Por: Rodolfo Pastor Fasquelle
En un evento reciente para apoyarlo, con artistas y escritores, en donde se comprometió con un programa y una institucionalidad para la cultura, Salvador Nasralla declaró que somos amigos, él y yo, y a mucha honra. Una amistad convencional, debe entenderse, novel, no porque rechace yo el honor. Si no porque hemos vivido en distintos mundos y no ha habido ocasión de construir otra clase. La amistad profunda es compleja, exige nexos, coincidencias generacionales. Salvador es más joven. No tengo amigos en el mundo de la televisión y la radio, la farándula, los deportes, la moda y los salones, donde se forjó. Ni él, donde me desempeñé.
Algunas cosas son universales, pocas. Hay una socialización primaria temprana que nos amista. Amigo me considero yo y supongo todos, primeramente de quienes compartieron la niñez y aventura de juventud, de mis compañeros de cacería, de quienes a deshoras compartieron bebidas y viandas sencillas o exóticas y de las mujeres que bailaron conmigo, antes de la artrosis y el colapso del metatarso. Después, tengo amigos de los más diversos, de distintos elementos, de agua, fuego, tierra o aire, y de diferente fenotipo, tez, raza, etnia, cultura y estatura. Con los que coincidimos en el camino. Pecadores la mayoría, aunque también un par de santos sin consagrar. Gordos y flacos, rojos y azules. Imposible exigir que sean homogéneos, igual de polifacéticos, ni que coincidan o se afanen en todo del mismo modo. Los prefiero eso si multidimensionales, muy humanos y comprometidos. Rechazo al cínico y al fariseo, al vulgar, al solemne y al mojigato.
Con algunos, admiramos una artesanía antigua, un sitio o un artefacto arqueológico. Compartimos con otros un paisaje desde una cima brumosa de montaña, conmovidos, un verso o un poema dramático, un espectáculo cirquense o un concierto de cuerdas, o una aria de Villalobos en una sala de concierto, o un ballenato en un muelle del Caribe, una danza que asciende, otra que zapatea, una escultura de una cortesana Veneciana o una pintura terrible de un naufragio, un crimen, un grito. Después, soy amigo de mis colegas historiadores, con quienes intercambio documentos, y de unos pocos estudiantes que aguantaron. Ese era el punto.
Amigo soy de los pensadores que respondieron con agudeza, o me criticaron un argumento en buena lid, o que aceptaron mis críticas. Igual tengo por amigos a los que trabajan conmigo el campo, mis compañeros que siembran el grano, el fruto, el árbol, los que estudian las variedades y comportamientos de las plantas, que crían animales con inteligencia y con sensibilidad. Amigos tengo entre los defensores del medio ambiente, los recursos y el paisaje. Algunos empresarios y políticos, que se preocuparon por lo público y que se arriesgaron a participar, pese a la dificultad de luchar contra los dogmas y la abulia de la masa ignara, contra la amorfa y gelatinosa burocracia y contra los intereses creados y las presiones foráneas. Son mis amigos, algunos viejos amigos.
Entre estos figura –of late- Salvador Nasralla, con otros como Mel. Nos une la política entendida como vocación y como profundo compromiso compartido con la resolución de problemas como la concentración y el del abuso del poder, la violencia, la corrupción, la injusticia, el estado de derecho perdido. Tiene defectos que me cuestan, Nasralla, pero la gente lo perdona y en la política, tuvo más éxito que yo, porque es más simpático y más cordial. No se impuso, nos ganó en el buen sentido deportivo del vocablo.
Aquí en mi pueblo Nasrallla ganó la elección desde 2013 y en la vecindad y volverá a ganar. Los jóvenes en especial y la gente sencilla lo acogieron como su candidato. No fui yo ni fue Mel. Lo ungió el pueblo. Y luego consiguió que el pueblo lo ratificara, lo abrace y lo mime con esperanza supersticiosa. ¡No lo defraudará!
Los políticos han sido crueles con Salvador. Le critican una falta de expertisse, porque sospecho que quisieran que fuera igual de ducho que ellos en la trampa. Exigen conocimientos específicos, pero quien gobierna debe ser más bien un generalista y formar equipos especiales. Lo acusan de ingenuo. Yo más bien he elogiado su astucia. Candorosamente, se alzó con nuestro apoyo de partido popular como del PINU, porque tuvo esa clase de flexibilidad. Aun más que esa virtud indispensable, me agradó su disposición al trabajo y al aprendizaje. Salvador aprendió. Fue a los barrios y aldeas alrededor del país a saludar y ha demostrado que tiene contento entre la gente, como dice un poema antiguo de Nezahualcoyotl. Es lo que le falta a Luis. A JOH, que no da la cara. Que teme al pueblo. Y con razón. Y se empeña en asustarlo.
Seguramente, diferimos en muchas cosas con Salvador, que no es infalible y no tengo miedo de esas diferencias, ni tiene porque temerlas él. Lo obligado es ser leal a ese cariño que el pueblo le ha mostrado. Cumplir. Confío que gobernará con un programa, y un equipo consensuado, que pasará filtros múltiples. Que tomará decisiones diversas y sorpresivas, propias, pero acopladas a los lineamientos de ese acuerdo. Que no mandará a JOH ni a los alcaldes al pozo ni a N. York, porque la que tiene que prevalecer es la ley restaurada y quien debe tomar esas decisiones es la judicatura. No va a hacer milagros porque no es mago ni santo, pero va hacer lo que hace falta para generar el empleo que se requiere. Y si no hace eso la empresa con su ganancia, tendrá que hacerlo el estado con los impuestos. La mayoría de mis amigos ya entiende cuan crucial es la elección inminente. Entiende que si no viramos, vamos mal, a la deriva, a más corrupción y más abuso.
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Algún despistado siempre queda y por eso, a mis amigos en todos los ámbitos y compañeros, a quien me profese cariño, a mis lectores, nuevos correligionarios y viejos camaradas, les pido su voto útil para Salvador y para los candidatos honrados que deben seleccionar entre los afines y los aliados que lo acompañen.
Aun con apoyo de Mel y de Xiomara, La Alianza que Salvador encabeza dista mucho de perfecta, necesitará reconciliar diversidades y superar inconsistencias, por algún tiempo. Pero es ineludible. Solo La Alianza puede. Llevarnos a un cambio genuino, permitir que se reencuentre la gente, hoy intimidada y allanarnos el camino a una Constituyente, en que reconciliemos a esta nación. Le devolvamos orden. Para relanzarla al desarrollo y la prosperidad compartida. Es la hora de Nasralla. Otros tendrán oportunidades, después que ganemos con él. Y si no, nadie…
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Tengo algunos años de experiencia y me encanta practicar el periodismo incómodo que toque los tinglados del poder, buscando cambios en la forma de gobernar y procurar el combate a la corrupción, develando lo que el poder siempre quiere ocultar. Ver todas las entradas
2 respuestas
Mejor no lo pudo haber explicado nadie, una buena exposición, no solo de Salvador Nasralla, también de la realidad que se esta viviendo en Honduras, porque hemos llegado al punto culminante de la política corrupta en Honduras, ya es hora de pararla, esto no puede continuar, sino lo hacemos ahora, el país se convertirá, una parte de cementerio de pobres, y otra en paraíso de ricos, eso seria inaudito, SI NO ES SALVADOR, NO VA A SER NADIE.
Nasrala es el hombre que necesita el país para que nos gobierne y que elija en su gabinete nuevas personas porque las que están ahora no hicieron nada por defender a Honduras que esta en las ruinas, pero que sea elegido para cuatro (4) años que dicta ley, que no se deje llevar por los políticos actuales el es una persona pensante e inteligente para dirigir el pais…..arriba Nasrala