Por: Mario Roberto Morales
Recientemente se creó en la USAC la “Cátedra José Martí de pensamiento latinoamericano”. Esta institución cultural tiene por objeto estudiar y divulgar el ideario martiano como parte del corpusmayor del pensamiento latinoamericanista, dentro del cual se cuenta, entre muchos otros, a los guatemaltecos Lorenzo Montúfar, Antonio Batres Jáuregui, Luis Cardoza y Aragón, Juan José Arévalo, Manuel Galich y Severo Martínez Peláez.
Martí, al acuñar el concepto “Nuestra América” para diferenciar a la América hispana de la anglosajona, dio origen, bajo la advocación de Bolívar, al camino de percibir el subcontinente por nosotros, con nosotros y para nosotros. Lo “nuestro” empezó a pensarse no en términos hispánicos ni precolombinos, sino mestizos, aunque sin obviar las diferencias etnoculturales; al contrario, asumiéndolas como diversidades que conforman una totalidad desunida, conflictiva e injusta por obra y gracia de la colonización, la cual hay que unificar en justicia e igualdad.
Durante su estadía en Guatemala, Martí comprendió, al atestiguar nuestro microcosmos interétnico, la problemática intercultural de la América Latina toda. Y postuló al “indio” como sujeto del cambio junto a las otras variantes y posibilidades de ser ciudadano de Nuestra América. La Modernidad, ese espejismo que tantas vidas ha costado, deslumbró al gran intelectual cubano en su forma de liberalismo guatemalteco.
Difícilmente pudo ser de otra manera, dado el paradigma de entonces respecto del camino que debían tomar las recién fundadas naciones criollas del subcontinente. De sobra se conoce la trayectoria del positivismo en nuestras tierras, así como sus criticables senderos eurocéntricos. Pero Martí no se estancó en esto. Desarrolló un coherente pensamiento antimperialista y superó las coordenadas políticas y estéticas del romanticismo entonces en boga. Por eso optó por una praxis que lo llevaría a organizar la lucha por la Independencia de Cuba y a su heroica muerte en combate, en 1898. También, a abrir la puerta por la que entraría a la historia del mundo una nueva literatura americana.
El Apóstol es pues, además de un referente intelectual, un referente ético y moral para nosotros, así como un ejemplo de pensador que superó las condiciones adversas que para el desarrollo cultural suponía tanto la ocupación española en sus últimas colonias, como el carácter dictatorial que adoptó ─contradictoriamente─ el liberalismo “nuestro”.
Basten estas sucintas razones para justificar la creación de esta Cátedra en nuestra Alma Mater. Sobre todo, porque está pensada para actuar como embrión de lo que algún día será el Centro de Estudios Latinoamericanos de la USAC.
Que esta institución tenga, pues, larga vida. Y que el ejemplo de Martí fructifique en todos nosotros.
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Me encanta desafiar el poder y escudriñar lo oculto para encender las luces en la oscuridad y mostrar la realidad. Desde ese escenario realizo el periodismo junto a un extraordinario equipo que conforma el medio de comunicación referente de Honduras para el mundo Ver todas las entradas