

  1. Buenísima esta reflexión. La izquierda debe derribar barreras politicas, culturales, raciales y religiosas, no promoverlas.