Tomado de InSightCrime
Escrito por Patrick Corcoran
Un par de programas de televisión nuevos aborda el rol de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos en la creación de las rutas de droga latinoamericanas, y aunque ninguno de ellos ofrece muchas innovaciones, ambos reflejan sospechas persistentes sobre el legado del organismo en la región.
La serie dramática de FX “Snowfall” y el documental en cuatro partes de History Channel “La guerra de Estados Unidos contra las Drogas” (America’s War on Drugs) se estrenaron esta temporada en las pantallas de la televisión estadounidense. De las dos, “La guerra de Estados Unidos contra las Drogas” tiene un alcance mucho más amplio buscando agotar —en ocasiones con mucho detalle y copiosos detalles— todo el catálogo de ideologías e intereses que animaron la política estadounidense contra las drogas desde la década de 1960.
Una temática persistente en “La guerra de Estados Unidos contra las drogas” es que la política de drogas no es producto de una determinación racional de metas y un cálculo de las medidas necesarias para alcanzarlas. En lugar de eso, los productores del documental de History Channel describen el desarrollo de las políticas como una grotesca consecuencia de políticos que las aprovechan de manera cínica o que caen víctimas de la ideología ciega y la histeria. Y como no hay un objetivo que guíe la política de drogas estadounidense como no sea el lugar común del “Solo di no”, el resultado es incoherencia, desperdicio y fracaso.
El segundo tema central del documental es el escándalo Irán-Contras y el presunto rol de la CIA en el auge del crack en la década de 1980. El programa explora acusaciones que han estado en el aire por mucho tiempo sobre la participación de la CIA en narcotráfico, incluyendo el hecho de que es posible que la agencia patrocinara a Rick Ross y a Óscar Danilo Blandón, el mayorista de Los Angeles y su proveedor nicaragüense, quienes contribuyeron a que se desatara la epidemia de crack en los años 80.
Pero la principal lección de ambos proyectos fílmicos es difícil de rebatir: la CIA mantuvo relaciones non sanctas con las bandas criminales que inundaron de cocaína las ciudades estadounidenses en la década de 1980.
La serie “Snowfall” de FX ahonda más en este tema, con la presentación de un retrato ficticio de los inicios de la era del crack en Los Angeles en 1983. La primera temporada del programa entrelaza tres argumentos que se superponen ocasionalmente con base en personajes inspirados por momentos en figuras de la vida real.
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La trama sigue a Lucía, descendiente de una familia mexicano-estadounidense dedicada al crimen; su compañero, Gustavo; Franklin, un doble de Rick Ross; y Teddy y Alejandro, un agente de la CIA caído en desgracia y su socio nicaragüense (el personaje ficticio de Blandón), quienes trabajan para canalizar las ganancias de las ventas de cocaína hasta los insurgentes del ejército Contra.
Análisis de InSight Crime
Ambos programas de televisión tienen virtudes suficientes para hacerlos recomendables.
El documental “La guerra de Estados Unidos contra las drogas” incluye entrevistas con una variada gama de figuras, incluyendo a exagentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, quienes relatan los objetivos de sus esfuerzos y lo limitado de sus resultados. Los espectadores se dan el lujo de ver relatos de primera mano sobre cómo las maquinaciones de la CIA en medio de los movimientos anticomunistas en Latinoamérica, que incluyeron a muchos personajes implicados en narcotráfico, pusieron a la agencia en conflicto con la DEA en repetidas ocasiones.
Pese al importante rol que ocupó la guerra contra las drogas en el discurso público, la política antinarcóticos se mantuvo consistentemente en segundo plano en los principales objetivos de la política exterior durante la Guerra Fría en Estados Unidos. En los casos de Ross y Blandón, por ejemplo, las investigaciones periodísticas han indicado que la CIA puede haber dejado pasar las actividades de narcotráfico de Nicaragua debido a su interés mutuo de respaldo a los contras.
Este choque de ideales e intereses puede haber sido inevitable, pero no cabe mucha duda de que la tensión entre las metas paralelas de lucha contra el tráfico de narcóticos y apoyo a los movimientos proestadounidenses en la región pudieron haberse manejado de manera más inteligente. Como lo explica el documental, la importancia de la CIA en los círculos políticos no solo impidió importantes investigaciones sobre narcóticos, sino que también permitió que se desestabilizara la seguridad de las ciudades estadounidenses, en particular la comunidad afroestadounidense, duramente golpeada por la epidemia del crack en la década de 1980.
Aunque tiene sus méritos, “La guerra de Estados Unidos contra las drogas” adolece en ocasiones de una especie de sensacionalismo tenso. El relato, que necesariamente se extiende por distintas épocas y países, está salpicado de breves pero elaboradas dramatizaciones. La cinta también rebosa de comentarios apologéticos de los actores interesados, sin argumentos en contra. Basándose en evidencia insustancial, la serie incluye sin reparos la insinuación de que, mientras ocupaba la vicepresidencia, George H. W. Bush tuvo conocimiento personalmente de que elementos importantes de la CIA traficaban cocaína a Estados Unidos.
Aun cuando sea un relato de ficción, “Snowfall” parece más fundamentado y menos sensacional. Muchas veces da gusto verla, en particular cuando aparece en la pantalla Franklin, interpretado por el actor británico Damson Idris. El reparto incluye a veteranos de confianza de varias series famosas sobre el crimen, entre ellos Emily Rios, de “Breaking Bad”, y Michael Hyatt, de “The Wire”.
“Snowfall”, creada por John Singleton de la célebre “Boyz’n the Hood”, presenta las alianzas de la CIA con narcotraficantes como el elemento para una tormenta perfecta. Teddy, el agente de la CIA, y Alejandro, el doble de Blandón, no causan por sí solos un incremento masivo en la violencia urbana de los ochenta en Estados Unidos. Pero ambos —junto con la codicia empresarial de innovadores amorales, como el Franklin inspirado por Rick Ross, y las estructuras criminales preexistente de las que surgen personajes como Lucía y Gustavo—constituyen un ingrediente clave que interactuó en forma explosiva con el entorno más general: el flujo confiable de cocaína en polvo, con la protección de facciones dentro del gobierno estadounidense.
La descripción de la agencia en la serie es superficialmente simpática, pero a fin de cuentas brutal. Teddy, interpretado por Carter Hudson, tiene un rostro agradable y talento para inyectar levedad en circunstancias nada gratas. Su patriotismo sale a relucir solo rara vez, pero su motivación clara es el amor por su país en lugar del ansia de dinero. Teddy también opera con la aprobación tácita de sus superiores, aunque todos violan sus obligaciones legales; él no es un agente renegado tanto como un par de manos conveniente para hacer el trabajo sucio de la agencia.
Pero Teddy no es un espectador, cuyos activos se aprovechan de su ingenuidad. Antes bien, es un traficante de cocaína activo, que supervisa los diversos detalles logísticos de los que depende una red de contrabando. Tampoco se aísla de lo peor del negocio de la droga; acepta sin chistar el homicidio en nombre de la seguridad de su operativo. Las lamentaciones avergonzadas de Teddy por su mala suerte se quedan sin piso luego de verlo aprobando actos de brutalidad.
Pero “Snowfall” no se libra de pasos en falso. La frenética odisea de Franklin para convertirse en capo del crack es muy graciosa, pero no se ajusta a las otras líneas del argumento, narradas de manera más metódica. Los momentos claves de las historias suceden fuera de la pantalla, lo que induce confusión en el espectador. Y el relato pierde fuerza a medida que avanza la primera temporada.
Es difícil establecer con precisión cuánta responsabilidad tiene la CIA real en el dramático incremento de la violencia atizada por las drogas en toda la región en la década de 1980, sin hablar del surgimiento de organizaciones narcotraficantes capaces de tomarse los gobiernos latinoamericanos. Hay mucho por conocer sobre los detalles de los nexos de las diferentes redes de tráfico con la CIA en los ochenta. Es posible que algunas de las afirmaciones de “La guerra de Estados Unidos contra las drogas” —y sin duda la mayoría de los detalles de la dramatización de “Snowfall”— entren en conflicto con los detalles de lo que sucedió realmente hace más de 30 años, que ha desatado críticas de algunos sectores.
Pero la principal lección de ambos proyectos fílmicos es difícil de rebatir: la CIA mantuvo relaciones non sanctas con las bandas criminales que inundaron de cocaína las ciudades estadounidenses en la década de 1980. Lo cierto es que hay demasiada reportería, de demasiadas fuentes —desde el testimonio de Blandón y Ross a un piloto empleado por la CIA que admitió que voló con narcóticos hacia Estados Unidos y con armas hacia Nicaragua hasta las versiones de los agentes que desarrollaron la Shower Posse en Jamaica— para desestimarla tildándola de teoría conspirativa.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas
2 respuestas
La CIA mantiene relaciones con todos lo demonios posible. Es la serpiente del mal en el mundo.
Raúl matta Ballesteros. .fue uno de ellos y el cual les facilitaba el transporte de las armas desde Honduras y nicaragua…y al regreso traía la droga..y todas las autoridades de Honduras conocían la relación entre matta y la cia. .habían muchos políticos dentro del engranaje.