Reflexiones
Por: Rodil Rivera Rodil
La semana pasada se llevó a cabo en Bruselas, Bélgica, un foro social previo a la cumbre de mandatarios de la Unión Europea (UE) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que comenzará este lunes 17 de julio, y en la cual, dicho sea de paso, la primera intentará convencer a la segunda de que se aleje de China y respalde incondicionalmente a los Estados Unidos en la guerra de Rusia y Ucrania, tal como ella lo hizo desde el principio, a pesar de que su rol natural era el de mediadora para evitar el conflicto. Y del que, irónicamente, está resultando la más afectada.
En el mencionado evento, el abogado español Mariano de Alba, asesor de “International Crisis Group”, una organización no gubernamental, fundada en 1995, para la resolución y prevención de conflictos armados internacionales, brindó a los medios una entrevista en la que se refirió a los dos grandes enfoques opuestos que se están aplicando en América Latina para frenar el crimen organizado: la “mano dura para coaccionar”, del presidente Bukele en El Salvador y del mandatario Maduro en Venezuela, y la “mano blanda para negociar” que, según él, están procurando echar a andar los gobernantes Petro en Colombia y López Obrador en México. Aunque tal parece que esta segunda opción estaría fracasando totalmente, tal como aconteció en el propio El Salvador a principios de la pasada década.
Por ello mismo, y porque supongo que debe estar consciente del fuerte reclamo que se les hace a los que discrepan del modelo salvadoreño, pero sin ofrecer ninguna alternativa, el señor de Alba planteó una tercera vía, “que no sacrifique -afirmó- ni el Estado de Derecho ni el respeto por los derechos humanos, pero que al mismo tiempo sea efectiva a la hora de detener los homicidios y la violencia en general”. ¡Por fin! pensé.
Pero, ¡Oh decepción! el tercer modelo que sugiere el señor de Alba para acabar con la delincuencia organizada no resultó ser ninguna novedad. Pues no es otro que el hasta ahora inalcanzable sueño que persigue el hombre desde tiempos inmemoriales y que en los últimos siglos lo llevó a dos colosales revoluciones de signo contrario, la capitalista de Francia de 1789 y la socialista de Rusia de 1917, y cuyos tres pilares son: 1) “sistemas de justicia independientes, 2) desarrollo económico y, 3) cooperación internacional”.
¿Qué decir? Tal vez solo que esta fórmula únicamente puede catalogarse de “verdad de Perogrullo”, o lo que es lo mismo, una verdad tan redundante y evidente por sí misma que se usa más para burlarse del interlocutor que para persuadirlo de algo, del tipo “ha amanecido porque es de día”. El insigne poeta español, Francisco de Quevedo, que gustaba valerse de ellas, en su libro “Los Sueños”, acuñó, entre varias otras, la siguiente: “las mujeres parirán si salen preñadas y parieren”.
Tómese nota, además, que, a la postre tampoco es seguro que con la propuesta del señor de Alba se erradique la delincuencia organizada. Los Estados Unidos, que se precian de su sistema de justicia, de su solidaridad internacional y de ser la nación más desarrollada del planeta, enfrentan enormes problemas de violencia individual y organizada, en especial, de narcotráfico. Y en lo que toca a nuestra patria, lo más probable es que si muy pronto no hacemos algo drástico, mucho antes de que podamos asentar entre nosotros alguno de esos pilares ya seremos un completo narco estado gobernado por los capos de los carteles. Sin contar los esfuerzos en que ahora mismo está empeñada la fiscalía de Nueva York para probar que eso, justamente, fue lo que tuvimos en Honduras durante el gobierno de Juan Orlando Hernández.
De otra parte, el nombre de “mano dura” con que denomina el señor de Alba el ensayo de Bukele luce de una extrema simpleza, pues alude básicamente a la aprensión y encarcelamiento de los pandilleros y pasa por alto el régimen de selectiva rehabilitación e incorporación a las actividades productivas al que son posteriormente sometidos. Baste saber que estos ya están produciendo casi todo lo que consumen y fabricando más de mil pupitres al día para las escuelas públicas de El Salvador.
De otro lado, la clasificación del señor de Alba, a mi juicio, no es la más apropiada. La correcta debe derivarse de si es exitosa o no. Tan es así que él mismo admite paladinamente que la mano dura “ha reducido drásticamente los homicidios”, en tanto que la mano blanda, “que busca el objetivo, mediante el acuerdo de las bandas, de que dejen de matar gente y se abran a deponer las armas, ha sido utilizada por los grupos criminales para “rearmarse y fortalecerse”. En otras palabras, que la “mano blanda” ha fallado lamentablemente y que, más bien, está volviendo más poderosos a los grupos criminales.
A renglón seguido, el señor de Alba arremetió duramente contra la estrategia salvadoreña, sin reconocerle siquiera un ápice de mérito, como si en vez de un jurista y académico, obligado a un mínimo de objetividad profesional, fuese él tan solo otro político del montón.Era de esperarse, desde luego, que el proyecto de Bukele despertara enconados debates en prácticamente todo el mundo, pero no deja de sorprender que sean sus críticos los que, por regla general, reaccionen tan iracundos cuando se les toca este crucial tema. El que, significativamente, ha adquirido una gran relevancia, en particular en países como el nuestro, en donde, aparte de la terrible amenaza que entraña para la vida e integridad de las personas, daña de manera casi irreversible la marcha de la economía. Jamás habrá desarrollo en Honduras mientras la inseguridad y la extorsión obliguen al cierre incesante de miles de negocios, grandes y pequeños.
¿Por qué, entonces, esa repulsa a un experimento que está dando tan notables resultados en el vecino país? ¿Y por qué tanto empecinamiento en no darle el beneficio de la duda o negarse a estudiarlo a fondo y, por qué no, contribuir a su mejoramiento?
Hasta ahora no creía que detrás de ese ciego rechazo, principalmente de los defensores de los derechos humanos, a reflexionar con ecuanimidad sobre el sistema de seguridad salvadoreño, hubiera otra razón que no fuera la buena fe. Y menos, que la explicación pudiera hallarse en la numantina defensa de intereses puramente personales, con destacadas excepciones, por supuesto. Y aún sigo dudando. Pero a raíz de lo que he ido conociendo del asunto he decidido poner un poco más de atención a los que insisten en que la aversión a Bukele tiene un origen más pedestre, y proviene, en lo fundamental, del gran temor de sus detractores a perder sus fuentes de ingresos. Lo cual, bien visto, es perfectamente humano y comprensible. Pero nada más.
En efecto, no se puede ignorar que la defensa de los derechos humanos se ha convertido en una actividad multimillonaria y altamente lucrativa. Por lo que si se llegara a acabar con la violencia delincuencial será inevitable que también se reduzcan sustancialmente los bien remunerados empleos de los que la observan, denuncian y combaten. Por mi parte, no encontrando en el Internet cifras ni siquiera aproximadas de las cantidades que se mueven en ella, consulté la aplicación de inteligencia artificial, Chat GPT, y he aquí la respuesta:
“Es difícil proporcionar una cifra exacta sobre cuánto dinero se mueve en el mundo para la defensa de los derechos humanos, ya que involucra una amplia gama de organizaciones y fuentes de financiamiento, tanto públicas como privadas. Sin embargo, se estima que cada año se destinan miles de millones de dólares a nivel global para apoyar iniciativas y programas relacionados con los derechos humanos”.
¡Quién con una luz se pierde!
Tegucigalpa, 17 de julio de 2023.
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Abogado y Notario, autor de varios ensayos sobre diversos temas de derecho, economía, política e historia; columnista por cuarenta años de varios diarios, entre ellos, EL Pueblo, El Cronista, Diario Tiempo y La Tribuna, y diputado por el Partido Liberal al Congreso Nacional de 1990-1994. Ver todas las entradas